Las inversiones sustentables, ¿el futuro de las finanzas?
El mercado tiene cada vez más interés en participar de proyectos que respeten el medio ambiente.
Los inversores pueden elegir entre cinco opciones: la exclusión (de empresas de actividades contaminantes, por ejemplo), la selección de las mejores en términos de ESG, el aspecto temático (fondos dedicados al agua) y la inversión con “impacto positivo”, que mejora concretamente una situación.
¿Es sostenible invertir en grupos petroleros? Para algunos no, pero para otros sí, puesto que estiman que su transición es necesaria. Por ejemplo, una emisión de bonos “verdes” lanzada por Repsol suscitó un encendido debate en el sector financiero en 2017.
¿Y en el caso de la energía nuclear? Cuando el Gobierno francés abogó porque esta fuera integrada en la “etiqueta ecológica” europea destinada a los productos financieros, provocó las protestas de Greenpeace.
La deuda verde -bonos que se emiten en el mercado para financiar proyectos ecológicos y sometidos a posteriori a una evaluación-, ocupa un lugar preponderante.
Pero las inversiones sostenibles van más allá e incluyen acciones u obligaciones de empresas, por ejemplo de proveedores de energías renovables, préstamos para proyectos verdes e innovaciones como el crédito basado en el impacto, en el que el préstamo cuesta menos si se alcanzan los objetivos ESG definidos previamente.
De los 92 billones de dólares de activos financieros en 2018, unos 30 billones eran considerados como inversiones verdes, según Stéphane Marciel, responsable de bonos sostenibles, y Julien Brune, corresponsable de consejo y estructuración de la deuda de Société Générale CIB.
Europa se sitúa a la cabeza con 14,075 billones, seguido de cerca de América del Norte con 13,694 billones y muy lejos de Asia con 2,180 billones.
Para Noémie de la Gorce, analista de Finanzas Sostenibles, de S&P Global Ratings, “los mercados se lanzaron a una carrera para demostrar que podían participar en la financiación del cambio climático”.
Ninguna regulación internacional se aplica a las finanzas verdes. Pero la mayoría de actores se rigen por los grandes principios de los bonos sostenibles, elaborados bajo la égida de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA), subraya Frédéric Gabizon, responsable del mercado de bonos en HSBC Francia.
La publicación en junio por parte de la Comisión Europea de un sistema de clasificación constituye un adelanto mayor si bien por ahora no tiene ningún valor vinculante.
La ola verde plantea además la cuestión del “greenwashing” o “ecopostureo”, es decir, cuando se presenta un proyecto como ecológico sin que lo sea.
“Afortunadamente las verdaderas mentiras son inhabituales, existen malas costumbres y algunos abusan del argumento ecológico”, según el Foro para la Inversión Responsable, una asociación que reagrupa a representantes financieros y ONG.
En caso de impostura, la sanción es doble: los inversores cierran las compuertas y la mala reputación se propaga.
Las operaciones sostenibles implican sistemáticamente una evaluación sobre cómo se destinan los fondos y cada vez más sobre su impacto.
Los informes son realizados por los prestatarios, pero cada vez más se recurre a auditorías externas.
Pero la evaluación del impacto es una ciencia joven y compleja. “Sobre las energías renovables, se puede decir sin mucha controversia que tienen un impacto positivo. Pero en el caso del auto eléctrico, más allá de la reducción de emisiones, hay que integrar el impacto de la extracción de minerales necesarios para la batería”, según la experta de S&P.
Para De la Gorce, “demostrar el impacto real es el desafío más importante” para el futuro de las finanzas responsables.
Fuente: ámbito.com