El «combate al rico», una ideología para evitar
Los embates de parte de la clase política contra las mayores fortunas del país reviven la alarmante tendencia a profundizar el castigo social a aquellos que pudieron, gracias a sus habilidades, creatividades, estrategias, y, por qué no, a veces suerte (siempre se necesita), crear una fortuna personal.
Siguiendo la lógica de Vargas Llosa, hay ricos condenables. Se conocieron en los últimos días (a través de una primicia periodística del colega Alejandro Bercovich) la existencia de unas 950 cuentas off shore no declaradas por un total de u$s2.600 millones correspondientes, obviamente, a hombres y mujeres de altísimo poder adquisitivo en términos nacionales; que seguramente podrían ingresar en la categoría de “ricos”. Son personas jurídicas que hace sólo cuatro años podrían haber ingresado al generoso blanqueo impositivo que lanzó al comienzo de su gestión Mauricio Macri y que en su momento se transformó en el llamado de este tipo más exitoso a nivel mundial. Se les advirtió a todos ellos que sólo un año después comenzaría un gran intercambio de datos mundial, auspiciado por la OCDE según las normas internacionales de finalización de la existencia de los denominados paraísos fiscales. Se habló hasta el cansancio que países y mercados libres de impuestos como Uruguay, Suiza, Hong Kong, Andorra, Mónaco y hasta las Islas Caimán dejarían de integrar ese listado de territorios sospechados de lavar dinero, para aceptar los reclamos del organismo internacional derivados de la crisis del 2008.
Se mencionó repetidamente que desde el 2017, los datos de los movimientos financieros de esos mercados serían cruzados entre todo el mundo; y que sólo quedaría fuera de la fiscalización Estados Unidos; país con el que igualmente se firmó un acuerdo paralelo. Nada sirvió para convencer a estos “ricos”. No creyeron que las amenazas sean ciertas, y consideraron que igualmente su dinero estaría bien protegido en los ya antiguos paraísos fiscales. Hacia delante podrá ser una noticia habitual la existencia de estas cuentas en el exterior, lo que además de la condena social, traerá aparejada para ellos la pérdida de dinero contante y sonante a partir de las abultadísimas (y justificadas) multas que se aplicarán. Sólo habrá que aplicar la ley. Con esto bastará para que se ejecute un castigo ejemplar donde más duelen estas cuestiones: el bolsillo. Estos ricos perderán dinero. Y Mucho. En dólares, que serán bienvenidos para fortalecer las arcas públicas.
Pero, tal como afirmaba Vargas Llosa, hay otro tipo de ricos; también en la Argentina. Marcos Galperin, Eduardo Elsztain, la familia Pérez Companc, Eduardo Eurnekián, Eduardo Costantini, Alejandro Bulgheroni o Jorge Brito, son sólo algunos de la no muy larga, lamentablemente, lista de ricos argentinos. Son muy pocos y deberían ser muchos más. Argentina sería un país más desarrollado y con mayores ideas creativas y modernas, y con un futuro mucho mejor que el que se percibe en estos tiempos, si este grupo de ciudadanos fueran muchos más y tuvieran, antes que un combate permanente desde las autoridades, más apoyo oficial para que crezcan. Es demasiado grande y fácil la tentación de los políticos de señalar a los empresarios “ricos” del país como los culpables de todos los males económicos y financieros de la Argentina; y del estancamiento del país en sus últimos 10 años. Sin embargo, si se analiza detenidamente la curva de inversión real que tuvo Argentina en ese mismo lapso de tiempo (la única manera de crear seriamente trabajo y riqueza); sus empresas son las únicas que avanzaron y que pudieron demostrar que realmente tienen un compromiso de permanencia en el país.
Todos los antes nombrados tienen una larga historia de compromiso con la Argentina, y de colaboración activa con la sociedad desde hace décadas. Costantini abrió el museo de arte moderno latinoamericano más importante del continente y acaba de enviar una carta a sus empleados y clientes que continuará con sus inversiones inalterables cuanto se supere la pandemia. Pérez Companc donó un hospital que hoy es el más grande en la provincia de Buenos Aires destinado a la atención potencial de infectados. Eduardo Elsztain es el mayor benefactor de su comunidad, además de ser el único argentino que en los últimos años logró desarrollar una multinacional fuera del país. Galperin fue el primero, antes del Estado, en reducir los costos para la compra y traslado de medicamentos desde el inicio de la cuarentena, además de acelerar la habilitación de todos los mecanismos posibles de pagos virtuales.
Alejandro Bulgheroni les aseguró a todos sus empleados la continuidad de las fuentes de trabajo y se puso en contacto en las localidades donde tiene sus actividades energéticas, que tiene una línea financiera liberada para lo que necesiten durante la cuarentena. Esto en tiempos en los que el precio del petróleo está en su mínimo en décadas y donde Vaca Muerta pasó a ser una quimera. Eduardo Eurnekián se comprometió personalmente en los operativos de traslado al país de 15.000 argentinos varados en el exterior. Brito ordenó que todas las sucursales de sus bancos aceleren las líneas de créditos para salarios, aunque la reglamentación no haya estado aceitada y hasta con dudas sobre quién (el Estado o los privados) se haría cargo de los eventuales impagos de esos préstamos.
Alberto Fernández dio pasos correctos en los últimos días y evito errores históricos. Pese a que generó malhumor dentro del kirchnerismo, desistió de avanzar con el proyecto de ley que aplicaba un impuesto a los que aceptaron ingresar en el blanqueo del 2016, ya que se aceptó en el Poder Ejecutivo que ese proyecto tenía destino de inconstitucionalidad. Aceptó también avanzar en la primera medida concreta y seria para reducir la presión tributaria ante los privados, con la posibilidad de postergar los pagos de los aportes previsionales de abril. Es un leve paso, pero en el sentido correcto. También avaló positivamente que desde hoy los bancos, aunque de manera tenue, vuelvan a abrir sus puertas; luego de un inexplicable cierre durante las primeras semanas de cuarentena. Son solo signos que realmente el Presidente tiene ideas claras y el norte hacia donde debe dirigirse identificado. Sin embargo, tendrá que ponerse firme en un peligro ideológico sobre el que parece avanzar, al menos parte, del oficialismo: del fomento del “antirrico” como concepto de progreso de una sociedad. O, aún peor, el combate “contra los que más tienen”, como política pública para salir de una crisis.
Fuente: ámbito.com