Que se vengan los biocombustibles
Mundo A: Una persona de 70 kg sube a un auto de 1.000 kg para visitar a un familiar que vive a 4 km. En el camino saluda a un vecino que con sus camiones lleva maíz y soja al puerto de Rosario. 1.070 Kg, peso del auto+conductor, se mueven con un combustible ineficiente porque solo el 25% se transforma en movimiento.
Esto es: esa persona trasladó sus 70 kg (menos del 10% del peso auto+conductor) aprovechando tan solo el 2% de la nafta consumida, porque todo el resto fue usado para mover el auto o se perdió en calor. Más sinsentido: esa nafta no se produce en Córdoba, viaja 1.200 Km (mínimo) desde que extraen el petróleo (suponiendo que no es importada), hasta que impulsa el auto, consumiendo en todo ese recorrido grandes cantidades de energía, tanto para transformar el petróleo como para transportar el combustible.
Además, una fracción del precio que se paga en un surtidor de Córdoba va a parar a la provincia de origen del petróleo, en concepto de regalías; y por si fuera poco, por esos 4 km recorridos se emite (contaminación) aproximadamente 1 kg de gases de efecto invernadero (GEI). Este razonamiento explica por qué el transporte público es recomendable, pero no alcanza para explicar por qué no nos hemos extinguido aún en un mundo basado en la explotación descontrolada de combustibles fósiles y en la proliferación de artefactos y hábitos tan ineficientes.
Encima, los subsidios a los sectores energéticos, dicen, pueden representar más del 5% del presupuesto nacional, y equivalen a 27 millones de salarios mínimos (o más de 150 millones de asignaciones universales por hijo). Ni bueno, ni bonito, ni barato. Todo lo que el planeta encapsuló durante millones de años, transformando materia orgánica acumulada en sedimentos del pasado geológico, lo liberamos en algo más de 100 años.
Pero algo hemos comprendido, porque las naftas actuales tienen porcentajes de biocombustible, cerca del 12%. Quizá sea mejor volver al imperio persa, hace más de 2.000 años, donde una temblorosa llama de petróleo iluminaba la noche, o a la canoa calafateada (también con petróleo) de un poblador originario de Venezuela hace 600 años.
Mundo B: la persona en cuestión se sube a un auto con un motor flexible a cualquier tipo de combustible (motores flex), y carga 100% de bioetanol (E100). Al lado, otra persona lo saluda y con un auto más viejo carga E27 (27% de etanol), 15 puntos más del corte que tienen las naftas del mundo, porque la estación tiene varios surtidores, como en Brasil.
Ese Etanol es producido totalmente en Córdoba, con maíz que crece en nuestros campos. De movida, este mundo B elimina el ingreso a la provincia de más de 120 millones de litros de combustibles fósiles (nafta+gasoil) por mes, y lo reemplaza por combustible biológico, que en todo su ciclo de vida (desde que se siembra el grano hasta que se quema en los vehículos) evitó emitir, en promedio, 60% de GEI, comparándolo con su pariente de las profundidades milenarias.
Veamos ese ciclo completo para entender también que no se afecta la disponibilidad de alimento, porque se agrega valor produciendo carnes: 1 tonelada de maíz en grano significa obtener unos 375 litros de bioetanol, y varios subproductos, entre los que destacamos la burlanda seca y la vinaza con alto valor nutricional para alimentar al ganado; el estiércol y efluentes de la actividad de cría de ganado (vacuno y porcino, por ejemplo) se introduce a un biodigestor que, a través de fermentación, genera biogás para producir energía, o vapor, y el desecho del biodigestor es un poderoso biofertilizante que vuelve a la tierra.
En este modelo los recursos biológicos son aprovechados eficientemente en ciclos circulares de economía: cada camión de etanol que sale de ese campo evita que suban a las rutas 3 camiones con maíz sin procesar, que viajará unos 350 km, en promedio, para embarcar hacia otro rincón del mundo; y también evita 3 camiones de burlanda, que entrarían al campo para alimentar a los animales, ahora todo estaría integrado en el mismo sitio.
En Argentina, solo el 4% de la producción de maíz es procesado para obtener bioetanol, en Brasil se usa el 23%, y en Estados Unidos, el 49%. Quizás tampoco hacen falta redes eléctricas, o gas fósil, en el establecimiento que describimos. Pero sigamos: como no se traslada la biomasa, sino que al campo llegan los que compran productos ya elaborados, tampoco va a migrar el poblador rural, porque encuentra trabajo y progreso socioeconómico en su territorio, solo viajará cuando se tome unas merecidas vacaciones. En las grandes ciudades los cordones urbanos dejan de crecer, y el transporte público funcionará con biodiesel al 100%: los ciudadanos tienen mejor calidad de aire, por menor contaminación y porque el material particulado que exhala el gasoil ya no estará, reduciendo riesgos de enfermedades respiratorias.
A propósito, el biodiesel también es producido en Córdoba, porque tiene la segunda producción más importante de soja del país, y llegan casi al centenar las pymes de prensado y extrusión de soja en el interior.
Un par de pinceladas más: todos los habitantes se bañan usando agua que fue calentada por el sol, sus casas están construidas con materiales eficientes y ambientalmente sostenibles, se mueven en bicicletas eléctricas fabricadas totalmente en Córdoba, y consumen la energía que ellos mismos producen, porque forman parte de un parque comunitario de generación.
En definitiva, este Mundo B goza de su bioeconomía en estado puro, y la provincia ya no se enorgullece de ser una de las principales productoras de granos: saca pecho y dice que es la más importante del país generando productos con valor agregado en origen: alimentos, fibras, bioinsumos, biomateriales y bioenergías; saca pecho porque iguala oportunidades y evita la migración y concentración de la población en grandes centros urbanos; porque aumenta la sostenibilidad socioeconómica de innumerables pueblos y ciudades del país, incorporando fuentes de trabajo industrial intensivo y más calificado; crea un importante mercado interno desplazando importaciones de combustibles tradicionales y diversifica la oferta de productos energéticos destinados a mercados externos; reduce impactos ambientales; ofrece alternativas para el tratamiento de residuos y evita pasivos ambientales; permite aumentar la movilidad sostenible mediante uso de biocombustibles; mejora la eficiencia de los procesos productivos y de las redes de abastecimiento energético mediante aprovechamiento de energía generada en los lugares de consumo; favorece economías circulares y desarrollos regionales más armónicos y más adecuados a las propias constelaciones de recursos y factores provinciales.
Este Mundo B, esa Córdoba, está ahí, cerca, al alcance de la mano.
Director de energías renovables, Gobierno de Córdoba.
Fuente: Hoy día.