El hidrógeno, ¿podrá reducir las emisiones?
Se lo celebra como alternativa para los combustibles fósiles, pero eso depende de que se pueda obtener en forma limpia.
El interés por producir hidrógeno limpio creció en los últimos años. Durante décadas se ha venido hablando del hidrógeno como una posible alternativa revolucionaria para los combustibles fósiles. General Motors construyó su primer vehículo a hidrógeno en los años 60. Pero los altos costos y las muchas complejidades entorpecieron los intentos de crear nuevas economías a base de ese gas. Esos intentos estaban muchas veces motivados por aumentos de precio del petróleo, o escasez o el deseo de algunos países por lograr independencia energética.
Pero desde el acuerdo climático firmado en París en 2015, volvió fuertemente a la agenda el hidrógeno bajo en carbono, producido ya sea sin combustibles fósiles o guardando y capturando las emisiones generadas. Los gobiernos que están adoptando metas de “cero neto” buscan frenéticamente formas de recortar las emisiones de los sectores altamente contaminantes, como la calefacción, la siderurgia y el transporte de larga distancia.
Sin embargo, los inversores están apostando a una industria que sigue en pañales. La mayor parte del hidrógeno actual es producida a partir de combustibles fósiles como el gas natural o carbón y genera unos 830 millones de toneladas anuales de emisiones de dióxido de carbono, según la International Energy Agency.
El llamado “hidrógeno verde” es la gran esperanza del sector, pero actualmente solo representa 1% de la oferta global de hidrógeno. Según el Financial Times, hay mucho escepticismo con respecto a su eficiencia o a si puede generar suficiente electricidad renovable a un precio comercialmente viable. También hay muchas dudas sobre si es posible obtener hidrógeno a base de gas natural pero usando tecnología de captura y almacenamiento de carbono para reducir las emisiones. Ambas cosas, en la escala que el mundo necesita.
Entre los más grandes defensores de esta revolución de hidrógeno figuran las grandes compañías de gas y petróleo, que apuestan a que un mayor uso del gas podría asegurar su sobrevivencia en el largo plazo. Para Shell, producir en gran escala hidrógeno verde tiene un doble beneficio: reemplazaría el hidrógeno producido con combustibles fósiles que ya está usando en sus refinerías y crearía nuevos mercados en un momento de incertidumbre sobre el petróleo.