Biogás una inversión cara pero altamente recomendable
José Luis Barrinat, gerente de una cooperativa que reúne a unos 550 pequeños productores agropecuarios en la localidad argentina de Monje comenta “Hasta hace cinco años no conocíamos la economía circular, pero hoy nuestros residuos generan productos ambientalmente neutros, que a la vez ofrecen un rédito. Lo usamos como combustible de un motor generador de electricidad, que cubre parte del consumo de nuestra planta aceitera, y también de una secadora de granos que usamos cuando la cosecha está húmeda. Además extraemos biofertilizantes, que usamos en nuestro campo de 35 hectáreas”.
La tendencia comenzó a extenderse durante los últimos años en las zonas rurales del país, hoy existen tanto pequeños productores como grandes empresas agrícolas que generan energía y otros productos con lo que antes era considerado basura y constituía un problema ambiental.
La Cooperativa Agrícola y Ganadera de Monje está ubicada en Santa Fe, y tiene un criadero de cerdos de unas 200 madres y cada semana venden unos 90 animales. Hasta hace poco, los excrementos se juntaban en grandes lagunas a cielo abierto, que eran un gran emisor a la atmósfera de metano, uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI) que contribuyen al calentamiento global.
En 2018 un biodigestor cambió todo, hoy se tratan los efluentes de la planta de cerdos junto otros residuos orgánicos, como cereales en descomposición convirtiendo la materia orgánica en energía, a través de un conglomerado de bacterias que realizan un proceso de degradación anaeróbica. El mismo requirió una inversión cercana a los 100 000 dólares y fue posible gracias a un subsidio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el asesoramiento del gubernamental Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina.
“Hubo un crecimiento muy importante del biogás desde 2015 en el país, donde ha existido investigación y creación de conocimiento. Lamentablemente, esto se paró en los últimos dos años, por las dificultades de financiamiento que atraviesa la Argentina”, dice Jorge Hilbert, asesor internacional del INTA.
Hilbert participó el año pasado del proyecto de Cooperación Digital Global en Biogás, que investigó las condiciones de los mercados en Argentina, Etiopía, Ghana, Indonesia y Sudáfrica. La iniciativa tuvo financiamiento de la Unión Europea, que está interesada en exportar su tecnología en el rubro a países emergentes.
En Argentina, el estudio señaló que hay en funcionamiento 100 plantas de biogás y que el principal potencial para esta energía renovable está en los efluentes de la producción de carne porcina y vacuna y de la industria láctea. La generación de biogás se potenció a partir de 2015, cuando se aprobó una Ley de Fomento a las Energías Renovables. Al año siguiente el gobierno lanzó el Programa RenovAr, por el cual el Estado garantiza la compra de la electricidad generada con fuentes no fósiles.
El ingeniero ambiental Mariano Butti, investigador del INTA en la ciudad de Pergamino, señala “El beneficio de los biodigestores es doble, porque generan biofertilizantes que reemplazan a los químicos, de origen fósil, y porque se ahorran las emisiones de GEI de los efluentes sin tratamiento”. También agrega que gracias al RenovAr se construyeron o todavía están en construcción 36 plantas de biogás de gran escala, que inyectan energía al sistema eléctrico nacional aunque todavía es mucho el camino a recorrer, especialmente para medianos y pequeños productores agropecuarios. “Hoy en Argentina estamos desperdiciando un recurso”, sostiene Butti, quien da ejemplos concretos, como el de Navarro, un municipio ubicado a 120 kilómetros de Buenos Aires, de fuerte perfil agropecuario.“Navarro tiene 20 000 habitantes y 180 establecimientos ganaderos, que suman 38 000 vacas. Hoy generan electricidad local con dos motores a combustible diesel y tiran los efluentes de la actividad ganadera a un río, en lugar de aprovecharlos”.
En 2018 el INTA elaboró un promocionado proyecto para Chañar Ladeado, un pueblo de 6000 habitantes, también en Santa Fe, donde la principal actividad es la cría de cerdos. Gracias a los efluentes se abastecería de biogás a toda la comunidad, que hoy usa gas envasado, pero todo fracasó porque no se consiguió la financiación. A partir de la negativa de financiación Gabriel Nicolino, habitante de dicha localidad instaló un biodigestor en su propio establecimiento, que tiene 200 madres. “Lo hice con ayuda del INTA, un poco por el método de prueba y error, porque en este país es muy difícil conseguir crédito. Estoy empezando a utilizar el biogás como combustible para generar electricidad para el criadero, lo que incluye la calefacción que necesitan los cerdos en sus primeras semanas de vida. La inversión espero recuperarla en el largo plazo”, cerró.