Retoman planes de recuperar la planta de agua pesada de Arroyito
El relanzamiento del programa nuclear requiere la revalorización productiva de la PIAP, la planta más grande en su tipo del mundo, paralizada desde 2017.
La Argentina, el país de las paradojas, posee tres centrales nucleares en funcionamiento que representan hoy hasta un 10% de la oferta eléctrica total y que requieren un elemento clave que se producía hasta mediados de 2017 en la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP). Ubicada en la localidad de Arroyito, a 55 kilómetros de la capital neuquina, es considerada la más grande del mundo en su tipo para la producción de agua pesada, un moderador y refrigerante en los reactores nucleares que apelan al uranio natural como combustible, pero la desactivación del programa nuclear nacional condujo a su paralización y al despido de sus 350 trabajadores especializados.
La planta es propiedad de la Comisión Nacional de Energía Atómica, un organismo autárquico dependiente de la Secretaría de Energía de la Nación, y el relanzamiento de los proyectos como las cuarta y quinta centrales nucleares y la conclusión del reactor de baja potencia Carem pone en la mesa la necesidad de recuperar la provisión nacional de agua pesada y evitar su importación.
El presidente de la empresa Nucleoeléctrica Argentina S.A (NASA), José Luis Antúnez, dijo que “la PIAP tendrá un rol protagónico en el plan nuclear abasteciendo el consumo de agua pesada de las tres centrales que se encuentran en operación, pero por otra parte, producirá la primera carga de agua pesada necesaria para la quinta central y abastecerá luego su consumo cuando se encuentre en funcionamiento”. El histórico referente de la compañía y del sector nuclear se refiere a la reciente confirmación de avanzar en la cuarta central nuclear que llevará el nombre de Atucha II -con tecnología china Hualong de uranio enriquecido- y la recuperación del denominado “proyecto nacional” que continúa la tradición argentina de uranio natural y agua pesada, que había sido dado de baja formalmente a mediados de 2018. Ambas centrales sumarán 1.800 Mw (megavatios) a la potencia instalada, lo cual es prácticamente duplicar lo existente hoy, explicó Antúnez
En ese contexto, el presidente de NASA revaloriza la “importancia estratégica” de la PIAP neuquina al explicar que “no hay en el país otra planta de producción de agua pesada, lo que la constituye en un elemento esencial para el sostenimiento del dominio autónomo y soberano de la tecnología de uranio natural y agua pesada”.
La Planta de Arroyito se emplazó en Neuquén por las características del Río Limay, es uno de los ríos que cuenta con mayor concentración de deuterio (isótopo del hidrógeno), y posicionó a la Argentina como el principal productor mundial de agua pesada grado reactor (99,98% grado reactor), lo que le permitió exportar en distintos momentos a Asia, Europa y Estados Unidos.
Fabián Ruocco, Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo y Asistencia Tecnológica (CEDyAT), el organismo técnico que realizó el Estudio de Impacto Socio-Ambiental para la modernización de la Central Nuclear de Embalse, reseñó que “mientras la saliente gestión de Cristina Kirchner (2015) incluía a China en acuerdos vinculados a la promoción del sector nuclear, el manoseo de la transición de gobiernos terminó por liquidar el proyecto original que consideraba, entre otros aspectos, la construcción de una central nuclear de tipo Candu”.
“Las centrales nucleares de tipo Candu son convenientes para nuestro país, entre otros motivos, por ser una tecnología conocida, probada durante décadas. Con gran participación de la industria nacional, principalmente en lo que respecta al uso de agua pesada, suministro de combustible y componentes metalmecánicos complejos”; precisó el titular del CEDyAT que también colaboró oportunamente en el Plan Estratégico de Nucleoeléctrica 2015-2025. En ese contexto, la Planta de Arroyito fue diseñada y creada en el marco del Plan Nuclear Argentino de la década de 1970, de la mano con un proyecto que incluía la industrialización de los productos primarios y el objetivo de romper con la dependencia de los hidrocarburos, con el gas en particular.
“La tecnología Candu fue la opción para llevar la matriz nucleoeléctrica entre el 15 y 17 %, era la época en que se llegó a planificar la construcción de 8 centrales nucleares, por eso se define la construcción de una Planta de Agua Pesada de 220 toneladas al año lo que permitiría abastecer las centrales pensadas y, posteriormente, el stock técnico de reposición”, recordó Ruocco.
La PIAP comenzó su producción en 1994, lo que permitió otorgar autosuficiencia completa para el ciclo de uranio natural y agua pesada y abastecer toda la demanda de la Central Atucha II, pero a pesar de la necesidad de las tres generadoras en julio de 2017 la planta fue paralizada por decisión del entonces Gobierno nacional que argumentó falta de presupuesto, y un año después se procedía al despido de su personal especializado, en sintonía con lo que ocurría en las empresas Nucleoeléctica, Dioxitek -cuyo proceso de privatización fue recientemente revertido- el Invap y Combustibles Nucleares Argentinos (Conuar), es decir casi toda la cadena de valor nuclear.
Pero a pesar de la actual decisión de revertir la paralización, la Asociación de Profesionales de la Comisión de Energía Atómica y Actividades Nucleares (APCNEAN) que encabeza el investigador y directivo de la CNEA Andrés Kreiner, advirtió recientemente a la Secretaría de Energía que conduce el neuquino Darío Martínez, que después de un año y medio de asumido el gobierno la situación en la PIAP sigue deteriorándose y eventualmente hará necesario importar agua pesada (D2O) de reposición para las centrales por muchos millones de dólares.
Desde la entidad se estima una necesidad para reposición de agua pesada de aproximadamente 12,5 toneladas/año, lo cual tan sólo para los próximos 30 años de vida útil de las centrales implica unas 375 toneladas. La última gran tarea de la PIAP fue la producción de 640 toneladas de agua pesada para Atucha II, años durante los que se marcó un récord con la plena utilización de todas las instalaciones y capacidad operativa. La expectativa era -y es- poder producir otras 600 toneladas para el proyecto de la quinta central de tecnología nacional.
Pero además de que el mantenimiento es mínimo y no alcanza para preservar la PIAP, se destaca que otra tarea difícil de encarar será recuperar la especialización de su plantel, ya que de los 450 trabajadores con los que contaba sólo quedó un centenar y buena parte de ellos se dedica a tareas para los servicios petroleros de la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI).
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