Petroleras intentan volverse verdes
Las estrategias de supervivencia de las grandes compañías pasan por mantener la explotación de los hidrocarburos mientras inician una migración, a diferentes velocidades, a las energías renovables.
Los interrogantes más grandes en esta inexorable e inevitable transición apuntan a las grandes petroleras y su futuro. En el caso del gigante escandinavo Equinor puede estar marcando una hoja de ruta al respecto. “La rapidez con que lleguemos a una verdadera economía sostenible dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo” Participada mayoritariamente por el estado noruego, la anteriormente llamada Statoil, decidió cambiar de imagen para dejar de ser conocida como una de las mayores petroleras del mundo equilibrando su producción de hidrocarburos con la de energías renovables en beneficio del medio ambiente. A partir de allí es que sale su renovado nombre.
Hoy en día la compañía nacional de petróleo de Noruega, es el mayor desarrollador de eólica marina del mundo, con proyectos tan ambiciosos como el Floating Offshore Wind Canarias (FOWCA) con el que espera generar 225 MW de energía renovable con una inversión de casi 900 millones de euros. La compañía ha anunciado que en 2035 estará generando 16 GW de potencia mediante esta tecnología.
La anglo holandesa Royal Dutch Shell está estudiando la posibilidad de desdoblarse en dos empresas para iniciar la migración a las renovables. La estrategia sería aprovechar la coyuntura actual para dar el salto definitivo a algo totalmente ecologico e impulsar un negocio de energía limpia al que poco a poco irían traspasando todos los activos, dejando atrás el del petróleo y el gas. “La sostenibilidad es el nuevo estándar”, afirman desde la compañia.
Todo indica que las energías fósiles han llegado a su fin. Hace más de una década el prestigioso economista norteamericano Jeremy Rifkin, presidente de la Fundación de Nuevas Tendencias Económicas y uno de los mayores expertos en políticas energéticas del mundo, lo dejaba claro: “nos hallamos -dijo en 2010- en los albores de una nueva economía sostenible basada en el hidrógeno y las renovables que cambiará la relaciones sociales, políticas y de mercado, tal y como lo hizo el carbón al comienzo de la era industrial”.
Ya entonces Rifkin señalaba que “La rapidez con que lleguemos a una verdadera economía sostenible dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo”. Para concluir con una reflexión que hoy en día sigue siendo igual de urgente: “La pregunta es ¿a qué demonios estamos esperando?”.
Será cuestión de tiempo y decisión para acelerar definitivamente e intentar salvar el planeta de los daños que pueda causar el difícilmente evitable calentamiento global.