Bolivia ingresa lentamente al mercado mundial del litio
Los depósitos de litio del país, metal usado por la industria mundial de baterías para autos eléctricos, se encuentran concentrados en los salares de Uyuni, Coipasa y Pastos Grandes, ubicados en el altiplano suroccidental a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Aunque parezca detrás de los países que dominan el mercado mundial del litio, Bolivia confía en que su estrategia de industrialización soberana le dará a la larga mayores beneficios que los que percibe actualmente.
El país altiplánico cuenta con las por ahora mayores reservas confirmadas de litio en el mundo, 21 millones de toneladas, que permanecen prácticamente inexplotadas en medio del “boom” del mercado energético que busca vías para liberarse de los combustibles fósiles, sino que tiene también una estrategia.
Esa estrategia le permitirá entrar en escena como productor industrial de bienes terminados, en este caso baterías de litio de alta capacidad, más allá de la materia prima, dijo en conversación con periodistas Carlos Ramos, presidente de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), firma creada en 2017 por el entonces presidente Evo Morales (2006-2019).
De esa riqueza el ciudadano boliviano común tiene conocimiento desde mediados del siglo XX, en particular desde los años “80 y “90 cuando se negoció y finalmente anuló un primer contrato de explotación masiva del litio de Uyuni con la empresa estadounidense Lithium Corporation.
El interés público por el litio revivió durante los gobiernos de Morales al calor de un amplio debate técnico y político sobre cómo aprovechar esa riqueza que comenzaba a ganar protagonismo a escala mundial, pero tras varios tropiezos, proyectos piloto, intentos de creación de tecnología local y hasta contratos fallidos con firmas extranjeras, los planes para el litio solo avanzaron en la definición de que serán desarrollados bajo control estatal.
Este modelo arrancó tímidamente con una planta ya concluida de cloruro de potasio, derivada de las mismas sales de Uyuni, y una fábrica en construcción de carbonato de litio, ambas de mediana capacidad, y debió continuar con ambiciosos proyectos contratados con firmas alemanas y chinas que la inestabilidad política echó al olvido.
“No queremos vender carbonato de litio o hidróxido de litio todo el tiempo; el objetivo es que ese carbonato o hidróxido sirva de base para continuar en Bolivia el proceso de industrialización produciendo cátodos y logrando baterías”, justificó Ramos en referencia a una frecuente comparación entre lo no hecho por Bolivia y lo logrado por Argentina y Chile.
El ejecutivo explicó que los países vecinos han asentado su presencia en el mercado mundial del litio mediante concesiones a empresas privadas que invierten y proveen tecnología para la producción de carbonato de litio, para luego vender a países industrializados como China y Estados Unidos, que fabrican cátodos y baterías.
“El caso boliviano es diferente porque queremos ser soberanos, queremos que la mayor parte de este recurso sea para el país, para los bolivianos y en esto es posible que digan que estamos atrasados, pero cuando se dé el salto va a ser muy beneficioso”, aseguró.
Bolivia espera ingresar al mercado mundial con una producción de carbonato de litio que arrancaría a fines de 2022, en la fábrica que una firma china construye en proximidades de Uyuni, a unos 500 kilómetros al sur de La Paz, prácticamente la misma distancia que la separan de los puertos del norte chileno sobre el océano Pacífico.
La planta de carbonato de litio tendrá una capacidad de producción de 15.000 toneladas anuales, suficientes para producir luego casi 3.000 toneladas finas de litio metálico.
“El 2022 es un año crítico y fundamental, por la conclusión de la planta de carbonato de litio y, principalmente, por la definición del proyecto de EDL. Pero estamos entrando de modo responsable a la condición de ser un participante activo en el litio a nivel mundial”, afirmó Ramos.