El cobre, la «Vaca Muerta» de San Juan
«Bajo de la Alumbrera, con un ritmo de producción similar al de las grandes minas del mundo, produjo algo más de tres millones de toneladas de cobre en 21 años y la cifra que ostenta San Juan es casi diez veces mayor», escribe aquí Eddy Lavandaio.
En una crónica publicada varios años atrás (Huella Minera, 11/08/16) recordábamos que en 1980 la revista Panorama Minero (Edic. Extr. Nº40), con textos en español e inglés, describía dos ambiciosos proyectos de gran minería del cobre que nos auguraban un futuro desarrollo minero e industrial: El Pachón, en San Juan, y el Bajo de la Alumbrera, en Catamarca.
En ambos casos se preveía una integración vertical desde la explotación minera y la producción de concentrados hasta la fundición y refinación para obtener cátodos de cobre y ácido sulfúrico, dos insumos industriales básicos para el desarrollo del país, para la creación de nuevas industrias y miles de puestos de trabajo en provincias relativamente pobres, y para terminar con una crónica dependencia de la importación y de la consecuente pérdida de divisas.
Para nosotros era un verdadero sueño. Pero pasaron los años y recién en 1997 Bajo de la Alumbrera inició la producción de concentrados destinados a la exportación para ser fundidos y refinados en otros países. La soñada industrialización quedó a un lado y 21 años después la mina agotó sus reservas y comenzó el proceso de cierre con las consecuencias económicas y sociales que provoca la baja de un gran emprendimiento cuando no hay otra actividad que lo reemplace o amortigüe los efectos del cierre.
También pusimos de manifiesto que, como resultado de la política minera vigente desde 1993, la exploración realizada en la provincia de San Juan hasta ese 2016 ya había alumbrado la existencia de más de 30 millones de toneladas de cobre metálico contenidos en cuatro yacimientos cordilleranos: Josemaria, Pachón, Altar y Los Azules.
Sin tener en cuenta otros metales que sumarían valor a esos recursos (molibdeno, oro, plata) el haber determinado la presencia de 30 millones de toneladas de cobre en una sola provincia debería generar un entusiasmo comparable al provocado cuando se conoció el potencial hidrocarburífero de la Formación Vaca Muerta.
Para que se tenga una idea de la magnitud que representa ese cobre, recordemos que Bajo de la Alumbrera, con un ritmo de producción similar al de las grandes minas del mundo, produjo algo más de tres millones de toneladas de cobre en 21 años y la cifra que ostenta San Juan es casi diez veces mayor.
Se trata de recursos naturales que debemos aprovechar mediante la integración vertical y transversal de actividades para el desarrollo económico, social y ambiental de la región y de nuestro país. No es exagerado pensar que los recursos ya alumbrados permitirían elaborar planes para los próximos cien años.
Para lograrlo hace falta una política integradora que, con un aporte multidisciplinario, defina las mejores condiciones destinadas a promover o procurar inversiones en infraestructura y en establecimientos productivos primarios, industriales y de proveedores, con un adecuado tratamiento del incremento poblacional. En definitiva, es hacer un plan de ordenamiento territorial en una situación ideal, previa a su desarrollo.
De esa forma procedieron los políticos que a fines del siglo XIX desarrollaron la Pampa Húmeda para transformarla en el granero del mundo. Lamentablemente, hoy en día no parece haber políticos capaces de elaborar y llevar a cabo ese tipo de planificación a largo plazo.
En general, los partidos políticos han dejado de elaborar planes y prefieren exponer promesas de corto plazo. Además, cuando sus candidatos llegan a asumir cargos, juran por la Patria pero en la práctica sus prioridades parecen ser otras, bastante más mezquinas, por cierto.
A eso hay que agregar la acción de ministros que, aparentemente, no leyeron nunca la definición de «desarrollo sustentable» redactada en Naciones Unidas y aceptada por todos los países del mundo, y si la leyeron no supieron entender el verdadero significado económico y social de esa definición. Por ello, no está demás que la repitamos en esta nota …»Desarrollo sustentable es el que permite satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades». Si esta revista llega a manos de algún ministro, sobre todo del ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, sería bueno que la lea y trate de entender el auténtico significado de esa definición.
Pero no tenemos que perder las esperanzas. La realidad económica y social de la Argentina es lo suficientemente mala como para que mujeres y hombres dedicados a la política vuelvan a poner a la Patria como primera prioridad y asuman la responsabilidad que les corresponde para estudiar a fondo los problemas que nos aquejan y lograr los acuerdos que permitan tomar las decisiones que, en la práctica, sean más viables y útiles para beneficio de las generaciones actuales y futuras de argentinos.
Deberían contratar como asesores a profesionales idóneos en cada tema y tendrían que aprender a usar verbos como «consensuar y compatibilizar» en lugar de enamorarse de los verbos «imponer y prohibir».
En principio parece un tema muy complejo y su abordaje debe considerarse como un verdadero desafío que vale la pena aceptar. Como elementos a favor hay que tener en cuenta que el cobre parece tener un gran futuro y que, en la medida que la ciencia y la tecnología avanzan, se van solucionando problemas y muchas cosas se van simplificando.
Un ejemplo puede ser la provisión de agua, bastante escasa en San Juan. Pronto la mina Los Pelambres, ubicada en Chile muy cerca de la mina argentina Pachón, tendrá una provisión de hasta 800 litros por segundo de agua proveniente del océano Pacífico. Con este antecedente, ya no es algo descabellado pensar en importar agua de mar desde Chile para las minas sanjuaninas.
En definitiva, tenemos fe en que nuestros políticos dejen de lado la politiquería barata del clientelismo y el corto plazo para transformarse en estadistas seriamente dedicados a estudiar y diseñar un plan de ordenamiento territorial que siente las bases para el aprovechamiento integral de los recursos cupríferos y generar un desarrollo económico, social y ambiental de la región, particularmente en el mediano y el largo plazo.
Esta esperanza permite soñar de nuevo con la gran producción metalífera y con su integración vertical y transversal en la región de influencia para elaborar desde cobre de alta pureza hasta fabricar cables y componentes eléctricos en la misma zona, dando trabajo a miles de personas y a cientos de proveedores.
Solo hace falta inversión, energía, infraestructura, en el marco de un buen plan de ordenamiento territorial y de políticas adecuadas de largo plazo. No es poco pero es posible si se planifican bien las cosas. Además, tal como dijimos en el 2016 ¡Soñar no cuesta nada!
Fuente: Memo