Por la devaluación, hay 27 plantas de biodiésel paradas y reclaman una fuerte suba de precios
Pymes del sector aseguran que no pueden entregar a las refinadoras y que, de no actualizarse los valores, habría que importar diésel; hay una negociación abierta con la Secretaría de Energía.
Las pymes productoras de biodiésel alertaron que puede faltar el combustible renovable para el corte obligatorio ya que hay 27 empresas paradas por la pérdida “total” de rentabilidad a raíz de que compran insumos en dólares y venden en pesos. En el medio de una negociación con la Secretaría de Energía por el nuevo precio del biodiésel, advierten que la paralización podría obligar a importar diésel, lo que significaría una nueva presión sobre el mercado cambiario.
Federico Martelli
El director ejecutivo de la Cámara de Empresas Pymes Regionales Elaboradoras de Biocombustibles (Cepreb), Federico Martelli, explicó a LA NACIÓN que la ecuación cayó “por debajo del punto de equilibrio” y si hoy producen “pierden plata, ni siquiera pueden cubrir los costos”. Las plantas paradas emplean de manera directa a 2000 personas e, indirectamente, a 10.000. La mayoría de las unidades están en Buenos Aires, San Luis, La Pampa, Entre Ríos y Santa Fe.
Desde principio de año la devaluación del tipo de cambio oficial superó el 100% y el aumento del biodiésel fue del 38%. “No pedimos condiciones especiales; estamos sometidos a una devaluación que nos impide trabajar, es más cara la materia prima que el producto final y es más caro el aceite de soja antes de ser prensado que el biodiésel terminado”, dijo Martelli.
El presidente de la Cepreb subrayó que el corte con biocombustible, por ley, es del 7,5%, pero que en la realidad es del 5% porque las empresas no están entregando el combustible de origen renovable. “Si las pymes no fabrican, el país deberá importar diésel”, advirtió, ya que la capacidad local de refinamiento “está a tope”.
“Entendemos y compartimos la buena voluntad del ministro de Economía de luchar contra la inflación. Vivimos en la Argentina, somos pymes que trabajamos acá y tenemos empleados, pero no podemos ser la moneda de cambio, no podemos pagar los platos rotos de las malas decisiones en macroeconomía”, sostuvo.
En la actualidad, la tonelada de biodiésel está en $360.000 y la tonelada de aceite de soja entre U$S940 y US$950, costo al que hay que agregarle el metanol, la mano de obra y el costo financiero ya que “las entregas se cobran a 45 días”, explicó.
Un piso
La Cepreb se reunió con Federico Bernal, subsecretario de Hidrocarburos -otras cámaras del sector lo hicieron con la secretaria Flavia Royón- y sostienen que “hay buena voluntad” de parte del Gobierno pero advierten que la discusión es sobre “el monto” del aumento. “Nos preocupa que sea de un nivel que no nos permita producir; antes de la devaluación pedíamos 16%, ahora debería ser un piso de 30%”, apuntó.
El ejecutivo subrayó que el biodiésel es un sustitutivo de importaciones y, además, un generador de divisas porque los derivados del biodiésel como la glicerina, se exportan. Hasta el momento no hay suspensiones de personal porque están a la espera de que la Secretaría de Energía les informe la resolución.
La Cepreb, junto con la Cámara Santafesina de Energías Renovables y la Cámara Panamericana de Biocombustibles Avanzados entregaron también una nota a Royón en la que describen que, “sin la urgente actualización del último precio publicado, no resulta económicamente factible en riesgo la continuidad de nuestras empresas y de los miles de empleos directos e indirectos relacionados con la actividad”.
Los fabricantes de biodiésel recordaron que la actividad “aporta al cumplimiento de las metas de ahorro de gases de efecto invernadero comprometidas bajo el Acuerdo de París que tiene un rango superior al de las leyes al ser un acuerdo internacional suscripto por el Congreso-; resultando oportuno también incluir que sin previsibilidad se torna imposible invertir en desarrollo de mejores y más eficientes tecnologías de producción de biodiésel. Se dejan así de observar aspectos socioeconómicos, generando consecuentemente un impacto negativo para las economías regionales donde se encuentran nuestras plantas”.
Fuente: La Naciòn