Medio Ambiente: los combustibles en el nuevo paradigma energético
Para entender hacia dónde se dirige la producción y venta de combustibles en el país, es necesario comprender el nuevo contexto energético global y doméstico.
Ante un escenario de nueva matriz energética, se aceleraron los tiempos para aprovechar la ventana de los combustibles en base a gas y petróleo, con foco en Vaca Muerta.
Hubo un cambio disruptivo de paradigma desde finales del siglo pasado. Se pasó de una situación condicionada por la escasez a otra incentivada por la abundancia de hidrocarburos. Se pasa de condicionar la actividad petrolera por la teoría del “Peak oil “– fecha en que se acabarían los recursos petroleros– a otra en la que el fin de la era del petróleo ocurrirá porque la sociedad global lo dejará de utilizar como combustible por el calentamiento global. Debido al efecto invernadero y los gases que lo producen, se adopta el criterio universalmente aceptado de reducir hasta eliminar los gases de efecto invernadero (GEI).
No obstante ser el metano el GEI de mayor incidencia, la comunidad global decide cargar contra el CO2, el otro importante GEI. Como la actividad antropogénica “combustión de hidrocarburos” es excluyente en la matriz energética mundial, con un 80% y su principal subproducto es el CO2, se decidió eliminar lo antes posible la combustión de hidrocarburos. Es la llamada transición energética hacia el “net zero” o fin de la añeja era del petróleo y, en consecuencia, comienza una carrera contra reloj a nivel mundial para monetizar petróleo y gas antes que, por la caída de sus demandas, dejen de ser negocio.
Hoy los precios de los combustibles están por debajo de esa referencia, no mucho, pero lo están. Foto: MDZ.
Nos guste o no, estemos de acuerdo o no con la incidencia de la actividad del hombre en el calentamiento de nuestra atmosfera -fenómeno que ya ocurrió en otras épocas de la escala de tiempo universal, no humana- es lo que sucederá en los próximos 40/50 años. Después de ese período, se supone, habrá un mercado altamente electrificado con fuentes energéticas renovables y nucleares, tal vez ya con reactores de fusión, donde solo un pequeño remanente de la actividad petrolera se utilizará como materia prima en la industria química.
La comprobación de que en Argentina existen inmensos recursos de gas y petróleo en sus formas de “shale” –segundo a nivel mundial de shale gas y cuarto de shale oil- explotables técnica y económicamente, que servirían para abastecer al mercado local por siglos, cambia dramáticamente la forma de encarar el negocio petrolero en nuestro país.
Afortunadamente el actual Gobierno nacional parece haberlo entendido y está modificando los marcos regulatorios, Ley de Bases, RIGI, DNU 70/2023, etc., adaptándolos al nuevo contexto de abundancia con un plazo exiguo, para aprovecharla lo que se pueda.
De las teorías del autoabastecimiento y protección del mercado interno estamos empezando a aplicar la de “optimización de renta”. Ahora sí entremos al tema combustibles. ¿Cuál debiera se la meta en base a esa nueva realidad del sector petrolero?
Sin dudas, alcanzar internamente precios de import parity, o valor que tendría para un importador en el mercado internacional. Hoy los precios de los combustibles están por debajo de esa referencia, no mucho, pero lo están. Todavía cuesta aceptar que el petróleo es un bien transable internacionalmente, una commodity, después de décadas de intervención arbitraria en los precios del crudo y derivados de los gobiernos, valiéndose de YPF.
Hecha esa necesaria digresión, de los productos y servicios energéticos en nuestro país los combustibles son los que más cerca están del equilibrio, mucho más que las tarifas de gas y de electricidad que fueran subsidiadas y congeladas durante los 16 años de gobiernos kirchneristas. ¿Cuán lejos están los combustibles de su precio de equilibrio? Diría que un 35% móvil, ya que una vez alcanzado debe acompañar la inflación y la devaluación ante el dólar, hoy crawling peg.
¿Qué factores forman ese precio? El valor del crudo que entra en refinerías, los costos de refino, los biocombustibles con cortes obligatorios y regulados todavía por el Estado, los impuestos a los Combustibles Líquidos (ICL) y al Dióxido de Carbono (IDC), que se ajustan trimestralmente por IPC, IPIM, y algún otro índice, y finalmente el valor agregado de expendio en las estaciones de servicio.
El desfasaje actual para alcanzar el import parity lo producen las petroleras al establecer un “pseudo barril criollo” que mantiene el precio del barril en unos 10 dólares por debajo de la referencia Brent a “sugerencia” de Economía, los impuestos que están retrasados en su actualización trimestral y los bíos que también esperan actualización y nueva legislación. ¿Cuándo se alcanzará ese equilibrio que significaría aumentos en los precios actuales en el surtidor? Habrá que preguntárselo a Economía, que decide sobre las variables intervinientes en su formación en función de la estabilización de la macro.
Se debe tener presente que en la actual coyuntura, el objetivo excluyente para el Gobierno es la inflación, su sustento político, y el consecuente equilibrio fiscal.
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Fuente: MDZOL