Actualidad: Expedición Vaca Muerta, fracking y romanticismo
Una visita a “Geonnitus”, instalación sonora que se presenta en el marco del Festival Ruido; se activará de nuevo el próximo sábado y solo tres veces más durante el resto del mes
Podría dejarme llevar por el catálogo de sensaciones y escribir que la partitura para corno francés, trombón y marimba que se ejecuta grabada y se deja oír en una instalación visual y sonora es ominosa, perturbadora, inquietante. Todas esas asociaciones que parecen automatizadas en el observador contemporáneo acaso porque el discurso se repite ad infinitum como las imágenes en uno de esos ascensores espejados de la arquitectura posmoderna.
Pero aún cuando el rasgo clásico, musical, del sonido hace sinestesia con las imágenes que circundan la explotación del yacimiento conocido como Vaca Muerta la tentación de dejarse ir con la distopía ambiental sería errada. La música (lo que tocan esos instrumentos) se entrevera con el ruido (el sonido original captado desde las tuberías, las perforaciones y las explosiones) de una manera que precisa exactitud. Y entonces la compositora Cecilia Castro tiene la palabra: “romántico”. Así, estamos entonces ante la pieza de música electroacústica argentina más relevante en décadas.
La aparición de los instrumentos clásicos en medio de las frecuencias sub low (de ultratumba, bah) que rebotan contra el plexo es de una dimensión tan monumental como la maquinaria puesta en juego para sacar petróleo de las rocas. ¿Será la partitura de Geonnitus el himno (en el sentido del motivo de composición neoclásica) argentino del futuro?
Leonello Zambón es a quien vemos en la foto microfoneando una “anaconda”, las nuevas tuberías de la estepa patagónica. Y es quien tiene las llaves del IF (Instituto del Futuro) como se llama este galpón reciclado en un desierto a metros de la General Paz: bienvenidos a Villa Lynch, donde ya nada crece.
Nada industrial se entiende, nada de lo que hizo de este enclave del conurbano una especie de Sillicon Valley de la pequeña y mediana industria argentina. Zambón está por detrás del diseño de esta máquina muy arraigada en la imaginería steam-punk, o el futuro como distopia victoriana. Una estructura rústica que trae la máquina de vapor al metaverso y hace visible sus entrañas entre rampas de aglomerado donde se montan los parlantes y dos pantallas.
Todo es paradojal (y eso es lo más atractivo de Geonnitus) aquí: Zambón cuenta que antes que llegara el arte (cuando termina la función, como siempre) este lugar era conocido con el nombre de Emprendimientos Ecológicos. Los lynchianos vivían sin embargo aterrados porque en este espacio se fraccionaba tolueno.
Y la cosa podía explotar. Ahora se teme por lo que el fracking pueda producirle a la tierra allá lejos pero muy cerca de inmediato. Como explican los del Proyecto Eco que buscan comprometer al arte con el debate sobre la catástrofe planetaria. Sin embargo mentiría si dijera de esta obra que es “catástrófica”.
La cámara de Julián D’angiolillo, la parte visual del trío, no se queda en las excavadoras sino que da cuenta de un travelling en la tradición de Taxi Driver antes que en La Hora de los hornos, aquel documental. Nos muestra el Eco Hotel Pragma, el Hotel Leonardo Da Vinci y hasta el absurdo bazar “Regionales Peluche” montados a la vera de la promesa de que el futuro de la Argentina está ahí en Añelo, cien kilómetros de Neuquén town.
Y el crítico Pablo Schanton, enlace entre la organización y los artistas, describe Geonnitus (la instalación toda) como algo digno del laboratorio de Neurus. Una obra equidistante entre John Cage y la revista Anteojito o entre el también compositor Luigi Nono y la periodista-activista Naomi Klein.
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Fuente: La Nación