Biocombustibles: Argentina, ante el riesgo de un error histórico
La incertidumbre por la prórroga de la Ley de Biocombustibles enciende las alarmas sobre un grave retroceso en materia de sustentabilidad ambiental y agregado de valor.
En menos de dos meses vence una ley fundante: la 26.093 de promoción de los biocombustibles en Argentina que fue aprobada por amplias mayorías parlamentarias y promovida por el presidente Néstor Kirchner, que en ese momento su Jefe de Gabinete era el actual presidente Alberto Fernández.
Los biocombustibles y las políticas de Estado asociadas tienen en muchas partes del mundo su objetivo principal en el cuidado del ambiente. Los verdes europeos fueron sus principales promotores. Adicionalmente en Argentina le agrega valor a los granos, que somos muy competitivos en producir y muy poco hábiles en sumarles eslabones a la cadena a partir de la débil macroeconomía y políticas erráticas.
Es importante recordar que esta Ley tiene por objetivo contribuir a:
. La reducción de gases efecto invernadero, causantes del calentamiento atmosférico global y el cambio climático
. Reducir las externalidades negativas sobre la salud por el uso de combustibles minerales
. Industrializar la producción agrícola en origen, agregando valor local, promover la innovación y tecnología a lo largo de toda la cadena de valor de los biocombustibles, potenciando la demanda de empleos sustentables
. Favorecer las economías regionales y la radicación de pymes.
. Sustituir importaciones de combustibles minerales, lo que en muchos casos, mejora el balance de divisas.
. Desconcentrar el mercado de combustibles líquidos, que es de tipo oligopólico, casi monopólico: imperfección que atenta contra los consumidores.
Con diferentes materias biológicas se pueden producir productos energéticos como el biodiesel a partir del aceite de soja, o etanol fermentando maíz o caña de azúcar. Con otros productos biológicos se genera biogás. A partir de esa ley y luego de algunos cambios, el gasoil debe contener 10 % de biodiesel y las naftas el 12 % de etanol, partes iguales a partir de maíz y de caña de azúcar.
En soja, solo el 18 % es aceite pasible de ser convertido en biodiesel, el resto es la harina, un concentrado de proteínas usado en los alimentos balanceados junto al maíz. Argentina es el mayor exportador mundial de aceite y harina de soja.
La demanda global de aceite que compite con el de palma, más barato, es menor a la de harina o grano entero, fuertemente traccionados por la gigante China, y por muchos y variados mercados, siendo Vietnam el principal para harina, y la India para aceite.
En Argentina para el etanol de maíz solo se emplea el 3 % del total cosechado, siendo el tercer exportador de grano, exportamos más del 60 % producido, mientras el primero, EE.UU., solo exporta el 17% y Brasil poco más del 30%, al resto lo transforman en etanol, carnes y otros mil productos que se obtienen de este maravilloso grano.
Estos procesos han generado cadenas de valor y productos acoplados como el glicerol, un subproducto del biodiesel, donde Argentina para calidad farmacopea tiene liderazgo. El alcohol en gel es glicerina más etanol. En la elaboración de etanol se desprende el CO2 usado en las gaseosas, que antes provenía de hidrocarburos, y la burlanda, un alimento muy bueno para la producción de carne bovina.
En los últimos años las provincias interesadas en la elaboración de biocombustibles elaboraron un proyecto integral acorde con las necesidades productivas y ambientales. No fue tratada, pero el Senado de la Nación aprobó casi por unanimidad una prórroga a la actual hasta fines de 2024, mientras se estudia una nueva de fondo.
En Diputados, en la última sesión de ordinarias 2020, a último momento no se votó frente a la formal promesa del presidente de la Cámara, Sergio Massa, de que ingresaría en extraordinarias, no solo no ocurrió sino que ahora aparece un misterioso anteproyecto del ministro Kulfas que daría por tierra todo lo avanzado en estos años.
Lo que se conoce de este proyecto redactado de tal forma que solo beneficia a las grandes petroleras, saca al Estado de la regulación y sería un certificado de defunción de las pymes y empresas ya instaladas. Todo a contramano de cómo funciona el resto del mercado de energía. La fundamentación es falaz, arribando entonces a conclusiones que son erradas.
Por ejemplo, se acusa a los bios de incidir en los aumentos de combustibles cuando desde el inicio del mandato legal a diciembre 2020, el aumento de las naftas en salida de refinería superó en un 28 % al aumento del precio del bioetanol establecido por la Secretaría de Energía. También se los culpa del aumento en los alimentos, cuando casi no consumimos aceite de soja, preferimos el de girasol, y la cantidad de maíz utilizada es ínfima tal como dijimos.
Uno de los mayores expertos argentinos, pilar de los biocombustibles y promotor de la ley vigente, Claudio Molina: “Considero que sería un error histórico muy importante si Argentina no consolida su política de biocombustibles, extendiendo la vigencia de la Ley 26.093 primero, y sancionando luego una moderna y nueva ley para los mismos, evitando que se construya un nuevo oligopolio con los mismos. Es insoslayable que el mundo abandona paulatinamente al petróleo y en nuestro país, no ceden las presiones de un pequeño grupo de agentes económicos –que tienen un altísimo poder de influenciar en las políticas públicas- para alargar la vida útil de sus activos más allá de lo que el ambiente y la salud de los argentinos, lo aconsejan”.
La pregunta es quién gana con este proyecto y la respuesta es que no es el sistema productivo, la Vaca Viva, no es el ambiente, no son los miles de empleados por esta cadena, solo unos pocos con gran poder de incidir en algunas políticas públicas, atenta claramente al cumplimiento de las metas ambientales argentinas previstas por el acuerdo de París de Cambio Climático.