Biotecnología argentina: una oportunidad para el desarrollo económico-social basado en ciencia y tecnología moderna
Somos producto del más maravilloso laboratorio biológico: la naturaleza. Hoy se calcula que existen unas 14 millones de especies, de las que apenas identificamos un 13%. Si ni siquiera las identificamos, mucho menos conocemos los diálogos moleculares que estos sistemas genéticos establecen. Ahí mismo, en esos sistemas, están buena parte de las respuestas que nos permitirán enfrentar los grandes desafíos ambientales, sociales y económicos del siglo XXI. ¿Cómo avanzamos en nuevos descubrimientos e investigaciones innovadoras? Biología e informática son las ciencias de este siglo; hermanadas, están generando resultados de gran magnitud. Y todo ello facilitado por la informática que permite manejar la big data que se genera día a día.
La biotecnología es una de las ramas biológicas más fecundas, que se beneficia del cruce de saberes que están transformando nuestra realidad y entorno. Hay muchos ejemplos de uso cotidiano: un diabético que se inyecta todos los días insulina obtenida a partir de bacterias genéticamente modificadas (OGM), como todo el maíz y soja del MERCOSUR que alimenta a un cerdo europeo, vietnamita o local; un medallón de proteína vegetal (símil carne); la vacuna contra el COVID 19; un queso elaborado con la enzima quimosina que, en lugar de extraerse del estómago de un ternero o de una levadura OGM, se obtiene a partir de un vegetal (cártamo); el clon de un caballo de polo; los combustibles; el bioplástico que reemplaza al obtenido de la química tradicional o la basada en hidrocarburos. Todos estos ejemplos, están basados en la biotecnología.
En la Argentina hay una base de conocimientos biológicos que viene nutriéndose desde hace muchos años: tres premios Nobel marcan esa tradición. El primero, de Houssay, fue por descubrir la fisiología de los azúcares y, tal como citamos, los requerimientos de los diabéticos. Pero, además, el territorio nacional dispone del 2% de la biocapacidad del planeta, con una gran diversidad biológica en ambientes, desde desérticos fríos y cálidos a selvas o el mar, que representa dos tercios del total de nuestro territorio. Nuestra población, al mismo tiempo, representa apenas el 0,6% del total mundial.
Diversidad biológica y conocimiento se unen enriqueciendo un ecosistema que ya tiene múltiples resultados y un potencial de gran crecimiento si somos capaces de generar las condiciones que permitan su florecimiento, produciendo desarrollo y sustentabilidad económica, social y ambiental. Esas condiciones estratégicas deben ser producto del consenso de largo plazo; el Consejo Económico Social (CES) y su foro de biotecnología son ámbitos muy apropiados para lograrlo. Potenciar inversiones públicas y privadas que se retroalimentan mutuamente requiere de instrumentos facilitadores y de la conformación de intereses y visiones.
El Foro 3xBIO: El desafío de triplicar las empresas biotecnológicas en Argentina permitió hacer un recorrido de instituciones y empresas, tanto nacionales como internacionales, que buscan unirse para lograr el objetivo de triplicar este sector en la próxima década. En ese sentido, fueron importantes los aportes de los jóvenes que, con su entusiasmo, saber y capacidad de emprender muestran resultados que entusiasman.
Muchos de estos temas son abordados en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), desde distintos ángulos. Hay grupos que trabajan en los aspectos más básicos de la biotecnología vegetal o animal; otros, abordan su papel en una visión más holística como integrante fundamental de la Bioeconomía. Allí el Programa de Bioeconomía viene cumpliendo un rol clave, tanto en la formación de recursos humanos en diversos niveles como en la difusión masiva de estos conceptos. Entre ellos, hay una Diplomatura en Bionegocios Sostenibles y un posgrado con igual temática, así como un novedoso postgrado en Finanzas Agropecuarias y Ambientales.
Para el futuro, vemos que la combinación de un gerenciamiento experto en la fotosíntesis con estas nuevas tecnologías, permitirá desarrollar múltiples campos de la biotecnología como el mejoramiento genético, el estudio de la biodiversidad a escala molecular, los bioinsumos, la edición genética, la biología personalizada, la mejor comprensión de la microbiología, tanto en los cultivos como especialmente en los suelos, los animales o los humanos, con un abordaje que nos lleve hacia una medicina y nutrición personalizada.
Esos bioinsumos producidos por microorganismos, macroorganismos, extractos de plantas o compuestos bioactivos derivados de ellos, están siendo destinados a la producción agropecuaria, agroalimentaria, agroindustrial e incluso agro energética y biorremediación. Son biofertilizantes; biopesticidas, bio controladores de plagas, enfermedades y malezas; y bioestimulantes. Estos productos no dejan residuos tóxicos en el ambiente y tienen un gran potencial para incrementar la sustentabilidad de la producción colaborando en la mitigación del cambio climático global.
Esta combinación de saberes, genera datos e información que permiten al productor tomar mejores decisiones. Y también es un aporte para un aspecto fundamental: el cuidado de los recursos y el ambiente, utilizando menos agroquímicos, agua o energía por cada unidad producida. Hoy ya tenemos menores huellas hídricas y de carbono respecto a nuestros competidores.
Argentina está más limitada por la oferta que por la demanda internacional. Nuestra bioeconomía, la Vaca Viva, puede seguir creciendo en forma acelerada combinando genes, biotecnologías con sensores, programas informáticos, satélites y mecánica, con saberes empresarios y una fuerte interacción pública-privada. Todo de manera amigable con el ambiente. Solo está a la espera de que se depongan prejuicios y generen las condiciones para promover intensamente inversiones que potencien un desarrollo económico-social basado en ciencia y tecnologías modernas.