China y un paso fundacional en la carrera tecnológica de la energía renovable
El presidente Xi Jinping anunció que su país apunta a alcanzar la neutralidad de carbono para 2060.
El 22 de septiembre de 2020, China dio un paso fundacional en la carrera tecnológica de la energía renovable y la movilidad eléctrica y subió un nuevo escalón en su posicionamiento político global. Además, el país dio, de forma lateral, pistas sobre el modo en que abordará las próximas décadas en términos de crecimiento y desarrollo.
Aquel día, el presidente Xi Jinping anunció que China apunta a alcanzar la neutralidad de carbono para 2060, lo cual supone emisiones netas iguales a cero.
La decisión de China tiene en primer lugar fuertes implicancias en materia de mitigación del calentamiento global, dado que se trata de la segunda economía del mundo y el primer emisor de gases efecto invernadero.
Además, subraya el rol protagónico del gigante asiático en la revolución industrial que está asociada al cambio de paradigma energético e implica un fuerte espaldarazo a la agenda economía verde, que está impulsada fundamentalmente por la Unión Europea y que ahora también recibe el visto bueno de Joe Biden en los Estados Unidos.
Adicionalmente, implica una profundización del giro económico del gigante asiático, desde un crecimiento a todo vapor y “cueste lo que cueste” a un sendero de crecimiento más moderado (para los parámetros chinos) y en base a sectores menos intensivos en el uso de la energía.
El anuncio de Xi Jinping en la ONU fue ratificado en octubre en un documento elaborado por el Comité Central del Partido Comunista Chino, reunido para delinear el 14° plan quinquenal (2021-2025), y también en la Asamblea Popular Nacional que está finalizando en estos. Si bien hay nuevas metas concretas para 2025, expertos plantean que faltan precisiones sobre cómo va a ser el rumbo a tomar hasta alcanzar la neutralidad para 2060.
“Más allá de que es positivo de que este plan, reitera el compromiso en relación a la neutralidad de carbono para 2060 y el pico de las emisiones antes de 2030, hay pocas señales de los cambios que son necesarios para alcanzar dicha meta”, advierte Swithin Lui, referente de China del Climate Action Tracker, que depende del NewClimate Institute.
El gran desafío para China es poder conciliar un crecimiento económico que tal vez no sea frenético como en la década pasada pero que va seguir siendo acelerado junto con una fuerte moderación en el uso de la energía.
De hecho, se calcula que el pico de consumo energético llegaría para 2035 y a partir de allí bajaría lentamente. Sobresale la necesidad de apurar la paulatina eliminación de la generación eléctrica a partir del carbón, que es la tecnología más contaminante, así como también su disminución en el uso industrial. Otros ejes serán la continuidad en el crecimiento en energías renovables, el boom de la movilidad eléctrica y la mejora en la eficiencia en el uso de la energía.
Se calcula que en la actualidad la temperatura promedio de la superficie del planeta es un grado superior a la que existía en el período de la revolución industrial a causa de la emisión de gases efecto invernadero asociados en primer lugar a la quema de combustibles fósiles.
El incremento de la temperatura se está acelerando, lo cual se observa en que desde 1980, cada década es más cálida que su predecesora. La emisión de gases efecto invernadero (GEI) han aumentado en promedio 1,4 por ciento anual desde 2010 y en 2019 llegó a un récord histórico, producto de los incendios forestales.
Sin grandes cambios en la forma de producir, consumir y desechar, la comunidad científica coincide en que para finales de este siglo la temperatura estaría unos 3 grados por encima del período pre-industrial, lo cual generaría problemas en la agricultura y la pesca, destrucción física del capital y la infraestructura como resultado desastres naturales más frecuentes y más severos y deterioro de la salud.
En función de ese diagnóstico, el Acuerdo de París de 2015 estableció como objetivo que el aumento de la temperatura respecto del período pre-industrial esté para el año 2100 por debajo de los 2 grados e idealmente quede en 1,5 grados. Se calcula que para arrimar la bocha hacia ese objetivo, las emisiones netas de carbono –relación entre la emisión y la retirada que proporciona el mundo vegetal— deberían ser neutras para 2050.
China es en la actualidad el principal emisor de dióxido de carbono –el CO2 contribuye con el 80 por ciento de los GEI –. El país asiático es responsable por el 29 por ciento de las emisiones globales en 2018, según Naciones Unidas. Sin embargo, la emisión per cápita de China es menos de la mitad que la norteamericana.
China ya se había comprometido en materia climática en el marco del Acuerdo de París de 2015, con objetivos como la reducción de emisiones sobre el PBI en un 60 a 65 por ciento en 2030 en relación a 2005, elevar el uso de energías renovables hasta el 20 por ciento de la energía primaria e incrementar la superficie de bosques.
La IEA (International Energy Agency) estima que el nuevo compromiso exige que el pico de las emisiones de China llegue para antes de 2030 y que a partir de allí decaiga a una tasa de entre el 8 y el 10 por ciento anual. Eso permitiría que la cuenta de CO2 quede neutral para 2050 y la de GEI lo haga para 2060.