Cómo debe encara el país la transición energética con Vaca Muerta
El secretario ejecutivo de Olade destacó la compatibilidad de los recursos de Vaca Muerta en el camino hacia un futuro libre de hidrocarburos.
El secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), el ecuatoriano Andrés Rebolledo, analizó cómo llevar adelante una transición energética justa, los desafíos de la segunda fase de descarbonización para las economías de la región, y la compatibilidad del aprovechamiento de los recursos de Vaca Muerta en el camino hacia un futuro libre de hidrocarburos.
¿Cómo está encarando la región los desafíos globales de coyuntura y de transición energética?
Estamos en un momento de desafíos del sector energético global complejo, muy interesante, pero lleno de oportunidades. La coyuntura de todo lo que ha venido impactando a la economía global en general, en el sector energético, ha vuelto a instalar en los países y en América Latina un concepto un poco rezagado en las prioridades que es la seguridad energética.
Por lo tanto, en un contexto de cambio, de transformación que va a ser persistente, lo que hemos venido enfrentando en la coyuntura tiene que ver con este esfuerzo importante de asegurar los sistemas energéticos, y eso tiene que ver también con una cuestión de largo plazo del impacto climático.
Sin perjuicio que el cambio va a persistir hacia una transformación y una transición a un modelo más sostenible, se impone otro asunto muy importante, que desde Olade tratamos de propiciarlo mucho, que es la integración energética, que también tiene un sentido estratégico.
¿Acomodar esta integración es el paso previo que le permitirá a la región desempeñar un rol exportador de energías al resto del mundo?
América Latina y el Caribe tiene un potencial energético muy diverso, muy complementario, muy rico y muy verde. Y en ese contexto, nuestra región tiene un potencial de inserción en el mundo que la pone en una posición expectante. El 60% de la electricidad que se genera en América Latina es con fuentes verdes, cuando ese promedio es 40% en el mundo. Eso da cuenta de que efectivamente América Latina es el continente de la región más verde del mundo. Pero hay otra característica interesante: Somos proveedores principales de muchos minerales críticos para la transición energética. Litio, cobalto, cobre, níquel, que son hoy utilizados en distintas tecnologías desde la transición energética y por lo tanto también nos pone allí como un proveedor importante para este cambio.
En países mayormente descarbonizados como los de la región, ¿Cuál debe ser la velocidad de la transición y cómo incorporar el concepto de transición justa?
Lo primero que siempre planteamos es que vemos transiciones energéticas, en plural, porque hay realidades distintas, países que somos bien complementarios y ricos, pero que tenemos dotación de recursos energéticos diferentes y por lo tanto las transiciones responden a esas economías nacionales. En segundo lugar, claramente hay energéticos que van a acompañar durante este periodo de transición como el gas natural dado su carácter menos contaminante que otros hidrocarburos, y por lo tanto la posibilidad de utilizarlo como energía base en los mercados eléctricos. En tercer lugar, nuestro continente es el más verde del mundo, pero si uno toma toda la oferta energética de la región, pero hay casi un 70 por ciento de la economía que todavía usa fuentes fósiles y eso básicamente es el transporte y la industria, y ahí se enfoca el esfuerzo que deben hacer los países.
Eso es lo que se detecta en América Latina, se han dado pasos importantes en el cambio en la matriz eléctrica. Ahora hay que descarbonizar la economía como un todo, y esas son las transiciones energéticas 2.0. La segunda fase es descarbonizar estos otros sectores: transporte, industria, incluso sector residencial, que son más difíciles porque hay que hacer cambios tecnológicos importantes porque hay tecnologías que compiten. O sea, hay todavía desarrollos que debemos conocer, pero somos verdes en la oferta total de energía, pero ahí tenemos ese desafío grande para descarbonizar el resto de la economía.
¿Y cómo se observa desde Olade el camino que lleva recorrido la Argentina?
Argentina, en los últimos años, ha dado pasos importantes e interesantes que han generado avances en el sector energético. Cambios regulatorios que han venido sucediendo en los últimos años que también le han dado un impulso a la inversión en sectores tan relevantes como el gas, pero también para la región y el mundo como es Vaca Muerta. Eso le da un perfil importante en términos energéticos, en el contexto global, sin duda. Además, eso ha ido acompañado de un avance interesante en la infraestructura y el transporte de esos energéticos. Pero Argentina tiene importantes recursos de litio que se están desarrollando, produciendo más que otros países, incluso en la región.
Argentina es un país rico desde el punto de vista energético, sin duda tiene dotación diversa de distintos tipos de energéticos y ahora incluso minerales para la transición, y por lo tanto tiene clara vocación para jugar un liderazgo relevante en la región.
¿Con la disponibilidad de los abundantes recursos de Vaca Muerta cómo debería el país encarar la transición?
No hay un modelo en eso, pero hay dos elementos que son centrales. Uno, es la regulación que permita generar los incentivos económicos para la inversión, y en eso también Argentina ha dado pasos y la región en general. En esa planificación armónica de los distintos segmentos del mercado eléctrico es necesario que muchos de estos modelos regulatorios incorporen participación e incorporen una licencia ambiental muy relevante a efectos de que los proyectos sean viables y como variable de éxito para avanzar en renovables. Lo segundo es el financiamiento, en momentos en que nuestros países tienen otras urgencias sociales, donde los recursos son escasos y hay que competir por ellos. Sólo un dato al respecto: En la región como un todo, en un escenario de carbono neutralidad al año 2050, todo lo renovable que habría que invertir tan sólo al 2030 alcanza los 300 billones de dólares, sólo para tener una magnitud de lo que estamos hablando.
Mencionó el tema de la armonización regulatoria. ¿Qué tan disímiles son las normativas energéticas regionales?
Ese es un aspecto menos relevado desde el punto de vista de la prioridad política de lo que debiera ser, por tratarse de un ámbito fundamental de la integración económica y en particular la integración energética. Es relevantísimo tener infraestructura, tener red eléctrica, tener gasoducto e intercambiar energéticos, pero también es fundamental tener normas entre los países que tengan algún grado de coherencia y de armonización. Es clave dar ese paso hacia la coherencia regulatoria en sectores que son, en muchos casos, de frontera tecnológica, y que por lo tanto requieren en estos primeros pasos construir mercados que sean más regionales y no sólo nacionales, en asuntos que podrían ampliar la potencialidad de la región a partir de esa regulación y armonización.
Fuente: LMNeuquen