Crisis climática encarece electricidad e impone cambios en Brasil
Placas fotovoltaicas en un hotel del sureño estado de Santa Catarina. Un ejemplo de la generación distribuida de electricidad que se expande fuertemente en Brasil la última década, gracias a una resolución de la agencia reguladora que estimula a los consumidores a autogenerar su electricidad, como parte del cambio de la matriz energética del país.
Mientras el mundo en general busca renovar su matriz energética para mitigar el cambio climático, Brasil se ve forzado a hacerlo para adaptarse a la crisis climática que ya se instaló en el país debido a la escasez de lluvias.
Será difícil evitar apagones, o incluso un racionamiento de electricidad, hacia octubre y noviembre de este año en el país, ante la merma de los embalses en las regiones del Sudeste y Centro-oeste, que concentran 70 por ciento de la capacidad nacional de generación hidroeléctrica.
“La crisis no empezó este año, viene desde casi una década atrás. El clima cambió el régimen de lluvias, que no volverá a ser como antes. Las sequías ya no son periódicas y alejadas, tienen que ver con la deforestación”, señaló Luiz Barata, ex director general del Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS) y actual consultor del Instituto Clima y Sociedad.
El ONS es una asociación de empresas de generación, transmisión y distribución, junto con consumidores y el gobierno, que coordina y controla toda la estructura que asegura electricidad en este país sudamericano de 214 millones de habitantes.
“La crisis no empezó este año, viene desde casi una década atrás. El clima cambió el régimen de lluvias, que no volverá a ser como antes. Las sequías ya no son periódicas y alejadas, tienen que ver con la deforestación”: Luiz Barata.
En Brasil la fuente hidráulica aporta 62 por ciento de la capacidad generadora total, actualmente de 174 883 megavatios, según la Agencia Nacional de Energía Eléctrica (Aneel), órgano regulador del sector.
Por eso lo que ocurre con la lluvia tiene fuerte impacto en la vida nacional, por sus efectos ambientales, climáticos y también energéticos.
Las regiones más afectadas ahora sufrieron sequías graves en los períodos 1999-2002 y 2013-2015, en un fenómeno que podría reeditarse en 2021, observó Barata, un ingeniero que trabajó en tres empresas estatales del sector y desde 1998 ejerció varias funciones gestoras del sistema, incluso como director general del ONS de 2016 a 2020.
El Sudeste y el Centro-oeste son los principales receptores de la humedad que traen los vientos, los llamados “ríos voladores”, que se originan en la Amazonia forestal, según los climatólogos que estudian el tema. La actual sequía sería consecuencia de la deforestación amazónica que se acerca ya al 20 por ciento del bioma.
Pero las pérdidas hídricas afectan a casi todo el país. La región Nordeste, que es semiárida en su mayor parte, vivió desde 2012 su sequía más prolongada, de seis años en su conjunto y más persistente en algunas partes.
La central hidroeléctrica de Itaipú, compartida por Brasil y Paraguay en el fronterizo río Paraná. En los años de lluvias abundantes en la cuenca, es la central con mayor generación eléctrica del mundo. Con una capacidad instalada de 14.000 megavatios, muy inferior a la de china de las Tres Gargantas, con una potencia de 22400 megavatios. Pero este año la generación de Itaipú caerá mucho por la sequía en la cuenca. Foto: Mario Osava / IPS Brasil perdió 15,7 por ciento de su superficie cubierta de agua, el equivalente a 3,1 millones de hectáreas, entre 1991 y 2020, según un estudio por imágenes satelitales del Proyecto de Mapeo Anual del Uso y la Cobertura de la Tierra en Brasil, conocido como Mapbionas, de una red de organizaciones no gubernamentales, universidades y empresas de tecnología.
El ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, un almirante retirado, reconoció el recalentamiento global como un factor de la gravedad de la crisis hídrica que amenaza el suministro de electricidad. Pero el ministro forma parte de un gobierno que niega la emergencia climática, así como la necesidad de la preservación ambiental y forestal.
Brasil vive “la peor sequía en su historia”, dijo en un mensaje a la nación el 31 de agosto para anunciar incentivos a la reducción del consumo en el período diario de mayor demanda, entre las 17:00 y 21:00 horas, con descuentos en la “cuenta de luz”.
Pero el verdadero empuje al ahorro es un alza en la factura eléctrica, incrementada con tarifas adicionales impuestas por el gobierno de forma creciente desde mayo, cuando empezó el estiaje anual con los embalses en niveles críticos, similares a los de 2001, cuando Brasil tuvo que recurrir a un fuerte racionamiento para evitar un colapso energético.
En aquella época el predominio hidráulico era total, respondía por más del 85 por ciento de la electricidad consumida en el país.
Angra 1 y 2, las centrales nucleares en operación en Brasil, en una localidad costera a 150 kilómetros al sur de Río de Janeiro, con potencias de 640 y 1350 megavatios, respectivamente. Angra 3, en construcción intermitente desde los años 80 al lado de las dos primeras, tendrá la misma capacidad de Angra 2. Foto: Mario Osava /IPS Había pocas centrales térmicas. Desde entonces los gobiernos estimularon la multiplicación de esa fuente, privilegiando la seguridad energética en desmedro del ambiente, al incrementarse el peso de los combustibles fósiles, y de los consumidores, al encarecer el costo de la electricidad.
El alza se debe al mayor empleo de las centrales térmicas y también a la importación de electricidad de Argentina y Uruguay, admitió el ministro. Sus costos decuplican a veces el de las fuentes más baratas, como la hidráulica, eólica y solar.
Para reducir el consumo, y así evitar apagones y el uso de centrales más caras, la reguladora Aneel elevó la “bandera tarifaria”, una tasa adicional sobre cada 100 kilovatios/hora de consumo, a 14,20 reales (2,75 dólares) a partir del 1 de septiembre. Su valor era de 4,17 reales en mayo (0,77 dólares) y fue escalando mensualmente.
La matriz eléctrica se diversificó últimamente en Brasil con las nuevas fuentes renovables. La eólica ya responde por 10 por ciento de la capacidad total instalada y la fotovoltaica por 1,87 por ciento, mientras la térmica, mayoritariamente de derivados de petróleo, subió a 25 por ciento.
Probablemente habrá oferta suficiente para zanjar el estiaje actual, gracias al cóctel de ese incremento de la generación diversificada, las medidas de contención del consumo y una economía que no despega como se esperaba tras el alivio de la vacunación anti covid en una importante de la población.
Las autoridades descartan la posibilidad de racionamiento porque también se dobló la extensión total de las líneas de transmisión desde 2001, lo que permite llevar la electricidad donde falta, y se está negociando con grandes consumidores, principalmente las industrias, para que reduzcan el consumo en los horarios de punta.
La hidroelectricidad dejó de ser la gran apuesta energética en Brasil, en favor de fuentes como la eólica y la solar. De algunos megaproyectos solo quedan viejos carteles, como el de Cachuela Esperanza, una localidad boliviana donde los expresidentes Evo Morales y Luiz Inácio Lula da Silva anunciaron la construcción de una gran central hidroeléctrica binacional sobre el río Beni, que nunca se concretó. Foto: Mario Osava / IPS
Pero los daños, sociales y económicos, ya están hechos. “La energía cara agrava la pobreza, golpea las empresas, incrementa la insolvencia, la inflación y el desempleo”, resumió Barata a IPS por teléfono desde Río de Janeiro.
Además ese proceso no es neutral. La energía cara pesa sobre las empresas distribuidoras que ya enfrentan efectos negativos de la pandemia y la evolución del sector eléctrico.
“Probablemente pedirán correcciones tarifarias el próximo año, pero será un año electoral en que el gobierno rechazará esa medida antipopular”, acotó Roberto Kishinami, coordinador de Energía del no gubernamental Instituto Clima y Sociedad.
Al actual gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro tampoco interesa el racionamiento. “Racionar energía es planificación de medidas racionales, algo ajeno a este gobierno que poco se preocupó de evitar las muertes por covid-19 que se acercan a las 600.000”, acotó a IPS en entrevista telefónica también desde Río de Janeiro.
Ante la complejidad del sistema eléctrico brasileño y de la gestión de una crisis, lo más probable es que ocurran apagones en áreas limitadas, cuya culpa se puede atribuir a actores específicos, apuntó.
“Es más grave que el racionamiento, porque los apagones desorganizan la economía, la vida de todos”, corroboró Barata.
Para evitar ese riesgo y otros daños, el experto cree necesario “reducir compulsoriamente el consumo residencial y del comercio” y así quitarle presión al sistema.
La solución a mediano y largo plazo sería “recomponer los reservatorios de agua con la expansión de las nuevas fuentes renovables y el hidrógeno”, es decir con la energía eólica, solar y otras atendiendo gran parte de la demanda, de manera que se pueda ahorrar agua incluso para otros fines, como el consumo humano, la agricultura y el transporte hidroviario, sostuvo.
Barata prevé que el viento y el sol encabezarán la generación eléctrica en Brasil desde la próxima década. La fuente hidráulica pasaría a ser complementaria, con la función de proveer seguridad de la oferta, papel que hoy ejercen los combustibles fósiles.
“El mundo va hacia las renovables, las centrales térmicas nada resuelven”, sostuvo.
Fuente: IPS Noticias