Crisis energética mundial: Temen que sea de catastróficas proporciones
La alta demanda de energía, los esfuerzos de China por dejar el carbón, las históricas restricciones de infraestructura, los inviernos más fríos, y más.
Las causas de la crisis además de las mencionadas son también: la ausencia de viento en Europa, los huracanes en el Caribe, las sequías en América Latina, la falta de desarrollo de las fuentes renovables en el mundo y el (insuficiente) compromiso por cumplir con las metas de descarbonización del Acuerdo de París.
Las consecuencias son conocidas: parálisis de las economías por una perlesía de las actividades productivas, una escalada de los precios de las materias primas básicas, el encarecimiento del gas natural, el GNL y el barril del petróleo, un aumento de las tarifas eléctricas en los países (desarrollados y tercermundistas), cierre de fábricas e industrias, apagones masivos, transportes y alimentos más caros.
China es consciente de las consecuencias de no cuidar el medio ambiente y, en esa línea, estableció duros planes para alcanzar “Net Zero” en 2060, disminuyendo drásticamente el consumo de carbón. Pero esa meta choca con la necesidad de recuperar los tiempos perdidos por el covid-19. “China necesita más energía para seguir creciendo y, al mismo tiempo, necesita reducir su dependencia del petróleo y el gas de Oriente Medio, Rusia, África y Estados Unidos. Tiene capital, tecnología y es el mayor fabricante del mundo. Tiene minerales y sabe cómo hacerlo”, marcó el último reporte mensual de Ecolatina.
No obstante, la subida de los precios del carbón, el aumento de la demanda de electricidad y la estricta aplicación de las normas medioambientales para reducir las emisiones de carbono generaron una profunda crisis energética en el gigante asiático. Desde hace semanas 20 de las 31 provincias del sureste chino, conocido como el corazón industrial y económico del país, aplicaron medidas de racionamiento energético, con cortes del suministro eléctrico a miles de fábricas y hogares. La respuesta se ve en la disparada de los precios mundiales del acero y el aluminio, los costos internos de los fabricantes chinos de cerámica, vidrio y cemento.
El panorama en Europa también es malo. Se registraron nuevos récords en uso de combustibles para calefacción y generación de energía. Y para peor, no hay stock suficiente para alimentar la recuperación post pandemia y, al mismo tiempo, recargar las existencias agotadas antes de los meses fríos. Apelan a una ayuda de exportadores como Rusia, que aceleran los pasos para mantener los envíos de gas natural, pero se estima que la crisis empeorará cuando las temperaturas bajen aún más.
En este contexto, no fue extraño que los precios europeos del gas subieran casi 500% el año pasado y se estén negociando hoy a nuevos precios récord. El gas holandés alcanzó los 100 euros el megavatio, su nivel más alto histórico. Eso equivale a u$s 190 por barril de petróleo, más del doble del valor de la energía en un barril de Brent. El crudo del Mar del Norte tuvo su récord de u$s 147,50 en julio de 2008.
“Si el invierno es realmente frío, mi preocupación es que no tendremos suficiente gas para el uso para el calentamiento en partes de Europa”, dijo Amos Hochstein, asesor del Departamento de Estado de EE.UU. para la seguridad energética. “No solo será un valor recesivo, sino que afectará la capacidad de proporcionar gas para calefacción. Toca la vida de todos”, agregó.
En EEUU los inventarios de gas están por debajo de su promedio estacional de cinco años. Sin embargo, los perforadores de no convencionales estadounidenses son reacios a impulsar la producción porque creen que perjudica su rentabilidad y desanima a los inversores. La poderosa Industrial Energy Consumers of America ya solicitó que el Departamento de Energía reduzca las exportaciones americanas hasta que los niveles de almacenamiento vuelvan a la normalidad, una medida que podría exacerbar la escasez en el resto del planeta.
En Brasil, los caudales más bajos de la cuenca del río Paraná en casi un siglo redujeron fuertemente la producción de energía hidroeléctrica y obligaron a las empresas de servicios públicos a impulsar las importaciones de gas a un máximo histórico en julio. Las facturas a los usuarios también están aumentando.
El Brent cotizó a u$s 80,75, su nivel más alto desde octubre de 2018. El WTI no se quedó atrás: la semana pasada alcanzó un máximo u$s 76,67, su mayor nivel desde principios de julio. Morgan Stanley predijo un mercado insuficientemente abastecido en 2022, con precios de u$s85. Barclays también elevó su pronóstico para el crudo Brent en 2022, 9 dólares arriba. “El aumento gradual del bombeo de la OPEP+ no cerraría la brecha de suministro de petróleo al menos hasta el primer trimestre de 2022, ya que es probable que la recuperación de la demanda continúe superándose, debido en parte a la capacidad limitada de algunos productores del grupo para elevar su producción”, estimó Barclays.
En un contexto en el que el petróleo está cerca de máximos de tres años, la OPEP+ considera la posibilidad de ir más allá de su actual acuerdo de julio pasado que aumenta la producción en 400.000 barriles diarios (bpd), para recuperar los 5,8 millones de bpd de recortes por la pandemia. Esta semana habrá novedades. Se espera que el aumento sea de 800.000 bpd en octubre.