Cumbre de la COP28 en Dubái: cómo afectan las guerras en Ucrania y Gaza a las acciones climáticas
Tanto invasión rusa como el conflicto entre Hamas e Israel moldearon, en magnitudes distintas, las negociaciones climáticas en las cumbres de la ONU y en las acciones para hacer frente a la crisis.
A pesar de que en la COP28 las discusiones climáticas se llevan la mayor parte de la atención, es inevitable ignorar el palpable clima de tensión que ronda entre los pabellones y auditorios del centro de convenciones Expo Dubái. Y la razón principal es la guerra entre Hamas e Israel.
Pasaron casi dos meses del ataque masivo del grupo terrorista en el sur de Israel, donde asesinó a 1200 personas y secuestró a 240. La ofensiva de Hamas desencadenó la respuesta de Israel con una invasión terrestre y ataques aéreos sobre el enclave palestino, en una de las peores escaladas de violencia en Medio Oriente en décadas.
En Emiratos Árabes Unidos, en el marco de las negociaciones climáticas más gravitantes del planeta, este tema llevó a varios grupos y líderes a posicionarse a favor de uno o del otro, aunque hasta ahora la balanza se inclina más hacia el apoyo a los palestinos, como pasó con el presidente colombiano, Gustavo Petro; el brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, y el rey de Jordania, Abdullah II, que también llamaron a un alto el fuego.
“El destino del pueblo palestino es lo que les espera al sur y a las víctimas de la crisis climática. La mayor parte de las víctimas de la crisis climática se darán en los países que no producen CO2. El éxodo será de miles de millones y tendrá terribles reacciones en los países del norte”, advirtió Petro el viernes pasado.
Otra reacción, aún más extrema, fue la de la delegación de Irán, que no solo se negó a tomarse una fotografía con todos los representantes del mundo por la presencia israelí, sino que abandonó la conferencia. Y aún apoyado por gobiernos como el de Estados Unidos o la Unión Europea (UE), la representación de Israel en estas negociaciones se vio afectada por la guerra: los planes que tenían antes de los ataques cambiaron completamente.
El gobierno israelí afirmó que su delegación a la conferencia se redujo significativamente debido a “eventos actuales” y que el primer ministro Benjamin Netanyahu y sus principales ministros no estarán presentes. Sin embargo, se informó que Israel aún cuenta con un pabellón en la conferencia que se utsará para promover sus nuevas empresas e iniciativas ambientales, especialmente aquellas de las regiones del sur afectadas por la guerra. Algunos visitantes que entran en ese pabellón llegan en son de confrontación, y aunque los responsables responden con diplomacia, la tensión permanece.
Es una situación que pocas veces se vivió en conferencias como ésta. “Hay un tema que se habla mucho en estas negociaciones y es la confianza entre las partes. Y esta situación puede vulnerar todo”, asegura Antonio Hill, experto en negociaciones climáticas del Natural Resource Governance Institute (NRGI).
Según Hill, conflictos bélicos como este provocan cambios en la forma en la que los países se agrupan para negociar sobre la política climática. Sin embargo, opina que en este caso en particular, no será tan determinante como el año pasado lo fue la guerra entre Rusia y Ucrania. “Son casos completamente diferentes si hablamos del impacto en las negociaciones del cambio climático. Por la invasión a Ucrania hubo un aumento en los precios de los combustibles fósiles, que son la raíz del problema si hablamos de la crisis climática”, explica.
Cadena de precios
A diferencia de los territorios palestinos o Israel, Rusia y Ucrania formaban parte de una cadena de mercado energético fundamental para varios países, especialmente de la UE. De pronto hubo escasez donde hacía décadas no había. Esto desembocó en una serie de cambios, primero en los precios de los hidrocarburos, después en los alimentos y en el resto de las cadenas del mercado, porque casi todo requiere de estos combustibles para ser producido.
En Europa se vieron forzados a tomar acciones rápidas, pero antes de solo buscar otras fuentes fósiles, Hill explica que apostaron aún más a la transición energética. “Recalcaron su compromiso para hacer frente a la crisis climática. Se comprometieron no solo a incrementar los niveles de eficiencia energética en la UE para reemplazar la energía que no llegaba más de Rusia, sino que renovaron la inversión en renovables”, añade. Aunque esto no fue lo único que sucedió.
En otras partes del mundo, el efecto de esa guerra apuntó en el sentido contrario. En casos como el colombiano, el brasileño e, incluso, el argentino otorgaron esperanzas a las empresas y países exportadores de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas. Estados Unidos acordó un pacto para exportar y suplir gran parte de la demanda Europea con gas líquido. Incluso, tres meses después del estallido de la guerra, el presidente Joe Biden suavizó las sanciones comerciales que había impuesto a Venezuela. Y para el momento en que llegó la COP27 en Egipto, la agenda climática tenía otro tono.
La ausencia de Rusia en el plenario hizo eco de la situación geopolítica. Sonido que escaló con la presencia del presidente ucraniano, Volodomir Zelensky. “No puede haber una política climática eficaz sin paz”, dijo, y destacó el impacto de la invasión rusa de Ucrania en el suministro mundial de energía, los precios de los alimentos y los bosques de su país.
Para Hill, esta situación solo vino a acentuar una discusión que los científicos climáticos plantearon hace décadas, pero cobró especial relevancia recién un año antes, en la COP26 de Glasgow. Hoy, en Dubái, esta discusión llegó con mucha más fuerza, a pesar de que aún sea demasiado pronto para saber qué resultará el 12 de diciembre, cuando se termine la conferencia y se publiquen los acuerdos debatidos.
Pero en este año, Hill sospecha que en el caso de la guerra entre Hamas e Israel no habrá cambios de aquella magnitud. En cambio, el impacto mayor en esta materia no se da en los debates de alto nivel, o las conferencias de prensa dentro de un centro de convenciones, sino en el territorio: Gaza, Cisjorania e Israel.
Guerra, ocupación y riesgo climático
Toda la región que componen tanto Israel como la Franja de Gaza y Cisjordania es de las más vulnerables a los efectos del cambio climático. Son zonas predominantemente calurosas y con gran parte del territorio árido o semiárido. Y con el cambio climático se extreman el alza en las temperaturas como la falta de agua.
Ambos países han elaborado estrategias para la mitigación de gases de efecto invernadero, y también a la adaptación frente a las nuevas condiciones. En el caso israelí se resolvió con destreza la falta de agua para la agricultura. Opciones de avanzada tecnología como el riego por goteo ya son reconocidos a nivel mundial, además de que el país está alineado con los objetivos de la UE y la perspectiva estadounidense en política climática: busca una progresiva descarbonización de todos los sectores y la adaptación a esta crisis mundial. Antes de la guerra, empresas israelíes de desalinización de agua o de recolección de residuos incluso veían en Gaza un sitio para implementar nuevas tecnologías y mejorar la calidad de vida, pero todo eso quedó frenado.
En la COP28 hay silencio por parte de los representantes en la conferencia a la hora hablar de la guerra y de los efectos que esta provoca en la acción climática. LA NACION trató de contactarse insistentemente con la delegación israelí en la COP28 para hablar de este tema, pero no obtuvo ninguna respuesta.
En cambio, la representación palestina, cuya oficina se encuentra a solo unos pasos de la del Israel en Expo Dubái, no tuvo tapujos en exponer su visión de las cosas. Hadeel Ikhmais es una joven palestina que encabeza la sección de cambio climático dentro de la Autoridad de Calidad Ambiental del gobierno palestino. Ella vive en Cisjordania y explica que la situación palestina, en cuanto a acción climática, ha sido debilitada por la guerra.
Desde el 2016, el gobierno desarrolló un plan de mitigación y adaptación al cambio climático. “Empezamos con una estrategia climática para mejorar la capacidad palestina en cuanto al cambio climático y después nos abocamos al plan de adaptación y los NDC. Pero cuando hicimos la evaluación de expertos pone que la ocupación exacerba la acción climática”, denuncia Ikhmais.
La activista explica que, incluso antes de la guerra, la relación trunca entre las autoridades palestinas y el Estado de Israel dificulta la aprobación de aquellos proyectos. “Cuando tenemos que plantear un proyecto siempre debemos de obtener la aprobación del Israel y el 90% de las veces es denegado”, añade, y detalla que después del ataque terrorista de Hamas y la respuesta del Israel, la situación aletargó la acción climática en Cisjordania y terminó por desmembrar cualquier proyecto parecido en Gaza.
“Empezamos a desarrollar acciones con expertos y actores en Gaza. Y empezamos a trabajar en los diferentes sectores. Incluso tuvimos proyectos financiados por el Global Environmental Facility (GEF). Teníamos una evaluación y un diagnóstico de lo que pasaba en Gaza, pero ahora hay que rehacerlo después de toda la destrucción. Tenemos que pensar en qué hacer después de la guerra, porque no tenemos ninguna comunicación con alguien en Gaza”, señaló.
El diálogo entre las dos partes es nulo, y la preocupación, respecto a la acción climática, es creciente de los dos lados. Sin embargo, por ahora no hay un horizonte más lejano que el de la rendición de cuentas y la disputa de un territorio inundado históricamente violencia.
Fuente:La Nación