El arquitecto invisible
Logra la difícil misión de no hacerse ver, mientras ocupa un espacio destacado. Juan Manuel Olmos tiene un asiento reservado en la traffic que traslada a Alberto Fernández y pasa las horas pegado al candidato en el búnker de la calle México. Peso pesado del PJ porteño, ex legislador, ex director de la Corporación Puerto Madero y ex presidente del Consejo de la Magistratura, Olmos asienta su poder en cuatro patas: una base territorial en un distrito esquivo, un bloque en la Legislatura, influencia en la Justicia y relación con el mundo de los negocios.
Gestión Olmos. El búnker albertista de México 337, en San Telmo.
Las presidenciales de 2019 lo consagraron como el encargado de reunir fondos para la campaña del Frente de Todos. Dueños de laboratorios, desarrolladores inmobiliarios, empresarios con inversiones en Vaca Muerta, top five de ricos argentinos y también bingueros con terminales al otro lado de la polarización; todos contribuyen con el sacrificio que pide Olmos. Tantas veces aliado al oficialismo de la Ciudad, hoy es una pieza fundamental del andamiaje opositor.
EL ADELANTADO. Antes de las PASO, mientras el Gobierno y sus comunicadores afines afirmaban que la candidatura de Fernández no prendía, Olmos gestionó el local de la calle México en el que ahora desfilan políticos del ancho peronismo y panqueques destacados del Círculo Rojo. Además, consiguió la camioneta Hyundai en la que se mueve el candidato del Frente de Todos cuando se dirige a una reunión reservada. El acto que organizó en la cancha de Ferro, el 25 de mayo -a días de que CFK designara a Fernández como candidato-, lo terminó de consolidar como operador todoterreno.
Pese a la especialidad que le reconocen, el abogado que se entiende de memoria con Daniel Angelici también puede cometer errores, producto de las ganas de sumar. Poco antes de las primarias, uno de los hombres de negocios que en las últimas semanas estuvo involucrado en un hecho resonante recibió un llamado suyo para pedirle que aporte al proyecto de Alberto. Curtido en las relaciones con la política, el empresario ya tenía un vehículo en el peronismo para estacionar en las orillas de Fernández. Tuvo que mediar Alberto para curar las heridas entre compañeros.
Según dicen en el albertismo, el lugar que hoy ocupa Olmos en las adyacencias del candidato no quiere decir que haya sido, toda la vida, un hombre de su máxima confianza. Fue hace no tanto, en el momento justo, cuando gestionó un encuentro con el ex jefe de Gabinete, en un restaurante de Puerto Madero, en el que limaron viejas asperezas. Para Fernández, que aprendió a minimizar diferencias, Olmos tiene el sello de garantía de su amigo Víctor Santa María.
¿LARRETA YA FUE? Operador, especialista en el arte de contar votos, con una pata de peso en el mundo judicial, el recaudador designado por Fernández fue el jefe de una convivencia redituable con Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad. Inventó el Nuevo Espacio de Participación para diferenciarse del kirchnerismo y edificó un Bloque Peronista en la Legislatura que vale oro para el jefe de Gobierno porteño. Presidida por la esposa de Olmos, María Rosa Muiños, la bancada del PJ tiene cuatro legisladores que Larreta estima de manera especial: son los que durante casi cuatro años levantaron la mano bien alto para votar las leyes que horrorizan a los diputados de Unidad Ciudadana, un servicio inestimable para la famosa gobernabilidad, similar al que cumplió Sergio Massa para María Eugenia Vidal en la Legislatura bonaerense durante los primeros -largos y olvidados- años del macrismo. No casualmente, antes de que CFK delegara su poder en Fernández, Olmos se había acercado al ex intendente de Tigre.
A simple vista, el macrismo distanció al ex legislador de Santa María, su compadre y socio bifronte, con el que se conocen de memoria mañas y virtudes; tanto como para exhibir cortocircuitos puntuales. Mientras el jefe de los encargados de edificios quedó en la mira del macrismo talibán como dueño de Página/12 y más cerca del kirchnerismo, Olmos era un interlocutor distinguido ante lo más alto del poder amarillo.
Según cuentan en el PJ porteño, su proximidad al oficialismo era tanta como para recibir incluso un mensaje de Macri destinado al sindicalista del SUTERH: le auguraba un futuro sombrío por haberse ganado dos rivales poderosos, el propio presidente y el Grupo Clarín. En el fondo, al ingeniero lo enfurecía Horacio Verbitsky y al holding de Héctor Magnetto, Víctor Hugo Morales. Es historia antigua: Santa María tenía ganado el corazón de Larreta desde los años menemistas, conocía a Silvia Majdalani desde la militancia en el PJ porteño y, ahora sobreviviente, hasta se lo menciona como comprador de un parte del Grupo América. Macri, ya se sabe, recuperó la humildad a la fuerza. Sin embargo, los lazos que unen a Olmos y a Santa María con Larreta alumbran una sintonía fina entre gobierno y oposición en el caso de que Fernández gane y el jefe de Gobierno quede como líder del espacio que hoy encabeza el derrotado en las PASO.
Bendecido. En 1973, Bergoglio lo liberó del pecado original.
PEZ EN EL AGUA. Hijo de una familia de Mataderos, Olmos nació en 1973, tres días después del triunfo apabullante de Héctor Cámpora. Nadie podía imaginar que el apellido del “Tío” le iba a generar, cuatro décadas más tarde, tantos malos sentimientos. El destino quiso que a Jorge Mario Bergoglio, amigo de su familia, le tocara bautizarlo, un vínculo que se mantiene hasta el presente, con acceso privilegiado, y también pesa.
Inteligente, ambicioso y con capacidad para escalar, Olmos debutó como secretario legislativo del PJ a finales de la década del noventa. Había llegado de la mano de Claudia Bello, la secretaria de la Función Pública de los años menemistas, y era entonces un subordinado de Guillermo Oliveri, el ex secretario de Culto de Néstor y Cristina Kirchner que presidía el bloque y hoy está entre los peronistas porteños más cercanos a Fernández. Los memoriosos afirman que aprendió el oficio de las elecciones con Vicente “Pipo” Brusca, histórico dirigente del peronismo de la ciudad que se destacó en tiempos de Carlos Grosso y ocupó después un sillón en la Auditoría General de la Nación.
Sobre el final de los noventa, el abogado que hoy tiene clientes de lo más distinguidos y preside el Instituto de Políticas Públicas de la Ciudad ingresó al viejo local del PJ de la Ciudad, en Avenida de Mayo 1212, justo cuando en sus oficinas ingresaban las primeras computadoras de la historia. Un curso de Dbase, una voluntad única para colaborar y la decisión de listar los padrones le permitieron moverse como pez en el agua donde mandaba Carlos Corach y convivían futuros macristas como Miguel Angel Toma, Cristian Ritondo y Diego Santilli con albertistas de WhastApp como Jorge Argüello, Alberto Iribarne y Eduardo Valdes.
Ocupar el cargo que fue de Zannini, cuidar la firma del Presidente y ser el arquitecto jurídico de un gobierno peronista podría ser uno de los mejores premios para el todo terreno del ex jefe de Gabinete.
Mucho más tarde, Olmos tejería una alianza con el radical Angelici para repartirse los cargos destacados en la justicia porteña y proyectarse hasta la presidencia del Consejo de la Magistratura. Aliado del presidente de Boca, siempre despreció a Germán Garavano, una enemistad que se prolongó hasta los años de Macri en la Casa Rosada. El choque frontal del actual ministro de Justicia con el binguero que opera en el terreno judicial fue lo que, en 2011, le permitió alzarse con el premio mayor.
Su versatilidad era tanta como para que incluso Carlos Zannini lo comprara como aliado en un terreno pantanoso y lo designara como apoderado del partido en los años del cristinismo final. Hoy el ex secretario de Legal y Tecnica de CFK lo visita sin que a Fernández le genere molestia. Ocupar el cargo que fue de Zannini, cuidar la firma del Presidente y ser el arquitecto jurídico de un gobierno peronista podría ser uno de los mejores premios para el todo terreno del ex jefe de Gabinete. Irá donde lo demanden, según le dice a su entorno, aunque su objetivo de vida es rendir tributo a la escuela de Juan Carlos “El Chueco” Mazzón, el último operador que tuvo el PJ y acompañó a Néstor Kirchner hasta el final.
Laderos. Olmos y Santa María, ilustres del PJ porteño que rodean al candidato.
BUENOS VECINOS. El ex legislador no sólo se ocupa de recolectar fondos y tender lazos con el mundo empresario. Además, como Santa María, tiene intervención en la campaña del candidato a jefe de Gobierno porteño, Matías Lammens. Su apuesta era postular a Mariano Recalde, el camporista con el que hace algún tiempo selló una alianza que disgustó a Santa María. Pero su influencia no llega a tanto y fue Fernández el que eligió al presidente de San Lorenzo. Eso no quiere decir que Olmos no experimente sentimientos contradictorios y que no se le escapen comentarios piadosos, como el que se escuchó hace algunos días en el búnker de México. “Pobre Pelado”, dicen que dice cuando ve el esfuerzo de Larreta por zafar de la ola anti Macri. La lucha del alcalde por la supervivencia le parte el corazón. Está convencido de que su jefe de hoy juega a fondo para ganarle al alcalde que busca, tarde, despegar de Macri. En la zona franca del macrismo, repite, otra vez habrá ballotage.
Fuente: Letrap