El crudo vale menos que nada. ¿Bajará la nafta?
Centenares de barcos están ahora en el agua llenos de petróleo, al igual que miles de kilómetros de caños utilizados para trasladar el crudo no pueden ingresar ni una gota más en las tuberías. La infraestructura logística internacional, diseñada para llevar las cosas de un lugar a otro, tiene otro uso desde la pandemia: son lugares de almacenamiento a la espera de tiempos mejores.
En parte, eso explica la caída del precio del petróleo, que en algunas transacciones a futuro llegó a valer menos que cero hoy. Es como si uno fuera a la verdulería y le pagaran por llevarse un kilo de manzanas. ¿Puede pasar eso en la estación de servicio al momento de llenar el tanque? La respuesta corta es que no, aunque hay que agregarle explicaciones y condicionalidades.
La caída del precio del crudo que altera al mundo es del WTI en las negociaciones a futuro. Primera aclaración: la Argentina toma como referencia al Brent, propio de Europa y orientado a la baja, pero con un camino distinto al primero.
Los analistas insisten, además, en que la baja de hoy puede ser el repunte de mañana, porque no hay que hacer cálculos con base en papeles que están por vencer ni toman en cuenta la realidad del mercado físico del crudo, el que manda, a su vez, en los precios de las naftas y el gasoil. Lo mismo que hoy no vale nada cotiza a unos U$S20 para junio.
En esta ocasión sucede que lo que pasa en el Río de La Plata, en el Golfo San Jorge o en Luján de Cuyo también ocurre en Cushing, Oklahoma, punto de entrega para los contratos de futuros. Como nadie consume y las empresas todavía producen, no hay allí lugar para almacenar.
«Más allá de la caída de hoy, creemos que el impacto a la baja no va a ser inmediato en el precio del surtidor en la Argentina, asegura Vicente Impieri, presidente de la Federación de Empresarios de Combustibles de la República Argentina (FECRA).
La política local tiene una relación particular con el valor del crudo. No le gusta que suba más de lo previsto porque afecta el bolsillo y el humor del consumidor, pero tampoco que se desplome porque recorta la actividad y pone en juego el empleo, en especial en la Patagonia.
«Hay una negociación pendiente entre las petroleras y el Gobierno por un precio de barril criollo que será clave para la ecuación del negocio petrolero en el país. Un barril criollo a US$45 cuando hoy ronda los 26 dólares, sería inviable. El contexto inflacionario y la carga impositiva del litro de nafta no permite una baja inmediata en el precio local de los combustibles en línea con lo que pasa con el barril internacional», estima el titular de Fecra.
En un mercado regulado por la oferta y la demanda, una situación como la actual llevaría a que la producción de petróleo, de naftas y de gasoil cayera hasta un nivel tan bajo que volviera a estar equilibrado con los compradores y así, aumentaría el precio. Plantear esa discusión en la Argentina llevaría a dibujar escenarios dramáticos.
La cuarentena desplomó la venta de combustibles a niveles inéditos. La demanda de gasoil cayó más del 50% y la de naftas, en torno del 80%, explicó el exministro de Energía, Juan José Aranguren, ante la consulta de LA NACION. Las refinerías llevaron al mínimo su producción y están amenazadas con tener que parar. «Eso implica costos enormes, no sólo por lo que dejan de facturar, sino debido a que luego lleva trabajo volver a regularlas para que produzcan con las especificaciones adecuadas», recordó.
Como casi nadie compra naftas hoy, la discusión por el precio dejó de ser relevante desde la mirada de los dueños del negocio, más allá de que en el país operan mecanismos para sostener el valor. Si quisieran cumplir con las normas del mercado, los petroleros deberían liquidar la mayor parte de la infraestructura que será indispensable cuando pase el coronavirus. Un petrolero de larga trayectoria señala que en el país resultaría ridículo, además, vender nafta menos de lo que cuesta hacerla.
En la Argentina, el mercado es libre en los papeles, pero en la práctica tiene un regulador particular. Es YPF, la mayor empresa del rubro, cuyo control está en manos del Estado. De manera que si la compañía decidiera subir o bajar los precios, el resto debería tarde o temprano acompañarla.
El Gobierno, sin embargo, aprovechó el tembladeral de las estaciones de servicio. A principios de abril aumentó 5% los impuestos. La suba fue absorbida por las empresas porque en este contexto, no tiene sentido subir los precios.
Fuente: La Nación.