El desafío de persistir en las energías limpias
Los análisis más recientes muestran que las crisis del 2020 impactarán en el uso de las energías limpias, por simples razones prácticas. Lo que no implica que ese escenario deba ser estrictamente una mala noticia en la que no se pueda intervenir.
El desplome petrolero, la recesión global y la incertidumbre sobre la magnitud de la pandemia de la COVID-19 reabrirán el apetito por la energía fósil más barata y aplazarán inversiones en las renovables, afectando a las metas del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Los países del Sur, y en particular los exportadores de petróleo, se verán afectados como proveedores para economías que retroceden y como requirentes de inversiones en energías limpias, en un mundo que competirá rudamente por la recuperación con costos bajos, advirtieron los especialistas.
Las crisis, “en vista de la abundancia y bajos precios del petróleo, lejos de acelerar un cambio de era, dejando atrás los combustibles fósiles y abrazando las energías renovables, pospondrán por un largo tiempo esa búsqueda retratada en los ODS”, aseveró el experto petrolero venezolano Elie Habalián.
El ODS 7, que propone energía asequible y no contaminante, tiene entre sus metas “aumentar considerablemente la proporción de energías renovables en el conjunto de fuentes energéticas” a las que recurre el planeta.
Calza con el Acuerdo de París sobre el cambio climático, suscrito en 2015 y que entra en vigor a fines de este año, donde se incluyen medidas de transición energética: contribuciones nacionales que reemplacen las energías fósiles por las más limpias, con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, para contener el incremento de las temperaturas en 1,5 grados centígrados.
Esos compromisos se confrontan con el impacto de la pandemia del coronavirus, causante de una recesión del tres por ciento de la economía mundial en 2020 y de seis puntos en grandes países del norte, como Estados Unidos, y del Sur, como Brasil.
Con ese pronóstico “pareciera que los esfuerzos de los gobiernos tenderán a sostener y profundizar el sistema extractivista, hidrocarburos incluidos”, dijo la investigadora argentina María Marta Di Paola, de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales.
En 2018, según la transnacional británica BP, el consumo mundial de energía primaria (disponible en la naturaleza antes de ser transformada) fue de 13.865 millones de toneladas equivalentes de petróleo (MTEP), con predominio de las fuentes fósiles: petróleo 33,6 por ciento; carbón 27,2 y gas 23,8 por ciento.
Más limpia, la hidroelectricidad representó 6,8 por ciento y las energías estrictamente consideradas renovables (solar, eólica, geotérmica, marina y biomasa) apenas aportaron 561 MTEP, 4,04 por ciento.
El Acuerdo de París, destinado a adaptarse y mitigar la emergencia climática, supone que los países en desarrollo demorarán más en cumplir lo pactado y que las reducciones a que se obligan se realizan sobre bases de equidad y en el contexto de su lucha contra la pobreza y por el desarrollo sostenible.
Sin embargo, ante las crisis provocadas por la pandemia de la COVID-19, muchos de los 196 países firmantes, “buscando aprovechar la capacidad instalada y regular impactos en el empleo y el consumo, flexibilizarán normas ambientales y desaprovecharán la oportunidad de comenzar una transición energética limpia, justa e inclusiva”, dijo Di Paola.
El desafío de persistir en la utilización de las energías limpias, ante un escenario crítico, deberá ser parte de la agenda postpandemia.
Fuente: El Diario de la República.