El petróleo del Amazonas, detrás de la tensión militar de Brasil con Francia
Los militares brasileños analizaron la posibilidad de una intervención militar de la potencia europea desde la Guyana Francesa, con la excusa de preservar el Amazonas.
Francia se tornó hipótesis de conflicto para la élite militar brasileña en los próximos 20 años. Esta definición, publicada como una de las conclusiones centrales de una encuesta entre 500 oficiales top de Brasil, es en verdad una simplificación que esconde una realidad profunda: la geopolítica del Amazonas, que es el foco histórico de la preocupación militar en este gigante sudamericano. Primero, porque 60% del territorio brasileño está ocupado precisamente, por la selva amazónica. Pero también por la incuantificable riqueza mineral: hierro, manganeso, cobre, aluminio, zinc, níquel, cromo, titanio, fosfato, oro, plata, platina y paladio, son parte de ese patrimonio. A eso hay que añadir: diamantes, esmeraldas y otras piedras preciosas.
La fortuna escondida bajo la selva incluye también petróleo, causa de las guerras modernas. Hace más de 30 años que Petrobras explota yacimientos en Urucú, en el corazón de la floresta tropical. Y hay reservas en el delta del río Amazonas, que pretende operar la francesa Total.
Entre los altos mandos de las Fuerzas Armadas de Brasil, domina una convicción reflejada en el «Escenario de Defensa 2040», que elaboró el ministerio de Defensa y que se realizó en base a los 500 entrevistados por la Escuela Superior de Guerra. Creen que Francia irá a «formalizar un pedido de intervención de las Naciones Unidas» en la región amazónica y que posicionará fuerzas en la Guyana Francesa, su colonia de ultramar que limita con Brasil. Es lo que reveló un documento filtrado por el diario Folha de Sao Paulo.
A propósito de esto, los analistas recordaron la Guerra de la Langosta, como la prensa llamó al conflicto diplomático entre París y Brasilia que ocurrió entre 1961 y 1963. Esa «batalla» se originó en la captura ilegal de langostas de mar por barcos franceses que pescaban en aguas territoriales del Nordeste brasileño.
La prospectiva geopolítica regional contempla a Venezuela. Por un lado, esboza el teatro de una eventual invasión de Guyana por Caracas y reconoce, aunque implícitamente, el poderío del sistema de misiles del régimen. Pero también presupone a futuro que podría haber una intervención militar venezolana en Roraima, estado brasileño limítrofe con el país caribeño. En ese caso, Brasil sería salvado gracias al desarrollo de un escudo anti misiles, con tecnología de Israel y Estados Unidos. En las especulaciones del informe militar, figura una eventual batalla contra Santa Cruz de la Sierra (o sea Bolivia), a propósito de una supuesta expulsión de brasileños por parte del gobierno boliviano.
La Argentina es tratada con delicadeza. Desde luego, la oficialidad brasileña abandonó la antigua hipótesis de conflicto: desapareció definitivamente después de los acuerdos celebrados entre los ex presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney. Aun así, hay una prevención: que se instale una base militar china en el sur argentino.
Frente a esta escenografía, los primeros en responder al dossier de las FFAA brasileñas fue el gobierno de Francia. A través de un tuit de su embajada en Brasilia, replicó: «Es frecuente este tipo de escenario en todas las fuerzas armadas del mundo. Nosotros saludamos la imaginación sin límites de los autores de ese informe».
La lógica respuesta no es suficiente sin embargo para disimular que el presidente Emmanuel Macron había dicho en agosto del año pasado, a propósito de los incendios forestales en la selva brasileña: «Nuestra casa está en llamas. El Amazonas, que produce 20% del oxígeno del plantea está bajo el fuego». Y a continuación describió los acontecimientos como «una crisis internacional que debe ser discutida por el G7».
Según el profesor Augusto Texeira Junior, investigador de la Escuela de Comando del Estado Mayor del Ejército, sostuvo sobre el intercambio de «descortesías» entre el presidente Jair Bolsonaro y su colega Macron, que sucedió al hecho: «Los actores del gobierno brasileño sustentan un relato calzado en los pilares de la soberanía del Estado; mientras que representantes de la opinión pública internacional ven al Amazonas como un bien público mundial».
En síntesis, «para Brasil es clave el mantenimiento y la defensa de la selva amazónica como patrimonio soberano». Y para el Mundo, los incendios de la selva representan un problema de seguridad global.
Para mostrar que su gobierno no ignora la importancia de la Amazonia en el clima mundial, en enero último el presidente Bolsonaro creó el Consejo del Amazonas y designó al frente del organismo al vicepresidente Hamilton Mourao. El objetivo del nuevo ente es garantizar «la protección, la defensa y el desarrollo sustentable» de la floresta. Al mismo tiempo decretó la creación de la Fuerza Nacional Ambiental, entidad policial. Sus palabras fueron, en ese momento, dirigidas al frente interno: «La selva nos une. El Amazonas nos pertenece».
¿Cuál es el resultado? Por ahora muy poco promisorio. En enero hubo un récord de áreas selváticas en peligro. Según el Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE), que monitorea los incendios, en enero último 284 kilómetros cuadrados de la selva estuvieron en llamas. Es el mayor índice de la serie histórica para ese mes. Y representa un aumento de más del 108% respecto de enero de 2019, el año del escándalo internacional. El científico Carlos Nobre, que integró el Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (de las Naciones Unidas), se alarma: hay un riesgo concreto de desforestación, vía incendios, que supere a la verificada en 2019.Hace tres días, Bolsonaro envió al Congreso un proyecto de ley que permitirá el «aprovechamiento de recursos hídricos y de minerales en tierras indígenas».
Aun cuando no se conoce la totalidad del texto, arrecieron las críticas a la iniciativa. Pero las Fuerzas Armadas brasileñas tienen otra preocupación: en una conferencia realizada en noviembre, entre el Ministerio de Defensa y el Gabinete de Seguridad Institucional, el eje volvió a ser «la defensa y protección del Amazonas Brasileño». Lo interesante, en ese foro, fueron los problemas trazados por los propios militares para llevar a cabo esa misión. «Hay una dificultad logística. Las distancias son enormes y solo pueden ser recorridas por aviones o barcos. Son más de 9.000 kilómetros de fronteras con cinco paíse s del oc cidente sudamericano». Para eso hace falta presupuesto y no es lo que sobra.A modo de epílogo, figura entre las suposiciones militares la mención a una eventual instalación de bases norteamericanas en la región amazónica. Son las rémoras de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Amazonas se convirtió en un área de interés de Estados Unidos.
Fuente: LPO.