El sector energético necesita realismo y efectividad
Yacimiento de Gas Natural, de Pampa Energía, a pocos kilómetros de Cutral Co Plaza Huincul dentro del Área de Vaca Muerta.
La pregunta que se hace con más frecuencia a los especialistas energéticos en nuestro país es: “Dada la coyuntura internacional que incluye la guerra entre Rusia y Ucrania, ¿cree Ud. que Argentina podría aprovechar esta situación con la exportación masiva de hidrocarburos de Vaca Muerta? La segunda pregunta es: ¿cree Ud. que los subsidios energéticos disminuirán en 2022, según lo pactado con el FMI?
La respuesta a las mismas requiere indagar en el primer caso en la geología, en la dotación real de recursos energéticos y en la factibilidad física económica y comercial de cumplir el cometido. En el segundo caso, en cambio, la respuesta requiere analizar la real voluntad política de la administración para reducir los subsidios. La respuesta entonces deberá provenir de la técnica; pero también de política.
Una respuesta positiva a ambas preguntas estaría indicando que Argentina se encamina en una senda de superación de sus problemas económicos crónicos: la inflación doméstica y la limitación al acceso de divisas. En cambio, la respuesta por la negativa llevará a muchos en la desesperanza de la cruda realidad.
Me propongo en este artículo contestar ambas preguntas. En lo relativo a los subsidios energéticos de 2022 es imposible que los subsidios disminuyan respecto a los 11.000 millones de US$ de 2021. El crecimiento de los mismos en el primer trimestre del año de 190% respecto al año anterior nos dice que el gobierno no controla esta variable.
Este año habrá una fuerte alza que se funda en dos cuestiones: 1) la suba de los precios de las importaciones de gas para este año que cuadruplican los vigentes en el año 2020; y 2) el retraso con disputas irresueltas de la actualización tarifaria programada.
El Presidente de la Nación en su gira europea de mayo hizo declaraciones que contestarían la primera pregunta. Ante el presidente del Gobierno de España – afirmó según un cable Télam del 10 de mayo – que existe la posibilidad de que “Argentina se convierta en proveedora estable y segura de alimentos y energía” para con el mundo en el contexto de la guerra; y en términos similares se expresó ante el canciller alemán Olaf Sholz, el 11 de mayo, según el medio Redaktions Netzwerk Deustchland (RND).
La guerra es un hecho del presente en pleno desarrollo que podría generar una demanda de petróleo y gas natural hacia terceros países si es que se reconfigurara el suministro energético europeo. En esta hipótesis, debería quedar claro que Argentina no podría abastecer en lo inmediato ningún suministro gasífero (por carecer de volúmenes de producción; infraestructura de transporte, instalaciones de licuefacción y puertos para exportar GNL) como para substituir -aunque sea mínimamente- el suministro ruso a Europa, que al inicio de la guerra, era el 40 % del consumo europeo.
Es necesario asumir que Argentina no es exportador de gas en la actualidad; sino que importa alrededor del 25 % del total de gas que consumimos. Lo obvio es entonces que no somos, ni seremos, un oferente serio de gas para Europa ni ahora ni en los próximos 5 años por lo menos. La conclusión es que si Rusia fuera reemplazado como principal suministrador de gas europeo, Argentina no juega en el primer tiempo.
Respecto al petróleo, cuya exportación no tiene las complejidades del gas natural, debemos puntualizar que nuestro país tiene un modesto excedente exportable que se estima con datos de 2021 en unos 65.000 barriles por día. Esta cifra disponible en lo inmediato apenas representa el 2 % de las importaciones europeas de petróleo ruso; una cifra realmente insignificante.
De las afirmaciones anteriores se deduce que no es realista afirmar, como lo hizo nuestro presidente, que Argentina pueda ser proveedor estable y seguro de Energía para Europa. No debería ponerse en duda que Argentina es efectivamente un proveedor estable y seguro en alimentos.
Las afirmaciones presidenciales erradas, nos dan pie para replantear un interrogante sin respuesta: ¿qué debería hacer la Argentina para generar una oferta –de magnitud suficiente- para substituir una parte de los hidrocarburos europeo que actualmente es suministrado por Rusia, en el caso de una reconfiguración de los suministros?
Contestar esta pregunta por la positiva requiere de un cambio copernicano en la política energética argentina con respecto a muchas de las políticas, ideas y cursos de acción utilizados en el presente siglo.
La propuesta debería incluir como mínimo un conjunto de acciones inmediatas que deberían ser impulsadas con un “acuerdo político” que supere la actual grieta paralizante.
Esas acciones incluyen la “certificación de reservas comprobadas” de las actuales concesiones de hidrocarburos de Vaca Muerta; incluyendo la declaración de comercialidad de esas reservas por parte de los actuales concesionarios. Y la contabilización de las mismas por parte de la autoridad de aplicación de la ley 17319. El acuerdo político debe incluir la eliminación de todos los subsidios a la oferta y fijará precios internos de los hidrocarburos alineados con la paridad de exportación.
Sería necesario que las empresas concesionarias y el gobierno nacional articularan un “programa-compromiso auditable” de producción decenal para el periodo 2023-2030, que incluya las exportaciones para dar previsibilidad a los actores del mercado y a las provincias concedentes a todos sus efectos. Sobre esto todavía no se ha hablado en serio en el país.
Fuente: Jorge Lapeña, ex secretario de Energía y presidente del IAE “General Mosconi” para Clarín