Energía: China no come vidrio, aunque lo indique Greta
Por Carlos Andrés Ortiz Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
La jovencita del impostado ceño fruncido y mirada pretendidamente dura, Greta Thunberg, manifestó su descontento y preocupación pues China no sigue sus “severos” dictados, según trascendió.
Por supuesto, sería bueno investigar que pergaminos puede acreditar la muy mediática joven sueca, para respaldar sus admoniciones y sus prédicas “urbi et orbi”; como también poder constatar que sectores del poder mundial le facilitan tantos espacios y dan tanta cobertura a sus dichos y sus gesticulaciones.
Algo similar puede decirse respecto a las muy activas ONGs ultraecologistas transnacionales, las que no por casualidad tienen sus sedes formales y operativas en potencias del Sector Atlantista u otros países vinculados a aquellas.
Lo que parecería alarmar e irritar a la mediática activista ecologista, es el hecho que China, como también Rusia, y otros países no alineados con el Atlantismo, no evidencian tomar como “mandatos” ni verdades reveladas, las severas opiniones “conservacionistas” de la jovencita sueca.
China, según trascendió, hizo saber que sus niveles de polución emitida per cápita, son sensiblemente menores que las de otras potencias, básicamente y no por casualidad, las del núcleo duro del Atlantismo (grupo geopolítico formado por el bloque EEUU – Canadá; más la Unión Europea, y Japón).
Lo concreto es que China se maneja con criterios propios, priorizando su desarrollo socio económico, con el cual logró eliminar completamente sus tremendas hambrunas masivas que desde larga data, asolaban a su población; y por cierto además se posicionó como una de las grandes potencias mundiales.
Y no es que China desprecie el cuidado ambiental, solo que no deja que determinadas pautas, divulgadas como pretendidas imposiciones globales, sean las excusas para imponerles medidas y políticas de dudosa positividad o probada negatividad, como frenar su desarrollo o apostar en forma desmedida por las poco eficientes energías eólica y solar.
China sabe, por experiencia propia, que la peor contaminación es la que genera la miseria. Y de esa logró salir exitosamente.
China necesita imperiosamente crecientes y enormes cantidades de energía eléctrica, para mover su gigantesca economía y sus cuantiosas necesidades sociales. Para eso, China apuesta a todas las fuentes de generación disponibles, acentuando sus producciones de insumos energéticos básicos, como son petróleo, gas, carbón y uranio, además de la “hulla blanca” que es la hidroelectricidad; y con seguridad también incluye los biocombustibles en su matriz de energéticos.
Utiliza también las “renovables” eólicas y solares, pero no comete el dislate de pretender que sean la base de su matriz eléctrica, tal como le “vendieron” los ultra ecologistas a Alemania, con un estruendoso fracaso, ocultado con sordina por los medios masivos y las muy activas ONGs “ecologistas”, con sus jugosos presupuestos.
Por fuertes presiones de grupos ultra ecologistas, Alemania tiró por la borda su excelente tecnología nuclear, una de las más confiables del mundo. Y no solo paralizó su plan nuclear sino cerró anticipadamente sus varias centrales nucleares en actividad. Como hace décadas construyó prácticamente todas las hidroeléctricas factibles en su territorio, esa tecnología no es una alternativa para abastecer su creciente demanda de energía.
Los ultra ecologistas afirmaban que con eólicas y solares podían suplir esas carencias, pero eso fue un fiasco, pues son tecnología inútiles como bases de la matriz eléctrica, por sus insalvables intermitencias (se “prenden y apagan” dependiendo del viento y del sol, que no son controlados por el ser humano).
Alemania pasó a depender en gran y creciente escala, del gas ruso (hay otro mega gasoducto en construcción), del carbón polaco y de EEUU, y de la energía nuclear de Francia.
Todo eso forza los precios de la electricidad a la suba en el gigante económico germano. Tiene espaldas para aguantar, pero pierde competitividad; sobre todo comparativamente con China, que opera con costos muy reducidos.
Las energías eólica y solar, por sus intermitencias y sus bajísimos rendimientos, solo pueden operar como complementos, y con coherencia así las utiliza China, a diferencia de Alemania y otras potencias occidentales, pues estas son “obedientes” a los mandatos de Greta y los ultra ecologistas.
Por presiones políticas, económicas y culturales (estas últimas por el nocivo accionar de ONGs “ecologistas” anglosajonas, y sus subordinados locales), Argentina se muestra muy permeable al discurso falaz que promueve las energías eólica y solar, presentadas como “limpias”, pues se ocultan cuidadosamente sus muchos costos ambientales y sus dependencias de usinas térmicas (a petróleo o gas), como ineludibles respaldos para cubrir los constantes baches de generación. Ya se explicó que las intermitencias y las consecuentes variaciones de voltaje, son características negativas de eólicas y solares.
En cambio, China como centrales de base construye grandes hidroeléctricas (y otras de menores tamaños y potencias), grandes y muchas centrales nucleares (es hoy el país con más nucleares en construcción), y termoeléctricas de diversos tipos; estas últimas en base a gas natural, petróleo e incluso carbón.
Las centrales carboníferas chinas, son construidas o reconvertidas a la tecnología de gasificación, que disminuye en alto grado el nivel de emisiones contaminantes. Y como efecto eficiente de disminuir la polución, trascendió que China implanta bosques en gran escala, como elementos naturales de captación del carbono
Rusia tampoco sucumbe a los cantos de sirena de Greta y sus adláteres del ultra ecologismo. Utiliza en gran escala sus cuantiosas reservas de gas, y sigue construyendo centrales nucleares, que suman al aporte de sus grandes hidroeléctricas construidas en décadas pasadas. Incluso creó una gran central nuclear flotante, todo un hito innovador en esa tecnología.
A los subdesarrollados, sobre todo a los muy influenciados por ONGs “ecologistas”, y por las maniobras distractivas y altisonantes de otras, como las de discutibles “urgencias” sociales, como los temas de género y otros; nos presionan con las supuestas “grandes bondades” a ultranza de eólicas y solares, ocultándose no solo sus limitaciones técnicas, sino toda la compleja operatoria de ventajas prebendarias montadas para hacerlas factibles, como tarifas dolarizadas e indexadas, eximiciones totales de impuestos y de derechos de importaciones, nula promoción de la industria argentina, prioridades para el despacho (venta) sin importar que sea la más cara, etc.
Todo ello con el constante machacar de medios de comunicación muy bien financiados, cuyos edulcorados mensajes calan hondo en sectores crédulos o muy desinformados, como suele acontecer con determinadas “progresías”, que creen en la falsedad de las “energías limpias” y en sus supuestas económicas generaciones.
Eso se utiliza como tapadera, para hacernos olvidar las urgencias socio económicas, las que solo podrán solucionarse con el rápido desarrollo con visión y sentido de los Intereses Nacionales.
Como los discursos apocalípticos del ecologismo cavernario (como los que difundía Al Gore y otros, con supuestos “plazos perentorios”, vencidos los cuales sobrevendría la hecatombe, como lo dijeron por dos veces consecutivas), cayeron en el ridículo, ahora cambiaron el concepto de “ecologismo” por el de “medio ambiente” y su supuesta catástrofe, que ahora la “pronostican” para 2030 o 2050.
Y con toda esa parafernalia, hacen olvidar la pobreza, la miseria extrema y las hambrunas, que el neoliberalismo salvaje provoca, aliado a insensibles y egoístas oligarquías carentes de todo principio de grandeza.
Para superar esas lacras del subdesarrollo, el desarrollo socio económico debe ser prioridad absoluta, como lo entendieron muy claramente China, Rusia, varios países de Asia y algunos pocos más. ¡Como también lo entendió la Argentina, cuando estuvo guiada por referentes del Pensamiento Nacional!
Y dentro del Pensamiento Nacional, valga decir que es prioritario que el Estado Nacional recupere el pleno dominio y propiedad de los ríos navegables y sus numerosos puertos.