Energía: un Estado que no aprende
El Gobierno sigue sin entender que el populismo energético trae consecuencias, como no llegar a tiempo con la obra del gasoducto, tener que congelar las tarifas y alejar a los grandes capitales de Argentina
Mientras que Estados Unidos se acerca a Arabia Saudita, buscando un aumento en la producción de petróleo que compense los 2 millones de barriles que salieron del mercado por el embargo a Rusia, el Gobierno argentino sigue durmiendo sobre Vaca Muerta.
Con la agilidad del caracol, el Gobierno, que sigue encerrado en su caparazón ideológico, atinó a refritar en 34 artículos los más de 100 del proyecto de ley de hidrocarburos escrito para las sesiones extraordinarias de febrero pasado.
Así las cosas, los “científicos” que gestionan con ignorancia y cinismo la pobreza del país forzaron la sanción del mencionado refrito, a través de un DNU. Este repite una serie de promociones, pobres e insuficientes para darle un impulso real a la producción de gas y petróleo. Tan pobres e insuficientes como las reservas del BCRA.
Ni con récord histórico en los precios de los commodities agropecuarios el país es capaz de acumular reservas. Y esta es la razón por la cual el DNU refrito es tan pobre. Están contando las pocas monedas y las pobres ideas que le van quedando. Debe pagar los buques de Gasoil y GNL importados por CAMMESA y ENARSA, si es que no queremos seguir viendo camiones parados o tractores imposibilitados de cosechar o de sembrar.
Esta escasez la administra para enfrentar los desvaríos de su política populista energética, gerenciada por una serie de extremistas ideológicos.
Continuando con la fiesta de Olivos, el Gobierno celebró la falta de gasoil, festejando los 100 años de YPF.
Los errores de cálculo sobre las necesidades de gasoil y gas son solo atribuibles a la irresponsabilidad en la planificación de la Secretaría de Energía y a YPF.
Sin poder predecir la disponibilidad de divisas para los pagos de estos buques, el Estado sigue sin aprender que el populismo energético trae consecuencias, tales como: 1) No llegar a tiempo en la construcción del Gasoducto Neuquén-Saliqueló-San Nicolás; 2) Congelar tarifas, lo que generó el cáncer de los subsidios (USD 150 mil millones); y 3) Alejar a los grandes capitales de Argentina.
Esa falta de seguridad hizo que solo Techint, acostumbrada a negociar en todos los barros de la política, fue el único oferente en la licitación de caños. La obra civil es quizás la más deseada. Todos sabemos que los grandes beneficios se obtienen de los certificados de avance de obra implica mayores costos y en esto son varias las empresas argentinas que “fuman debajo del agua”.
El congelamiento y/o manoseo de los precios de la electricidad o el gas, es un arma de la que ningún político se quiere desprender porque es la forma más barata y rápida de comprar votos. Todos sucumben a esta tentación en la que, una y otra vez, el país entra en un círculo vicioso.
Los subsidios se traducen en emisión monetaria, inflación, impuestos y empobrecimiento, presiones que pueden explotar dolorosamente.
Los problemas macroeconómicos son el cáncer de la Argentina y son utilizados por los políticos que los provocaron para hacer responsables de sus errores a los “culpables de siempre”: el sector energético y el campo, entre otros.
Mantener al país enfermo parece ser el nombre del este juego perverso. Este Gobierno mantiene “drogada” a la economía con cepos, retenciones, retrasos tarifarios, subsidios, etc.
Cambiar esta realidad necesita del pulso de un cirujano y el coraje de una persona que no quiera vivir de la política.
Descansar en la esperanza de que el gasoducto sea la solución no es realista. Asumir que la obra se va a completar en un plazo de 12 meses es casi temerario. Los imprevistos pueden aparecer en cualquier momento.
Pero creer que los males económicos de este país van a desaparecer de un día para otro es un error. Argentina está condenada, haciendo las cosas bien, a 10 años de una larga y dolorosa caminata cuesta arriba.
Si la energía se desarrolla de manera sostenida, va a derramar beneficios sobre toda la economía, con el potencial de superar a los de la actividad agrícola-ganadera.
Si fuésemos capaces de ser serios y generar confianza, entonces ya nos habríamos podido sentar con los representantes de un mundo que demanda todo lo que nuestro país estaría en condiciones de ofrecer.
Sin embargo, en lugar de elegir entre las fortalezas que puede ofrecer Argentina en los foros internacionales, el Gobierno prefirió jugar las fichas en la defensa de las dictaduras con las que nos une la pobreza.
Además de los Estados Unidos, que necesita prioritariamente del aumento en la producción del crudo árabe para descomprimir el precio, Alemania y Europa necesitan asegurar la provisión de gas para dejar de depender de Rusia.
Para finalizar, lo que creo que es un merecido, aunque políticamente incorrecto, pensamiento.
Cualquier plan económico tiene que estar contenido en uno político que destierre la posibilidad de tomar medidas populistas, como el congelamiento de las tarifas energéticas y de gas.
Para ello, hay que eliminar toda posibilidad de que los feudos del interior del país tengan potestad sobre la determinación de las tarifas. Hay que eliminar los entes reguladores provinciales y municipales que solo son funcionales al poder de turno. Ni siquiera el Gobierno nacional debería tener la potestad de hacerlo bajo ninguna circunstancia.
Fuente: Mario Cairella Presidente de CAMMESA