Hacia una energía limpia
Roberto Garcia Moritan Exsecretario deRelaciones Exteriores.
El planeta necesita energía para sustentar la vida e impulsar el desarrollo económico.
La comunidad internacional debate la transición a una energía limpia, que no emita gases de efecto invernadero, para alcanzar las metas del Acuerdo de París y los objetivos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). El tema será punto central del Diálogo de Alto Nivel en Naciones Unidas en septiembre. Una cuestión sensible y de urgencia crítica. El planeta necesita energía para sustentar la vida e impulsar el desarrollo económico. En el 2020 se produjeron más de 26 mil teravatios hora de electricidad en todo el mundo. Dos tercios han sido generados por combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) que liberan dióxido de carbono, provoca cambios ambientales y fenómenos en los ecosistemas, la biodiversidad y la subsistencia de las personas.
La transición a energías limpias será compleja en términos de costos, consecuencias industriales y las mejores decisiones para obtener energía limpia en cantidad suficiente para las necesidades energéticas globales. La Agencia Internacional de Energía (AIE) ha destacado que es preciso que el 80% de la electricidad pase a producirse a partir de fuentes de energías bajas en carbono a fin de lograr objetivos climáticos para el 2050. El cambio a un sistema energético fiable y descarbonizado es perentorio si se quiere asegurar un acceso universal sin consecuencias catastróficas para el planeta y, al mismo tiempo, proporcionar alternativas de desarrollo socioeconómico viables. Esos objetivos ponen en agenda a la energía solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica y a la energía nuclear, entre otras que merecen consideración especial. Ninguna será desprovista de desventajas.
La energía nuclear, que proporciona un tercio de toda la electricidad mundial con bajas emisiones de carbono, es el segundo mayor porcentaje de energía limpia del globo y puede cumplir una función decisiva en la descarbonización del sector industrial. Según el AIE, el empleo de energía nucleoeléctrica ha reducido las emisiones de dióxido de carbono en más de 60 giga toneladas en los últimos 50 años, lo que equivale a casi dos años de emisiones relacionadas con la energía a escala global.
El Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Embajador Rafael Grossi, señaló en el Foro Científico del OIEA que la transición a energías limpias será posible y eficaz si se incrementa el uso de la energía nucleoeléctrica. Una recomendación que merece reflexión en particular para un país como la Argentina que tiene un amplio programa nuclear con innovaciones destacables como las del reactor modular Carem, de tecnología argentina, que podría revolucionar el mercado energético y ser fuente adicional de exportaciones de alto valor agregado En la actualidad hay 440 reactores nucleoeléctricos en operación en 30 países y 54 en construcción en 19 (4 dando los primeros pasos en reactores de potencia). La razón central de esta opción tecnológica es que la energía nuclear es de las pocas fuentes de energía que pueden ofrecer un suministro fiable y continúo en el tiempo. Este dato contrasta con las energías renovables variables que necesitan energía de reserva durante las intermitencias de la producción y por efecto de las fluctuaciones naturales. Es de esperar que la Argentina, para tener fuentes energéticas futuras confiables, siga ampliando la generación nucleoeléctrica hasta alcanzar estándares internacionales mínimos. Es hora de actuar.