Inversores globales: nuevos paradigmas en una década turbulenta
Los últimos cuatro años han sido turbulentos para los mercados globales. La historia comienza con la pandemia, cuando la economía del mundo se frenó por completo y los gobiernos lanzaron gigantescos programas de estímulos fiscales y monetarios.
Estos programas llevaron a los mercados a niveles récord en 2020 y 2021, cuando el S&P subió un 18,4% y un 28,71% respectivamente. Pero al mismo tiempo, la excesiva inyección de dinero y las disrupciones en la oferta de trabajo, bienes y servicios durante la pandemia provocaron un fuerte aumento de la inflación, que alcanzó en el mundo desarrollado el mayor nivel en 40 años.
En 2022, para contener la inflación, la FED puso en marcha una fuerte suba de tasas, llevándolas del 0% al 5.5%, lo que provocó una caída del S&P de un 18% y los bonos largos tuvieron caídas de hasta un 30%.
En este contexto, son varios los factores que hay que tener en cuenta. El primero es si la inflación en los Estados Unidos volverá a niveles inferiores al 2% o si se estabilizará por encima de ese número.
El segundo punto es cómo lidiarán los gobiernos con los elevados niveles de deuda que acumularon tras la pandemia. El tercero es la desaceleración del crecimiento de China. El cuarto es el envejecimiento de la población en el mundo y el quinto es el cambio climático.
Nuevos paradigmas
Los paradigmas bajo los cuales operó el mercado desde la década de 1980 hasta la pandemia están cambiando. Debido a cambios estructurales en la economía global, la inflación podría ser más elevada que en las últimas décadas.
La competencia geopolítica entre Estados Unidos y China derivó en un proceso de desglobalización, con un importante reordenamiento de las cadenas de suministros que presiona al alza los precios. Al igual que durante la Guerra Fría, la geopolítica volvió a imponerse sobre la globalización.
Esto sucede al mismo tiempo que la población envejece rápidamente. Los 15 países más grandes del mundo en términos de PBI tienen una tasa de natalidad inferior a 2,1 hijos, lo que significa que en el mediano plazo la población disminuirá.
Una mayor cantidad de adultos mayores implica un mayor gasto público en pensiones y salud, cuyo costo deberá ser soportado por un número cada vez más reducido de trabajadores. Este proceso es inflacionario y solo puede ser compensado en parte por un aumento de la productividad derivado del avance tecnológico.
Desde el punto de vista fiscal, tras la pandemia, los gobiernos se encuentran muy endeudados. A su vez, crece el gasto militar debido a las tensiones geopolíticas, aumentan los gastos para luchar contra el cambio climático y los gastos en salud y pensiones. Esta coyuntura coloca a muchos países en una situación fiscal complicada.
Paralelamente hay una preocupante divergencia entre la política fiscal y la monetaria: los gobiernos mantienen grandes déficits, al mismo tiempo que el desempleo es el más bajo en 50 años, y los bancos centrales suben la tasa para compensar la inflación derivada del exceso de gasto.
Malas noticias en Oriente
Desde Oriente, las noticias no son auspiciosas. China enfrenta una profunda desaceleración económica producto de la reversión del proceso de apertura económica y mayores libertades iniciado en 1978 por Deng Xiaoping, a lo que se suma el impacto de la guerra comercial con Estados Unidos, el envejecimiento poblacional y la crisis del sector de la vivienda.
Al mismo tiempo que todo esto sucede, las consecuencias del cambio climático serán cada vez más costosas para la economía global. Sequías, desertificación, inundaciones, ciclones y otros fenómenos climáticos extremos afectarán cada vez más la producción de alimentos, al mismo tiempo que propiciarán el surgimiento de enfermedades y nuevas pandemias.
Para algunos mercados emergentes, en especial Latinoamérica, el proceso de transición energética abre una oportunidad debido a la importante demanda que veremos de minerales estratégicos como el cobre, litio, cobalto, níquel, entre otros.
Mercados globales
En este contexto, Estados Unidos sigue mostrándose sólido. El dólar continúa siendo la moneda de reserva global, es la economía más innovadora del planeta, la población crece gracias a la inmigración, la FED ha mostrado buenos resultados en su lucha contra la inflación, al mismo tiempo que el crecimiento se mantiene sólido pese a la suba de tasas.
Estados Unidos tiene sus problemas, pero cuando se le compara con otros países desarrollados, parece estar en una mejor posición en cuanto a perspectivas de mercado.
Esto contrasta con Europa, donde la economía alemana se encuentra estancada debido a la caída de sus exportaciones y un modelo industrial que encuentra limitaciones para continuar siendo el motor de crecimiento.
China, como vimos anteriormente, no parece ser el lugar adecuado para inversiones de largo plazo. Esto afecta a empresas de todo el mundo con alta exposición en China, como Tesla, Apple y muchas otras.
En este contexto, el típico portafolio inversor de 60% acciones y 40% bonos con un alto nivel de diversificación no debería modificarse. Principalmente porque creo que el nivel de deuda global en dólares, con este nivel de tasas, no es sostenible en el mediano y largo plazo.
Estados Unidos y sus elevados niveles de deuda
Las tres veces que Estados Unidos tuvo elevados niveles de deuda (tras la guerra civil, luego de la Primera Guerra Mundial y tras la Segunda), la deuda se redujo mediante una licuación, es decir, la tasa de interés fue negativa. ¿Será la deuda resultante de la pandemia la excepción? El riesgo actual es que si la inflación se resiste a bajar, en algún punto la FED deberá relajar la política monetaria al mismo tiempo que permite una inflación ligeramente más elevada.
Teniendo en cuenta los nuevos paradigmas económicos y demográficos, los índices con mayor exposición a la economía norteamericana lucen más atractivos. Al mismo tiempo, aparecen oportunidades en bonos de duración media (3-10 años) que podrían reportar ganancias por compresión de spreads y con riesgo moderado.
Recompras y dividendos
Las acciones pagan a sus accionistas por dos mecanismos. El primero son los dividendos y el segundo es la recompra de acciones. El S&P, que engloba las 500 mayores empresas de los Estados Unidos, paga un dividendo del 1,5% y realiza recompras de acciones de alrededor del 2,5%.
En el mediano plazo, la recompra de acciones aumenta el dividendo por acción. Al mismo tiempo, el crecimiento de la economía y el ajuste de precios por inflación aumentan el dividendo. El dividendo trimestral del SPY, que es el principal ETF del S&P y era de u$s 0,30 por acción en 1995, hoy es de 1,60 por acción.
Un crecimiento del 430% en 28 años. Descontando la inflación que fue del 92% en dicho período, el dividendo creció un 270%. Si miramos los últimos 50 años, el rendimiento del S&P fue de alrededor del 10% anual.
En este contexto, una cartera diversificada debería aspirar a un rendimiento del 7-8% en el largo plazo. Para inversores más cerca del retiro, cuyas carteras tienen una mayor proporción de bonos, gracias a las recientes subidas de las tasas largas, aunque la inflación se estabilice en niveles algo superiores al 2% anual, los rendimientos aún son interesantes.
Argentina
El corto plazo en nuestro país será turbulento. Tenemos por delante los meses más complicados de los últimos 20 años por el inevitable proceso de reordenamiento fiscal y monetario.
Pero sin dudas, independientemente del ganador de las elecciones, vamos hacia una Argentina más abierta al comercio, el capital, la tecnología y con un Estado más pequeño.
Al mismo tiempo, el contexto global es favorable y a partir de 2024 podríamos experimentar un boom de exportaciones de la mano del agro, hidrocarburos y litio que nos permitirán alcanzar en 2025 los u$S 100.000 millones de exportaciones frente a u$s 70.000 millones que se esperan para este año.
Esto no quita que Argentina como mercado bursátil es riesgoso y volátil, pero al mismo tiempo, el potencial de suba de las acciones y bonos es altísimo, por lo que una pequeña asignación dentro de una cartera diversificada, en caso de que la economía se estabilice, podría tener un impacto muy positivo en el conjunto del portafolio.
Fuente: Cronista