¿La energía nuclear será la nueva esperanza frente al cambio climático?
Pese a su mala fama, tras los desastres de Chernobyl y Fukushima, esta fuente de electricidad comienza a ganar impulso. Las claves.
La planta de energía nuclear de Engie, en Tihange, Bélgica, este martes. Foto: EFE
Incluso más allá de sus implicaciones militares catastróficas, el uso de la energía nuclear con fines pacíficos produce también fuertes emociones, estimuladas por los desastres en la central ucraniana de Chernobyl en 1986 y en la japonesa de Fukushima diez años atrás.
La cumbre de los líderes mundiales del G20 en Roma y el debate en Glasgow acerca del calentamiento climático, han puesto en el centro de la atención mundial la necesidad de bajar a cero la emisión de carbono en la atmósfera en torno a 2060 para evitar a la humanidad un desastre bíblico si no se logra contener el aumento de la temperatura entre 1,5 y 2 grados superior a la era preindustrial.
Las energías renovables (viento, solar, hidrógeno, hidroelectricidad, bioenergías) son el instrumento fundamental. Pero el tiempo por delante parece insuficiente.
Esta realidad ha hecho volver al candelero la hipótesis de repotenciar la energía nuclear, que no goza de buena fama en la opinión pública por los peligros que se atribuyen a su uso, aunque se han dado pasos gigantescos en materia de seguridad.
Pero la de origen atómico es la segunda de las energías (después de la hidráulica) con emisión de carbono más baja.
Un experto mide la radiactividad en el suelo en la zona de la central de Chernobyl, en Ucrania, en una imagen de abril de este año. Foto: EFE
¿Aporte contra el calentamiento global?
Sumergirse en un montón de datos, estudios y polémicas, brindó a Clarín la impresión de que en sustancia el regreso de la energía nuclear va más allá de un debate a veces enardecido. Utilizar el átomo para combatir el calentamiento climático aparece como un aporte imprescindible.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que después del desastre de Chernobyl se inició una crisis en las centrales nucleares y que en los últimos años la participación de la energía atómica en la producción mundial de electricidad se ha reducido al 10%, registrado en 2020.
En el mundo hay 443 centrales nucleares más 53 que están en construcción. Se registra un envejecimiento de las instalaciones que aumenta los costos de mantenimiento. La edad promedio es de 31 años, que en Estados Unidos se eleva a 40,1 años y en Francia, el país más nuclearizado con el 70% de su producción eléctrica atómica, la vejez llega a 35,2 años.
El debate por la proporción
Los países aceptan que la presencia en el mix energético del nuclear resulta imprescindible. La cuestión a resolver es cuánta debe ser la proporción.
Las proyecciones muestran que en las décadas finales del siglo XXI habrá dos mil millones de habitantes más en el planeta. El consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas metano) debería disminuir en un 75%.
Las energías renovables no contaminantes deben llegar al 75% y la nuclear cubrir al menos el actual 10%, pero sería mejor trepar al 16%.
Los gases que contaminan la atmósfera. /AFP
Para muchos expertos hay que mejorar la cuota atómica, porque la energía nuclear tiene la ventaja del suministrar un flujo constante de electricidad, mientras algunas fuentes como el hidroeléctrico, el eólico, la geotermia, el fotovoltaico, sufren inevitables caídas en los suministros si llueve o si no llueve, si el tiempo está nublado o resplandece la jornada, si el viento sopla o no sopla.
Las proyecciones hacia el futuro coinciden en que cuando llegue el año 2100 los países emergentes y los subdesarrollados tendrán una potente flota de reactores de cuarta generación y se habrán obtenido resultados concretos en los reactores de fusión nuclear, que llevarán “el sol a casa” sin apestar la atmósfera como los combustibles sólidos.
Las mejores chances de la energía nuclear están en sus innovaciones. Los reactores de cuarta generación, ya en avanzado de desarrollo, ofrecen garantías de calidad, menores costos y sobre todo seguridad.
Bill Gates, el dueño de Microsoft, espera dedicar una parte sus abundantes donaciones sociales a la novedad de los pequeños reactores que permitirá la cuarta generación para utilizarlos como el motor de la distribución de electricidad en Africa y en los países más pobres de los otros continentes. Ha entrado ya en negociaciones para adquirir los primeros centenares.
Tanques de almacenamiento en la planta de energía atómica de Fukushima, en Japón. Foto: EFE
La fusión nuclear
El salto más importante de la energía nuclear con fines pacíficos llegará con la fusión nuclear, que sigue en su larga fase experimental. La fusión no se hace más con uranio sino con hidrógeno, necesita una altísima temperatura para hacer funcionar sus reactores. No produce radioactividad ni contaminación ambiental.
El problema es el tiempo, los años o decenios que faltan para que el sol de la fusión baje a la Tierra. Los resultados serán extraordinarios. Los optimistas creen que para 2040-2050 tal vez habrá resultados operativos concretos. Un proyecto experimental financiado por una docena de países que están pagando diez mil millones de dólares llena de esperanzas a los científicos.
La gran apuesta de China
Estados Unidos posee 98 centrales nucleares y dos en construcción. Mucho menos que hace veinte años. Es China la gran protagonista. Segunda en número, con medio centenar, tiene una capacidad de 50 GWH, que espera elevar a 70 para 2025. Está preparando 33 nuevas centrales. EE.UU., China, Francia, Rusia y Corea del Sur producen el 72% de la electricidad de origen nuclear en el mundo.
En los últimos veinte años fueron incorporadas 95 nuevas centrales atómicas y cerradas 98 que habían cumplido su ciclo. China en cambio cerró 40 pero incorporó 47 centrales eléctricas atómicas más modernas y es el país que tiene los programas más ambiciosos para expandir el desarrollo nuclear.
El profesor Luigi Di Paoli destacó que el crecimiento de 370 GHw de potencia a 580 GW en el mundo para 2035 “dependerá de un solo país, China, que ya en 2011 superó por primera vez a Estados Unidos” y que dentro de doce años estará afirmada en el primer lugar mundial.
Japón representa un caso único. Tras el desastre nuclear de su central de Fukushima, el gobierno nipón ordenó el cierre de 32 centrales nucleares. La única que sigue activa es la unidad 4 de la central de Oj, en el oeste del país.
La empresa eléctrica japonesa advirtió que se arriesga a no producir suficiente electricidad a la población y tener que importar combustibles “sucios” como petróleo, carbón y gas, para abastecer a las centrales comunes.
Estados Unidos y Europa hacen funcionar 229 centrales, que son 212 en Rusia y Asia.
En Europa, un referéndum cerró en Italia las centrales en 1987 tras el shock nacional que se vivió con el caso Chernobyl. La contaminación atravesó las fronteras y “llovió” en el bel paese. La hostilidad a la energía nuclear sigue siendo mayoritaria.
En Alemania el gobierno decidió cerrar en 2022 la única central nuclear que sigue funcionando. Bélgica la siguió.
Trece países miembros de la Unión Europea poseen 106 centrales de electricidad atómicas. Francia produce con la energía nuclear el 70% de la electricidad que consume.
El presidente Emmanuel Macron anunció al principio de su mandato que reduciría el número de centrales, pero cuando le anunciaron que la operación podía costarle hasta 46.000 millones de euros le volvió el entusiasmo por el desarrollo atómico y actualmente lo defiende como un sistema “seguro y eficiente”.
Fuente: Clarín