La incontenible mancha de gaseosa
El avance del cristinismo sobre los otros actores de la coalición de gobierno puede entenderse como el caos que sobreviene al derrame de un vaso de gaseosa.
A todos alguna vez se nos ha caído un vaso de gaseosa en la mesa. La primera reacción es tratar de contener el derrame con nuestra servilleta de papel. Después agarramos la de nuestro vecino de mesa, y posteriormente la de otro más allá.
Pese a los esfuerzos, nunca se puede frenar. La mancha avanza tiñendo todas las servilletas, que se apilan en un todo deforme y desagradable, manchando el mantel y derramando por el borde. Pese a la ilusión de la contención, terminamos ensuciando más e igualmente manchados. Eso pasa con Cristina Fernández de Kirchner y su lugar en el gobierno.
Alberto Fernández fue la cara de la moderación para la campaña. Aglutinó a indecisos, emocionó hablando de la reconstrucción nestorista de una tierra devastada, le bajó el tono al chavismo del ultracristinismo y consiguió el favor de los gobernadores que habían apostado por un peronismo alternativo.
Sin embargo, como la mancha de gaseosa, Cristina fue permeando cada espacio que pudo. Intentaron contenerla con funcionarios de distintas corrientes internas, pero poco a poco hubo algún desplazamiento que empujó al “gobierno de todos” a recostarse sobre sólo una de las patas de la coalición peronista que accedió al poder.
Cada cambio fue un síntoma de que la moderación había sido impostada, al punto que el mismísimo presidente creyó que alguna vez iba a poder establecer la agenda. Si al menos hubiese tenido el coraje de fundar el albertismo, quizás hubiese tenido alguna posibilidad, pero su naturaleza de operador lo dejó expuesto como alguien que no está acostumbrado a tomar decisiones, sino sólo a prometer en nombre de otros.
El cristinismo ortodoxo se quedó con la mayoría de las cajas, que exprimió -y sigue exprimiendo- sin parar. Las que le faltaban, poco a poco fueron cayendo, como cada servilleta que se pone en el camino de la mancha de gaseosa.
Primero desplazaron a Vanoli de ANSeS, para reemplazarlo por Fernanda Raverta (la que dijo que el Estado debía quedarse con las acciones de las empresas asistidas o que exportar alimentos es una maldición).
También le tocó a María Eugenia Bielsa en Vivienda, a la que reemplazaron por Jorge Ferraresi, al que unos niños hicieron jurar por Néstor y Cristina cuando asumió como intendente de Avellaneda.
Ya se sabe de la próxima salida de Nielsen de YPF y se habla de un cambio en la gestión de la relación con las obras sociales. Cristina avanza y mancha todo a su paso.
Con una delicada situación económica y financiera, YPF no puede ser administrada con ideología y necesidades políticas de corto plazo. Con una caída en la producción, todo presagia que nuevamente habrá escasez de hidrocarburos. Para peor, la paupérrima gestión está haciendo que se pierda la ventana de oportunidad para explotar Vaca Muerta (porque se acorta el tiempo para recuperar la inversión).
Lo de las obras sociales es una batalla mucho más fuerte. Legitimados por un discurso muy acertado sobre la necesidad de reformar el sistema de salud, el Cristinismo pretende avanzar ahora sobre la gran fuente de ingresos con la que cuentan los sindicatos, el verdadero poder real en la Argentina.
No hay dudas de que el sistema de salud es ineficiente: el sector privado languidece, mientras el público cuesta cada vez más y atiende cada vez menos. Las prepagas hacen su negocio financiero, pero también lo hacen las obras sociales. Mientras, el Estado ve por dónde puede llevarse una parte.
Estos avances hacen más necesaria la pregunta sobre el futuro electoral del gobierno. ¿Queda algún resabio de moderación en Casa Rosada y demás centros de poder?¿Apostarán los otros socios de la coalición por un proyecto que progresivamente los excluye?¿Qué va a hacer el movimiento obrero organizado si le quitan los recursos?.
Todas estas preguntas serán importantes en la medida en la que los malestares internos cristalicen en límites reales al avance de los sectores que se referencian mesiánicamente en la vicepresidenta, así como también en propuestas verdaderamente opositoras, que no sean funcionales a la agenda de chavización que tiene el Instituto Patria.
Los gobernadores están anunciando la posibilidad de despegar elecciones si no se suspenden las PASO, todo un síntoma de que no están muy convencidos de embarcarse en una contienda electoral de la mano los que siguen avanzando sobre cada espacio de poder, mezquinando y no compartiendo.
¿Será el posible intento de tomar las obras sociales la madre de todas las batallas, el punto de discordia entre los pretendidamente guapos dirigentes sindicales y una obstinada viuda que se quiere quedar con todo lo que la rodea? Habrá que ver si, con su orgullo machista y su prédica clasista, los sindicalistas pueden evitar caer como otra frágil servilleta ante el avance de la mancha de gaseosa.
Fuente: Diario Alfil.