Las perturbaciones de los precios de los alimentos y la energía causadas por la guerra de Ucrania podrían durar años
La guerra en Ucrania ha causado una gran conmoción en los mercados de productos básicos, alterando los patrones mundiales de comercio, producción y consumo de forma tal que los precios se mantendrán en niveles históricamente altos hasta fines de 2024, según se afirma en la edición más reciente del informe del Banco Mundial titulado Commodity Markets Outlook (Perspectivas de los mercados de productos básicos).
El aumento de los precios de la energía en los últimos dos años ha sido el más pronunciado desde la crisis petrolera de 1973. La suba de los precios de los productos básicos alimentarios —de los cuales Rusia y Ucrania son grandes productores— y de los fertilizantes, en cuya producción se utiliza el gas natural como insumo, ha sido la más marcada desde 2008.
«En conjunto, esto representa la mayor crisis de productos básicos que hemos experimentado desde la década de 1970. Como ocurrió entonces, la crisis se ve agravada por el aumento de las restricciones al comercio de alimentos, combustibles y fertilizantes», dijo Indermit Gill, vicepresidente de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Banco Mundial. «Estos acontecimientos han comenzado a agitar el fantasma de la estanflación. Los responsables de formular políticas deben aprovechar todas las oportunidades para elevar el crecimiento económico en sus países y evitar tomar medidas que causen daños a la economía mundial”.
Se espera que los precios de la energía aumenten más del 50 % en 2022 antes de atenuarse en 2023 y 2024. Asimismo, se prevé que los precios no energéticos, incluidos los de los productos agrícolas y los metales, se incrementarán casi un 20 % en 2022 y también se moderarán en los años siguientes. No obstante, según las proyecciones, los precios de los productos básicos se mantendrán muy por encima del promedio quinquenal más reciente. En caso de que se prolongue la guerra o se apliquen sanciones adicionales a Rusia, los precios podrían subir aún más y mostrar más volatilidad de lo que se prevé en la actualidad.
Debido a las alteraciones en el comercio y la producción relacionadas con la guerra, se espera que el precio del petróleo crudo Brent ascienda, en promedio, a los USD 100 el barril en 2022 —el nivel más alto desde 2013—, lo que representa un aumento de más del 40 % en comparación con 2021. Se prevé que este valor se moderará hasta llegar a los USD 92 en 2023, aún muy por encima del promedio quinquenal de USD 60 el barril. Adicionalmente, las proyecciones indican que los precios del gas natural (europeo) llegarán en 2022 al doble de los de 2021, mientras que los del carbón serán un 80 % más altos, ambos en máximos históricos.
«Los mercados de productos básicos están experimentando una de las mayores crisis de la oferta en décadas debido a la guerra en Ucrania», señaló Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, que elabora el mencionado informe. «El consiguiente aumento de los precios de los alimentos y la energía está generando un alto costo humano y económico, y probablemente frenará los avances en la reducción de la pobreza. La suba de los precios de los productos básicos exacerba las presiones inflacionarias, ya elevadas en todo el mundo».
Se prevé que este año los precios del trigo aumentarán más del 40 % y alcanzarán un máximo histórico en términos nominales. Esto ejercerá presión sobre las economías en desarrollo que dependen de las importaciones de trigo, en especial las que provienen de Rusia y Ucrania. Según las proyecciones, los precios de los metales se elevarán un 16 % en 2022 para atenuarse luego en 2023, pero se mantendrán en niveles altos.
«Los mercados de productos básicos están sometidos a una enorme presión; algunos precios llegan a récords históricos en términos nominales», señaló John Baffes, economista sénior del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial. «Esto tendrá efectos indirectos duraderos. El marcado aumento de los precios de los insumos, como la energía y los fertilizantes, podría dar lugar a una reducción en la producción de alimentos, en particular en las economías en desarrollo. La merma en el uso de los insumos afectará la producción y la calidad de los alimentos, lo que a su vez influirá en su disponibilidad, en los ingresos rurales y en los medios de subsistencia de los pobres».
En el artículo destacado del informe se analiza en profundidad el impacto de la guerra sobre los mercados de productos básicos. También se examina la manera en que dichos mercados respondieron a perturbaciones similares en el pasado. En el análisis se concluye que el impacto de la guerra podría ser más duradero que las crisis anteriores por al menos dos razones.
En primer lugar, el margen para sustituir los productos básicos energéticos más afectados con otros combustibles fósiles es ahora menor, ya que los aumentos de precios se han extendido a todos los combustibles. En segundo lugar, la suba de algunos productos básicos también está impulsando los precios de otros bienes: el aumento del gas natural ha elevado los precios de los fertilizantes, lo que a su vez ha presionado al alza los valores de los productos agrícolas. Además, las respuestas normativas implementadas hasta ahora se han centrado más en los recortes tributarios y los subsidios —que a menudo exacerban la escasez de la oferta y las presiones sobre los precios— que en medidas a largo plazo dirigidas a reducir la demanda y alentar fuentes alternativas de suministro.
La guerra también está generando patrones de comercio más costosos que podrían dar lugar a una inflación más duradera. Se espera que provoque una desviación significativa en el comercio de energía. Por ejemplo, algunos países ahora buscan abastecerse de carbón en lugares más remotos. Al mismo tiempo, algunos de los principales importadores de carbón podrían aumentar las importaciones provenientes de Rusia y, a la vez, reducir las originadas en otros grandes exportadores. Es probable que este desvío resulte más costoso, según se señala en el informe, porque implica mayores distancias, y el carbón es voluminoso y costoso de transportar. Con el gas natural y el petróleo se observan desvíos similares.
En el corto plazo, el alza de los precios amenaza con perturbar o retrasar la transición hacia formas de energía menos contaminantes. Varios países ya han anunciado planes para ampliar la producción de combustibles fósiles. Los elevados precios de los metales también están impulsando el costo de la energía renovable, que depende de metales como el aluminio y el níquel para baterías.
En el informe se insta a los funcionarios responsables de formular políticas a actuar con prontitud a fin de minimizar los perjuicios para sus ciudadanos y la economía mundial. Se los exhorta también a diseñar programas de protección social focalizados, como los de transferencias monetarias, de alimentación escolar y de obras públicas, en lugar de establecer subsidios a los alimentos y los combustibles. Una prioridad clave debe ser invertir en medidas de eficiencia energética, lo que abarca el acondicionamiento de los edificios para protegerlos del clima. En el informe también se alienta a los países a acelerar el desarrollo de fuentes de energía con cero emisiones de carbono, como las energías renovables.