Los hidrocarburos y un nuevo marco para ellos
Vivimos en un mundo que ha contado en las últimas décadas con dos potentes motores: la energía y la tecnología. A través de sus múltiples fuentes, la energía es la sustancia que calienta nuestros hogares, impulsa nuestros vehículos, mantiene la economía en funcionamiento o genera electricidad para hogares, empresas y hospitales.
Por su parte, la tecnología es el componente que ayuda a automatizar y hacer más inteligentes los procesos industriales, digitalizar bienes y servicios, facilitar el acceso de los ciudadanos a las administraciones públicas o modernizar las ciudades. Y es que hoy en día es imposible hablar de tecnología sin mencionar la inteligencia artificial, entre otras aplicaciones.
En cuanto a la energía, el intrincado ecosistema en el que se mueve la industria, su ritmo de cambio y sus conexiones inextricables con los mundos económico y geopolítico proporcionan un mundo de cambios y volatilidad en términos de oferta y precio.
Las empresas involucradas deben estar siempre en alerta para ajustar sus estrategias a la situación actual y estar en condiciones de satisfacer las necesidades de sus clientes.
En los últimos años, los cambios se han manifestado como una serie de crisis con diversos orígenes y propósitos que han tenido importantes repercusiones para la industria energética y su influencia en el cambio climático.
Los principales catalizadores de la crisis han sido la pandemia de COVID-19, el retroceso de la ciudadanía en muchas partes del mundo y la invasión rusa de Ucrania. Marcar las tendencias del sector, a las que se debe sumar la transición energética ya en marcha que marcará el futuro del mercado y el desarrollo tecnológico de nuevas fuentes de energía.