Motivos para no perder las esperanzas, pese a todo
La Argentina no es un país sin salida, sino que lo que tiene es un Estado fallido; solucionado eso, puede salir adelante apoyado en sectores generadores de divisas, como el agro, la energía y la minería.
Si hubiera que atenerse a la coyuntura socioeconómica previa a las PASO de ayer, con inflación que apunta a 150% anual; mayor pobreza e inseguridad; dólar arriba de $600; brecha cambiaria de 100%; el Banco Central sin reservas líquidas y una torta productiva del mismo tamaño que hace diez años mal repartida entre más habitantes, parecería que la Argentina es un país inviable que no tiene salida.
No es un diagnóstico correcto. Lo que tiene es un Estado fallido, endeudado crónicamente, con instituciones deterioradas u obsoletas y estructuras sobredimensionadas en muchas áreas, que no cumple adecuadamente sus funciones básicas, interviene donde no debe, ahuyenta inversiones y hace inviable un crecimiento sostenido de la economía. A esto se suman las políticas públicas pendulares ensayadas a lo largo de décadas, que lo transforman en un país imprevisible y sin moneda, que subutiliza su potencial productivo y expulsa capital humano.
Elecciones
Este cuadro puede ser revertido si en las PASO nacionales se reduce la tendencia a la abstención y el resultado marca un punto de inflexión entre un pasado de decadencia y la perspectiva de un mejor futuro.
Para eso hay que considerar que no existen soluciones mágicas, que la crisis argentina no se resuelve en un año o dos y no se debe seguir haciendo lo mismo que la provocó. También que es necesario un programa económico que combine estabilización con crecimiento, a través de leyes que impliquen políticas de Estado y cuenten con consenso político. No es fácil, pero tampoco imposible. Otros países lo lograron. Como mañana no sólo se eligen candidatos a presidente, sino también a diputados y senadores nacionales, el corte de boletas puede ser válido y útil; al menos, hasta que las anacrónicas listas sábana sean reemplazadas por boletas únicas en papel o electrónicas.
El principal motivo para no perder las esperanzas frente a la urna es que la Argentina tiene por delante otra oportunidad para movilizar su enorme potencial productivo y comenzar a aprovecharlo en los próximos años, apoyándose en sectores que generan divisas y pueden exportar con valor agregado si se remueven las múltiples trabas que frenan a las empresas.
Energía, un punto importante
Uno de ellos es el energético. En una exposición organizada esta semana por el CARI, el economista Ricardo Arriazu precisó que los Estados Unidos y la Argentina con Vaca Muerta tienen casi los mismos recursos en hidrocarburos: 26.200 y 23.700 miles de toneladas equivalentes a petróleo (TEP). Con la diferencia de que en la Argentina los no incorporados a las reservas equivalen a 13 veces su PBI (1367%) y en los Estados Unidos a 45%.
Para enmarcar este dato, indica que entre 1980 y 2019, Estados Unidos multiplicó por 4 su producción, Noruega por 7 y Angola por 9, pero el país africano no resolvió sus problemas. “Tener recursos no es sinónimo de éxito en la economía. La clave es utilizarlos para un proceso de desarrollo”, afirma. También aconseja que para enfrentar el temor a la “enfermedad holandesa” (ingreso abrupto de divisas que aprecia el tipo de cambio), hay que crear fondos anticíclicos como el noruego, que acumuló más de un millón de millones de dólares. ”No los tuvieron dos planes bien diseñados como el Austral y la Convertibilidad. Y tienen que estar fuera de la Argentina para evitar tentaciones políticas, hasta que se cambie el chip de gastar todo lo que entra en las épocas de vacas gordas”, dice.
Arriazu estima que en el mundo hay una ventana de oportunidad hasta 2050, con crecimiento de la demanda de gas y petróleo por habitante en China e India, y caída en Estados Unidos y Europa.
Argentina en el corto y mediano plazo
Para la Argentina en el corto y mediano plazo calcula que, con el aumento de la producción no convencional de Vaca Muerta y los proyectos en marcha (gasoducto Néstor Kirchner, reversión del gasoducto del Norte para enviar gas al NOA, Chile, Bolivia y en el futuro a Brasil, ampliación de oleoductos privados), la balanza comercial energética tendrá saldo positivo.
Del déficit de US$4500 millones registrado en 2022, pasaría a un superávit de US$1341 millones en 2023 y de US$8240 millones en 2024 que, además, permitiría bajar 28% el precio promedio del gas natural de producción local (de US$5,20 a US$4,20 por millón de BTU) y reducir el gasto en subsidios sin aumentar tarifas.
En 2025 el superávit podría llegar a US$12.000 millones, por el impacto del proyecto Fénix (Total – PAE – Wintershall) con la operación de una nueva plataforma off shore en la cuenca Austral para inyectar gas natural al subutilizado gasoducto San Martín y la explotación de hidrocarburos no convencionales en el área santacruceña de Palermo Aike (CGC- YPF). Y para los años siguientes hay varios proyectos de plantas de licuefacción para exportar GNL; nuevos gasoductos y la ampliación de la planta de urea de Bahía Blanca, que implicará exportar gas con valor agregado bajo la forma de fertilizantes que incrementan la producción agrícola
El economista prevé además que, si en 2024 no hay sequía en el campo, el superávit comercial total llegaría a un récord de US$20.000 millones, con exportaciones de US$97.500 millones e importaciones no energéticas de US$33.500 millones, compatibles con un crecimiento del PBI de casi 5%.
Arriazu
“Este escenario permitiría recuperar las cuentas externas e ir poco a poco resolviendo el problema de los atrasos en los pagos de importaciones, si se llega a un equilibrio fiscal primario, se restringe la emisión monetaria y se va a un tipo de cambio único y estable, sin flotación. O sea que la energía compensa todas las macanas que se pueden hacer en la Argentina. Con más dólares y aumento de la actividad económica, porque el campo tiene un efecto multiplicador enorme, será posible restaurar los equilibrios macroeconómicos sin una gran sangría”, dice Arriazu.
El potencial de la agrobioindustria está detallado en un reciente trabajo de los especialistas Roberto Bisang y Santiago Felici, quienes estiman que, de eliminarse las limitaciones que generan las actuales políticas, en una década la producción de cereales y oleaginosas podría incrementarse 43% (a más de 185 millones de toneladas); la de carnes aviar, bovina y porcina 57% (a 9,4 millones) y la de leche 32% (15,3 millones). Esta proyección implica que el complejo estaría en condiciones de generar un millón de puestos de trabajo y exportaciones adicionales por US$49.000 millones.
otras actividades
También destacan otras actividades de la red agrobioindustrial con impacto en la economía, como las fases iniciales de producción de insumos, maquinarias, equipos, tecnologías e innovaciones en genética vegetal y animal. Más las transformaciones en marcha para aprovechar el potencial de industrialización de biomasas y semielaborados en la industria alimenticia; el uso integral de subproductos y desechos como insumos industriales y energía y el desarrollo masivo de la “química verde” basada en insumos biológicos renovables y destinada a la producción de materiales reciclables.
Según el trabajo, estos objetivos serán válidos si, entre otros aspectos, se garantiza la propiedad privada y la seguridad jurídica; se aplican programas consistentes para estabilizar la macroeconomía, eliminar la inflación y la imprevisibilidad; una reforma impositiva y laboral que promueva la inversión, el empleo, la competitividad y elimine los derechos de exportación, impuestos distorsivos y toda restricción cuantitativa a las exportaciones.
Otro sector con potencial para generar divisas y empleo es la minería, que en 2022 exportó casi US$3800 millones. La Argentina es además el cuarto productor mundial de litio y tiene la posibilidad de agregarle valor con la proyectada producción local de baterías para vehículos eléctricos. En conclusión, a la esperanza hay que agregarle confianza.
Fuente: La Nación