Negociaron una millonaria inversión forestal en una calle que divide la Argentina y Brasil para tener una obra única
La firma Pindó, suiza-argentina, desembolsó más de US$10 millones para construir el aserradero independiente más grande del país; hace su propia energía.
En Misiones, hay una empresa que todos señalan en el ambiente forestal como modelo, porque casi siempre crece, integra su producción, y también investiga y utiliza la ciencia aplicada a la producción con trabajos que pueden durar décadas. Se trata de la forestal Pindó, radicada en la localidad de Puerto Esperanza (a 50 kilómetros al sur de las Cataratas del Iguazú): es mitad suiza y mitad argentina.
Sus dueños recibieron a LA NACION y a otros medios recientemente. Fundada en 1976 por el inmigrante suizo y cofundador de la localidad, Alfonso Scherer, y continuó su hijo Pedro, la empresa dio un gran salto con la tercera generación, a partir de la incorporación en los años 90 del empuje de los hermanos Rafael y Andrés.
“Nuestra filosofía es ir agregándole valor a los productos de la tierra, no quedarnos con la producción primaria, no concebimos un negocio agropecuario si no es con la segunda cadena de valor”, dijo Rafael, 52 años y quien ocupa el rol de gerente general y presidente de la empresa.
Pindó está a punto de convertirse en el aserradero independiente más grande del país, cuando en 3 o 4 meses más ponga en marcha una tercera línea de producción para trabajar rollizos de media y grandes dimensiones, que fue adquirida a la metalúrgica Méndes, de Santa Catarina en plena pandemia. Esa línea adicional incrementará la capacidad total a 10 millones de pies cuadrados de madera al mes.
Aunque inicialmente no se utilizará toda esa capacidad, ocuparán las líneas en un sólo turno, llevando la producción a un total de 4,5 millones de pies cuadrados (o 10.000 metros cúbicos de madera), que equivale a la capacidad que tienen los modernos secaderos de madera.
El crecimiento de la producción luego dependerá del incremento de esos secaderos fundamentales para que la madera pierda humedad en unos pocos días. Este volumen alcanzado en esa etapa inicial, de todas formas, ubicará a la forestal de Puerto Esperanza por encima de firmas importantes como las correntinas Forestal Las Marías (Virasoro), Zeni (Goya) o las misioneras Laharrague-Chodorge (Montecarlo) y Gruber (Eldorado).
Solamente dos empresas estarán por encima de Pindó: Arauco Argentina, la empresa forestal más grande del país, y más adelante en 2023, cuando esté operativa, la austríaca-belga Acon Timber (Gobernador Virasoro). Ambas forman parte de grupos multinacionales.
Inversión que comenzó en pandemia
“Es una inversión de entre 7 y 12 millones de dólares que tuvimos que negociar en plena pandemia con los brasileños [para la compra de líneas de producción]”, explicó Rafael Scherer.
Un dato que ilustra cómo las crisis, sean sanitarias o económicas, no detienen al empuje emprendedor de los Scherer. Esta inversión se negoció en plena pandemia, para lo cual los hermanos tuvieron que viajar a la localidad de Bernardo de Irigoyen en la frontera seca con Brasil y dialogaron con los brasileños, que se acercaron hasta Dionisio Cerqueira, la ciudad vecina.
Como en ese punto la frontera es una calle, que de una vereda es Argentina y en la otra, Brasil, la reunión se celebró con unos y otros parados en países distintos y con el barbijo puesto.
Pindó comenzó en los años 70 como una contratista forestal que también se dedicaba a sus propias plantaciones de pino. También tenían yerbales y a mediados de los 90 instalaron el secadero para producir yerba canchada y luego venderla a otras industrias yerbateras.
En 2002, tras el estallido de la Convertibilidad adquirieron un aserradero bastante obsoleto, pero desde el primer momento lo fueron mejorando e incrementando la capacidad de producción mediante el impulso, fundamentalmente, de Andrés Scherer, ingeniero industrial (Universidad de Belgrano) que busca formas de mejorar la forma de producir y aprovechar cada subproducto forestal.
Cortes
Fue así como en 2015 se dieron cuenta que los cortes recurrentes de energía les ocasionaban un cuello de botella para el crecimiento que debían solucionar. “También pensaba, cómo podemos utilizar el desperdicio forestal y darle un valor comercial”, contó Andrés.
Hay que tener en cuenta que Misiones es la única provincia del país que no tiene ni un metro de gasoducto, ni figura en la traza de ningún proyecto, como el Néstor Kirchner que llegará hasta Corrientes y luego “girará” a la derecha para meterse en Brasil a la altura de Paso de los Libres.
Para la industria forestal de Misiones, la provisión de energía siempre fue un cuello de botella para planificar el crecimiento. Así surgió la idea de hacer una planta de biomasa de 4 MW que fue la primera de la provincia de Misiones en acceder a un contrato Renovar, más de la mitad se inyecta a la red con un contrato firme con Cammesa por más de 20 años y en dólares.
“Lo pensamos antes de que apareciera el programa Renovar, pero a veces tenés suerte o buen timming y estábamos por entrar en operación cuando participamos de la ronda 1 del Renovar y obtuvimos el contrato”, explicó Andrés. “Es el primer contrato que hicimos con el Estado”, dijo. “Producimos energía como para una ciudad de 20.000 habitantes”, explicó el mayor de los Scherer, de 54 años.
Unos kilómetros más abajo, por la ruta 12, otro mega-aserradero, Laharrague-Chodorge, solucionó el tema de la energía con un gran parque fotovoltaico que impresiona al que va por la ruta y mira los paneles.
La compañía también tiene una unidad de negocios de administración de campos. Entre los campos que gerencia para terceros y los propios tiene un total de 20.000 hectáreas con forestaciones (araucarias y pinos), yerbales, “y una gran parte son bosques nativos en aprovechamiento sustentable”.
“Nosotros en su momento ya plantamos pensando en la industria, después pasamos a tener un aserradero y de ahí se hizo la planta de energía porque teníamos exceso de biomasa que era un deshecho y un problema. Hoy tenemos casi 400 colaboradores y entre indirectos 250 más”, detalló Rafael.
Pino híbrido
El menor de los Scherer y presidente de la empresa presentó ante la prensa un trabajo de investigación que realizaron con el INTA durante casi 20 años y que derivó en la creación de un plantín híbrido que lleva el nombre de F1 INTA-Pindó.
“Es un proyecto público-privado de mejoramiento genético que arrancó hace casi 20 años”, contó Scherer, junto a la técnica de la estación INTA Montecarlo responsable, Maria Elena Gauchat, una de las varias profesionales que trabajaron en un proceso de investigación, prueba y error que tiene pocos antecedentes en la historia forestal de nuestro país.
Scherer, además de empresario es científico, se recibió de ingeniero agrónomo en la Universidad Católica Argentina (UCA) pero también tiene una especialización en genética en la Universidad de Bonn (Alemania). “Fui el primero en rendir la tesis por internet, en ese momento teníamos una de las dos direcciones de email de Esperanza”, recordó.
Explorador incansable de cómo mejorar la producción, en los años 90 Scherer empezó a traer semillas de Australia donde existía un híbrido de pino que cruza el Eliottis con otra especie. El resultado es un árbol más fuerte, más resistente a la sequía y la helada, que crece más derecho y con ramas más perpendiculares que facilitan la poda.
Importar esas semillas cuesta hoy unos 1200 dólares el kilo y Scherer poco después empezó a buscar la forma de replicar esa especie haciendo una cruzamiento. “Es lo mismo que si fuera ganado”, remarcó.
Buscó al INTA que tenía un trabajo avanzado con el pino Elliotis y Pindó aportó sus trabajos con la especie pino Hondurensis, que venían de zonas cálidas pero no resistían las heladas de estas latitudes. Hicieron un programa de trabajo y empezaron a experimentar, buscando emular a los australianos como el investigador Garth Nickles.
Tiempos de la investigación
“Solamente para tener una semilla eso demora 18 meses, se plantan en junio e íbamos probando qué cruzaba mejor con qué. Así fueron pasando los años”, indicó Gauchat.
“Empezamos a buscar quién tenía Elliotis y quién Honduresis, para cruzarlos y hacer plantas madre y hacer cruzamientos controlados, sacar semillas y ver si funciona. La única diferencia con la gandería es que el Elliotis y el Hondurensis son primos, sí, pero florecen en épocas distintas. Entonces cosechamos el polen del Hondurensis que querés que sea el papá, limpiás, congelás, guardás y hacés una inseminación artificial en una flor que en realidad es la piña, y cuando se abre inseminás”, precisó.
Hoy el vivero de Pindó produce 4 millones de estacas, una parte las cuales se venden a otros viveros de Corrientes y Misiones, que a su vez sacan de ahí los plantines para transferir esa tecnología a terceros en forma gratuita, según el convenio que hicieron INTA-Pindó. Además, produce 1,5 millón de plantines por año, de los cuales la mitad los consume la empresa y el resto se vende. Ese vivero llegó en el 2018 a ser el más grande del mundo en yerba mate, luego esos plantines fueron dando paso a los pinos.
Una de las alternativas que buscaron cuando las plantaciones de yerbales empezaron a retroceder, y dejaron espacio ocioso en el vivero, fue el cultivo de maracuyá, pero para evitar que esa fruta saturara el mercado de verdulerías y hotelerías en la cosecha, hicieron una planta de pulpa y una congeladora, también trabajando junto al INTA.
“Las empresas forestales tienen la fama de ser muy cerradas y nosotros queremos diversificar y abrirnos al resto de los productores. El maracuyá es fácil para el colono y el margen es bueno, con la pulpa no hay tanto riesgo porque la podés guardar y venderla cuando hay valor, yo casi no concibo negocios que no tengan la segunda etapa de la cadena, porque si no te morís”, afirmó Scherer.
Fuente: La Nación