Nuevo oleoducto iraní: una alternativa geopolítica al Estrecho de Ormuz
Aproximadamente dos semanas atrás, Medio Oriente era testigo de un anuncio de una gran envergadura regional y con implicancias globales, que si bien no fue recogido por todos los grandes medios internacionales, seguramente no haya pasado desapercibido en Washington ni en sus principales aliados de la región.
Para ser precisos, estamos refiriéndonos al comunicado que emitiese el presidente iraní Hasán Rohaní el pasado 25 de junio sobre la reactivación de un proyecto de construcción de un nuevo oleoducto que oficie de ruta alternativa al Estrecho de Ormuz para la exportación de su petróleo. Se trataría de una gran infraestructura, de casi 1000 km de longitud que conectaría el campo petrolífero de Goreh – en la costa del Golfo Pérsico – con el puerto de Jask – en la costa del Golfo de Omán – y ya tendría establecido el 19 de marzo de 2021 como fecha de inauguración.
Pero para comprender por qué Irán ha tomado la decisión de emprender este ambicioso proyecto, primero debemos considerar el marco regional e internacional en el cual se encuadra.
Y eso nos remite necesariamente a mayo de 2018, cuando el Estados Unidos de Donald Trump decidió retirarse del acuerdo nuclear internacional alcanzado con Irán en 2015. Este acontecimiento marcó el inicio de la escalada de tensiones entre ambos países.
En noviembre de ese mismo año, Estados Unidos volvería a imponer duras sanciones contra Irán con el objetivo de asfixiar su economía, buscando reducir a cero la exportación de su principal fuente de ingresos.
Para cercar y controlar al país persa, esta medida sería acompañada con una considerable presencia militar en las aguas del Golfo Pérsico, lo que derivaría durante 2019 en una serie de incidentes navales en el Estrecho de Ormuz, canal que es controlado por Irán y que conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán.
De esta manera, uno de los pasos marítimos más importantes y más estratégicos del mundo – por donde transita el 20% de la producción mundial de petróleo – pronto se convertía en una de las zonas más inestables de la región.
Es en este contexto de inseguridad e incertidumbre que debe interpretarse la nueva jugada geopolítica de Irán.
Habiendo contextualizado la decisión, procedamos a hacer algunas reflexiones al respecto:
En primer lugar, es importante dejar en claro que mediante la construcción de este oleoducto – por el cual se busca exportar el petróleo desde el Golfo de Omán sin tener que atravesar el Estrecho de Ormuz – Irán reduce su dependencia de las vicisitudes de la región y de un potencial bloqueo del mencionado paso marítimo, además de constituir una ingeniosa iniciativa para sortear una vez más las sanciones norteamericanas contra la venta de su petróleo.
En segundo lugar, el anuncio de este proyecto – al igual que sucediese en otras oportunidades – supone una evidencia más de que la política norteamericana de máxima presión sobre Irán, contrariamente, ha coadyuvado a su fortalecimiento nacional e internacional. En esta oportunidad, impulsando al país a que apueste por su propio desarrollo científico y tecnológico para concretar la iniciativa.
En tercer lugar, con la construcción de esta infraestructura, Irán se hace del control de lo que será una de las principales rutas económicas para la salida del petróleo de la región hacia el mundo. En otras palabras, esta iniciativa actuará como un polo de atracción para la exportación del petróleo de muchos países de la región (como es el caso de las ex repúblicas soviéticas de la cuenca del Mar Caspio), otorgándole al Estado chiita una considerable influencia en los acontecimientos.
Por último, no hay que soslayar que Irán ocupa una posición relevante en la Nueva Ruta de la Seda – el gran proyecto internacional de infraestructura lanzado por China – y por lo tanto, esta vía alternativa para la exportación del petróleo puede constituirse en una pieza clave de esa infraestructura geopolítica construida e impulsada por el gigante asiático, en lo que sería un hito significativo en la relación Irán – China.
En suma, si bien el Estrecho de Ormuz seguirá siendo un importante paso marítimo para el comercio del petróleo iraní y de otros actores regionales, con la construcción de este nuevo oleoducto ya no será la única ruta y con seguridad se modelará una nueva geopolítica, una nueva configuración territorial, que indudablemente generará nuevas dinámicas y nuevos posicionamientos de los actores, con Irán en el centro de la escena.
Restará por ver cómo responde Estados Unidos ante este osado movimiento en el tablero de Oriente Próximo y cuál será la postura de quién esté en la Casa Blanca cuando el oleoducto quede inaugurado a principios de 2021.
Fuente: Radio Canal.