Obtener metales de las plantas, un desarrollo que podría cambiar la minería
La botánica empieza a explorar las posibilidades de la fitominería.
Algunas plantas de la Tierra se han enamorado del metal. Con raíces que actúan como imanes, estos organismos —de los que se conocen unos 700— crecen en suelos ricos en metales, lo que hace que cientos de miles de otras especies de plantas huyan o mueran.
Al rebanar uno de estos árboles, o pasar las hojas de su primo arbusto por una prensa de maní, se produce una savia que gotea un azul verdoso neón. Este “jugo” en realidad contiene un cuarto de níquel, mucho más concentrado que el mineral que alimenta a las fundiciones de níquel del mundo.
Las plantas no sólo recaban los minerales del suelo en sus cuerpos, sino que parecen acumularlos a niveles “ridículos”, dijo Alan Baker, profesor de botánica en la Universidad de Melbourne.
Esta vegetación podría ser la fundidora de mineral con energía solar más eficiente del mundo. ¿Y si, como sustituto parcial de la minería y la fundición tradicionales, que usan mucha energía y son ambientalmente caras, el mundo cosechara plantas de níquel?
En una parcela alquilada de un pueblo en el lado malayo de la isla de Borneo, Baker y un equipo internacional de colegas han demostrado que es posible a pequeña escala.
Cada 6 a 12 meses, un agricultor recorta aproximadamente medio metro de crecimiento de estas plantas hiperacumuladoras de níquel, y quema o exprime el metal. Después de una breve purificación, los granjeros podían tener en sus manos unos 230 kilos de citrato de níquel, con un valor potencial de miles de dólares.
Ahora, mientras el equipo amplía a la prueba más grande del mundo a casi 20 hectáreas, su público objetivo es la industria. Los investigadores anticipan que en una década, una porción considerable de la insaciable demanda consumidora por los metales básicos y minerales raros podría ser cubierta por la agricultura.
La fitominería, o extracción de minerales de plantas hiperacumuladoras, no puede reemplazar por completo las técnicas mineras tradicionales, aclaró Baker. Pero la tecnología tiene el potencial de permitir que áreas con suelos tóxicos sean productivas. Los agricultores podrían cultivar en suelos ricos en metales, y las compañías mineras podrían usar las plantas para limpiar sus antiguas minas.
El níquel es un elemento crucial en el acero inoxidable. Sus compuestos químicos se utilizan en baterías para vehículos eléctricos y energías renovables. Es tóxico para las plantas, como también para los humanos en dosis altas. Donde el níquel es extraído y refinado, destruye la tierra y deja residuos.
En áreas donde los suelos son naturalmente ricos en níquel, en los trópicos y en la cuenca mediterránea, las plantas se adaptaron o se extinguieron.
En vista de que la nueva electrónica estimula una creciente demanda por los minerales raros, las compañías están explorando el espacio exterior y el fondo del mar. Pero mucho menos explorada es una de las tecnologías más antiguas de la humanidad, la granja.
Los partidarios de la fitominería ven el mayor potencial en Indonesia y Filipinas, dos de los mayores productores mundiales de mineral de níquel.
Las hiperacumuladoras no sólo toleran los metales; sus raíces los ansían. El níquel puede ayudar a la planta a combatir plagas, o quizás permita que la planta absorba más fácilmente el potasio del suelo, un recurso escaso.
Tienen el potencial de remediar el mayor problema de la industria minera: las minas abandonadas, que contaminan las vías fluviales. Una mina abandonada, sembrada con hiperacumuladoras, podría rescatar los metales restantes. Eso podría convencer a las empresas de invertir en la rehabilitación o limpieza de desechos mineros.
La forma más común de extraer níquel para la electrónica requiere una gran cantidad de energía y crea residuos ácidos. Una fundición típica cuesta cientos de millones de dólares y requiere mineral escaso que sea al menos un 1.2 por ciento rico en níquel.
En contraste, las plantas en una pequeña granja de níquel podrían ser cosechadas cada seis meses en tierras donde la concentración de níquel es de sólo 0.1 por ciento. Después de dos décadas, se la habría succionado a la tierra sus metales tóxicos, y sería lo suficientemente fértil como para soportar cultivos más comunes.
El hecho de que el cultivo de níquel pueda ser tan lucrativo provoca temores de que los agricultores podrían presionar la apertura de bosques tropicales para el cultivo, presagiando otro caso como el del aceite de palma, un cultivo comercial que ha devastado los bosques nativos de Borneo. Pero ése no es un desenlace probable, dijeron los investigadores. Las áreas con el mayor potencial de fitominería tienden a estar cubiertas de hierba, y es probable que pocas plantas más crezcan en tierras seleccionadas para el cultivo de minerales.
Fuente: Clarín.