Otra vez el gas
La ola gélida en Estados Unidos vuelve a poner sobre la mesa las carencias en seguridad energética de México. Aunque en la mañanera se repite ad nauseam que recuperamos “la soberanía energética”, la realidad dista de lo que se pregona en Palacio Nacional y de lo que dice la CFE. Y si algo puede salvarnos de este fenómeno climático, es nuestra interdependencia con Texas.
La clave para entender esta situación es el gas natural que, aunque es un combustible fósil, dentro de este grupo es el más limpio y eficiente. México genera casi 60% de electricidad con gas natural en las centrales de ciclo combinado y turbogas, además del uso industrial.
Actualmente importamos más de 80% de nuestro consumo de gas natural de EU, ya que cada vez producimos menos por la falta de inversión de Pemex en proyectos de gas, ya que tienen menor rentabilidad que el petróleo crudo, y quemamos prácticamente todo el gas asociado a la extracción de petróleo en yacimientos marinos.
Podemos hacer esto por dos factores. En primer lugar, el gas natural estadounidense –especialmente en Texas en los yacimientos de Haynesville, Permian e Eagle Ford– es el más barato del mundo, brindando a México una ventaja comparativa crucial. En segundo lugar, nuestra infraestructura de gasoductos da acceso a la molécula de gas a precios atractivos. Estos gasoductos se empezaron a construir y liberalizar en los años 90, y en el sexenio pasado se ampliaron de forma significativa, algunos concluyéndose en esta administración tras la renegociación, que terminó siendo más costosa para los mexicanos.
Estas inversiones, junto con plantas de ciclo combinado como Tamazunchale II, de las más eficientes del mundo, explican el éxito de la industria mexicana en el Norte y Bajío en los últimos lustros.
En febrero de 2021, la tormenta invernal Uri provocó temperaturas extremas que congelaron parte de los equipos para bombear el gas en los ductos, causando apagones en México y EU y más de 250 muertes en Texas. En México el problema fue la falta de gas, muy costoso por estas circunstancias. La diferencia actual radica en las acciones tomadas desde entonces. Texas, con un sistema eléctrico independiente al del resto de EU, invirtió en almacenamiento de baterías –de 0.3 a 5 GW de capacidad–, en renovables –pasando de 37 a 61 GW de capacidad–, implementó reducción de consumo en etapas críticas y mejoró el acondicionamiento para evitar congelamientos en equipos de gasoductos, además de aumentar su capacidad de almacenamiento de gas natural.
En contraste, en México tenemos aproximadamente 4GW de capacidad solar lista sin interconectar por trabas del Cenace, no se invierte en almacenamiento –tenemos apenas 2 días de capacidad– y aún no sabemos si CFE Internacional adquirió coberturas ante el aumento de precio; la vez pasada esta omisión costó 65,000 millones de pesos.
Es probable que el impacto en México sea menor esta vez que en 2021. Pero gracias a las medidas texanas que asegurarán el suministro de este vital combustible a nuestro país. Esto es una muestra de cómo esta idea de soberanía energética es anacrónica. No podemos ser autosuficientes porque no hace sentido económico, está bien depender del gas texano, pero es crucial invertir en nuestra seguridad energética.
Eso se logra con capacidad de almacenamiento, generación renovable y urgentes inversiones en transmisión que necesita el sistema eléctrico. Es evidente que el Estado mexicano no va a tener los recursos, aún sin reforma a las ya emproblemadas pensiones.
FUENTE: El Economista