Para sobrevivir, Maduro cede el control del petróleo
Ante la crisis económica, Nicolás Maduro está permitiendo que las empresas extranjeras se hagan cargo de las operaciones diarias de sus yacimientos.
Luego de décadas de dominar su industria petrolera, el gobierno venezolano está cediendo el control a compañías extranjeras en un esfuerzo desesperado por mantener la economía a flote y aferrarse al poder.
La apertura representa un sorprendente giro de 180 grados para Venezuela, al poner fin a décadas de control estatal sobre sus reservas de crudo, las más grandes del mundo.
La transformación de la industria petrolera venezolana detuvo el colapso provocado por un embargo de EE.UU. Foto: Meridith Kohut para The New York Times.
La legitimidad y poder del gobierno siempre dependieron de su capacidad para controlar su yacimientos petrolíferos —la piedra angular de la economía del país— y para usar sus ganancias para beneficio del pueblo.
Sin embargo, Nicolás Maduro, en su lucha por retener su dominio sobre un país en su séptimo año de una severa crisis económica, está renunciando a políticas que alguna vez fueron cruciales para su revolución inspirada en el socialismo.
Según las leyes venezolanas, la compañía paraestatal petrolera debe ser el principal accionista en todos los proyectos petroleros importantes. Pero a medida que esa compañía, Petróleos de Venezuela, o PDVSA, se viene abajo —bajo el peso de sanciones estadounidenses, años de corrupción y malos manejos— la labor está siendo asumida por sus socios extranjeros.
Compañías privadas están extrayendo crudo, arreglando exportaciones, pagando a trabajadores, comprando equipo y hasta contratando a brigadas de seguridad para proteger sus operaciones en una zona rural colapsada, según gerentes y consultores petroleros que trabajan en los proyectos energéticos del país.
De hecho, está ocurriendo una privatización oculta, dijo Rafael Ramírez, que dirigió la industria petrolera de Venezuela por más de 10 años antes de romper con Maduro en 2017.
“Hoy, PDVSA no administra nuestra industria petrolera, los venezolanos no la manejan”, declaró Ramírez. “En medio del caos generado por la peor crisis económica en la historia del país, Maduro está tomando acciones para ceder, transferir y entregar operaciones petroleras al capital privado”.
Los cambios en el sector petrolero están rehaciendo esta industria de una nación cuyas asertivas políticas energéticas habían servido, desde los años 50, como un ejemplo para los países en desarrollo de cómo tomar el control de los recursos naturales. Y representan un marcado retroceso de la visión de Hugo Chávez, mentor y predecesor de Maduro. Chávez nacionalizó en 2007 las enormes participaciones de Exxon Mobil y ConocoPhillips y llenó las filas del liderazgo de PDVSA con aliados políticos comprometidos con su “revolución bolivariana” de inspiración socialista.
Pero la transformación de Maduro de la industria petrolera venezolana ha detenido el colapso provocado por un embargo de EE.UU.. Sanciones impuestas en enero del año pasado habían eliminado casi una tercera parte de la producción de crudo de Venezuela, llevándola en cierto momento al nivel más bajo desde los años 40, de acuerdo con datos de la OPEP. Para fines del 2019, Venezuela había estabilizado las exportaciones a alrededor de un millón de barriles diarios, señalan datos de monitoreo de Bloomberg.
Las privatizaciones parciales del año pasado han sido encabezadas por Manuel Quevedo, un general de la Guardia Nacional.
Quevedo entregó el control operativo de proyectos petroleros conjuntos a socios que incluyen a Chevron, la compañía estatal rusa Rosneft, algunas compañías chinas y europeas además de a magnates venezolanos.
Hoy, los yacimientos petrolíferos propiedad total de PDVSA representan menos de la mitad de la producción restante de crudo de la Nación, y su producción sigue cayendo. Chevron se ha vuelto el productor extranjero más grande de petróleo en Venezuela, y en parte crucial de la estabilización del país durante los últimos meses.
Un grupo de legisladores instalados a la cabeza de la Asamblea Nacional por Maduro en enero, en medio de una protesta internacional, ha propuesto cambiar las leyes de energía para permitir una mayor inversión privada.
Hay muchas razones para creer que los mejores días de Venezuela como una superpotencia petrolera quedaron atrás, opinan los expertos.
En una época en que muchas compañías petroleras tienen problemas, los ejecutivos buscan fuentes más baratas y más limpias de este hidrocarburo. Aun si un acuerdo político, a la larga, levanta las sanciones, el crudo sucio de Venezuela, cargado de azufre y otras impurezas, podría hallar menos inversionistas.
Fuente: Clarín.