Plan: petróleo y energía
Los hidrocarburos representan más del 85% de nuestras fuentes de energía primaria e históricamente han aportado entre el 5% y 16% al PIB. Son la fuente más inmediata y significativa de divisas del país.
Recuperar una economía devastada por una década de sistemático saqueo a la caja fiscal, el desplome de precios y el covid-19, exigirá la monetización eficaz de reservas y recursos hidrocarburíferos remanentes, estimados en más de USD 100 000 millones aún en el escenario más pesimista.
Pero demandará atraer cuantiosas inversiones de riesgo, en el orden de USD 20 000 millones, en un inédito entorno económico mundial post-pandemia. Con un mercado de capitales receloso, el “business as usual” deberá ceder al ingenio y asertividad para competir con países árabes, asiáticos, africanos y con nuestros vecinos.
Deberemos abandonar atávicos paradigmas que, invocando la soberanía estatal han propiciado la agenda política, la corrupción, la coyuntura e improvisación en el manejo de los recursos no renovables… ¿No son acaso pruebas fehacientes, la fallida repotenciación de la Refinería Esmeraldas y la Refinería del Pacífico, o la hipoteca de reservas petroleras en nefastos contratos de deuda? ¡Es evidente que el estado no ha sido un buen empresario! ¿Qué hacer? Se impone un Plan Estratégico de Hidrocarburos para recuperar y comercializar eficazmente reservas y abastecer combustibles; que atraiga inversiones calificadas y dé certezas en seguridad jurídica, estabilidad fiscal, responsabilidad social y ambiental.
En el “upstream” se debe sincerar el manejo de campos petroleros cuya explotación eficiente requiere de gestión, tecnología e inversiones que rebasan a la pesada empresa estatal. Todos los contratos actuales, incluidos los de servicios integrados, deben migrar a participación, incentivando la recuperación mejorada de reservas y exploración adicional para optimizar el ingreso estatal.
En el “downstream” el objetivo debe ser el abastecimiento oportuno de combustibles de calidad a precios de mercado, lo cual no exige la construcción de nuevas refinerías sin el debido análisis y planificación. Se debe transferir a la gestión privada la importación y distribución de refinados, monetizando la infraestructura estatal hacia su uso eficiente.
Es imperativo introducir el gas natural – más económico por unidad energética y mucho menos contaminante – para sustituir al diésel y GLP en la industria, transporte y uso doméstico, eliminando la bizantina discusión sobre subsidios y descarbonizando al país hacia el 2040. Simultáneamente, en otros ámbitos, se debe impulsar la minería responsable y el desarrollo descentralizado de nuestros enormes recursos renovables. Cabe preguntarse ¿Por qué no despega la energía solar pese a la privilegiada situación del país? ¿Acaso por falta de intromisión estatal? ¿O por todas estas razones?
Fuente: El Comercio.