Rodolfo Kempf: “La energía debe ser considerada un bien social”
El investigador del Departamento de Combustibles Nucleares y referente en transición energética de la CNEA habló con TSS sobre cómo se puede llevar adelante un reemplazo de las fuentes tradicionales de energía y a la vez generar un desarrollo industrial que acompañe esos cambios.
La irrupción del cambio climático está llevando al mundo a buscar nuevas fuentes de energía que reemplacen el quemado de combustibles fósiles, causantes del efecto invernadero. Esta transición energética necesitará de nuevos modelos de desarrollo industrial y permitirá construir nuevos liderazgos mundiales. Desde el Gobierno, se impulsa una agenda para que la Argentina se pueda incorporar a este movimiento de transición y, a la vez, desarrollar un sector industrial que permita el progreso económico y tecnológico del país orientado a esta misión.
Rodolfo Kempf es doctor en Ciencias de los Materiales, investigador principal en el Departamento de Combustibles Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y miembro del consejo directivo de ATE-CNEA. Como referente en temas de transición energética dentro de esa institución, Kempf habló con TSS sobre los desafíos a los que se enfrenta nuestro país en el reemplazo de las fuentes tradicionales de energía y acerca de cuáles son las opciones disponibles para llevar adelante este cambio en las fuentes de producción energética.
El mundo se encuentra en un punto en que el que se busca cambiar su matriz energética y cada vez que esto pasó en la historia surgieron nuevos liderazgos mundiales. ¿Cómo encara la Argentina este proceso hoy?
La Argentina tiene una historia de haberse adelantado en el tiempo en algunos de estos procesos. Uno de los gasoductos más importantes –y de los más extensos del continente– lo inició Gas del Estado, con YPF: son más de 3000 kilómetros desde Comodoro Rivadavia hasta lo que hoy es el AMBA. Hoy, la emergencia climática exige una descarbonización fuerte y aparece la necesidad de un cambio en la matriz energética, de una diversificación que minimice el uso de hidrocarburos. La Argentina es un país periférico, por lo que sería difícil plantearse ser un líder mundial, pero sí somos uno de los tres países en el mundo que están construyendo un reactor modular pequeño, como lo es el CAREM. En la Organización Internacional de Energía Atómica se ha destacado recientemente a la Argentina por el desarrollo y la construcción del CAREM, junto con otros dos países. En ese sentido, estamos liderando y apuntando al concepto de autonomía tecnológica, que es una perspectiva para retomar y afianzar.
La gran mayoría de los molinos eólicos que hay instalados en el país son importados, ya que la gestión anterior favoreció ese modelo pese a que la Argentina tiene un cluster de energía eólica. ¿Todavía hay espacio para ingresar como jugador industrial en este mercado?
Sí, y es fundamental. Hace poco se realizó el salvataje de IMPSA, que tiene capacidades de producción de envergadura. Es una situación virtuosa que hay que fomentar en asociación con el Astillero Río Santiago, que está en condiciones de construir los pilares, mientras que IMPSA podría llevar adelante las aspas de estos molinos. Esos son los elementos fundamentales, a lo que se suma todo el conocimiento del cual INVAP fue un promotor. En el caso de la eólica, está claro que el gobierno de Macri pensó a la energía como un apalancamiento financiero más que como un derecho humano del conjunto de la población y en una posibilidad de industrialización de nuestro país. La Argentina es muy competitiva en eólica, tanto por su historia metalmecánica como por el conocimiento acumulado en la caracterización de campos de viento, así como en diseño.
¿La estatización de IMPSA llegó en un momento ideal?
Claro, porque tuvimos un camino sinuoso con Vicentín. Lo de IMPSA llegó en un momento justo porque la revitalización del mercado interno va a aparecer como una posible salida con la industrialización post-pandemia. Nosotros tenemos que recuperar nuestras mejores experiencias, nuestra historia y nuestra cultura tecnológica. Los conocimientos acumulados son parte de los bienes comunes de nuestro pueblo. Lo de IMPSA puede sumar a lo que en algún momento planteaba Jorge Sábato como una apertura del paquete tecnológico y el desglose de obras y equipamientos que permiten el máximo aporte posible de capacidad e intervención, que permiten la industrialización con la perspectiva de empresas públicas.
En algunos lugares, la energía se considera un derecho de las personas y por eso recibe grandes subsidios, como en el caso de Canadá, mientras que en otros se la considera un activo financiero más. ¿Qué postura debería tomar la Argentina en este debate?
La visión de que es un activo financiero tiene la mirada en la tasa de ganancia de determinadas empresas, ni siquiera en el desagregado del conglomerado industrial. Esto no es exclusivo de nuestro continente. Se suele decir que América Latina es el continente más desigual, con un 70% de pobreza energética, con millones de personas sin acceso a la energía eléctrica, con 8 millones de personas que aún cocinan con biomasa, con leña, rezagos de madera, y, al mismo tiempo, con gran concentración de tierras, donde el 40% del petróleo que se produce se exporta. Tenemos que satisfacer las necesidades del conjunto de la población, en el sentido de que la energía debe ser considerada un bien social y su libre disponibilidad como un derecho humano. La idea de apalancamiento de activos financieros del plan Renov.ar impuso una condición dura de dolarización de tarifas. En ese caso, podemos citar el caso paradigmático de Uruguay, que avanzó mucho en ese esquema de molinos de viento en parques eólicos, que superó la demanda uruguaya y exporta energía y nos la vende más barata de lo que se la cobra a sus pobladores, porque también tuvo la exigencia financiera de la dolarización de la tarifa.
“La Argentina es muy competitiva en eólica, tanto por su historia metalmecánica como por el conocimiento acumulado en la caracterización de campos de viento, así como en diseño”, dice Kempf.
Suena difícil de aplicar teniendo en cuenta que durante el gobierno anterior se aumentaron mucho las tarifas y mucha gente estaba de acuerdo porque pensaba que la energía era muy barata.
Sí, depende de con quién se hablaba. Recuerdo un momento en que el 60% de la industria tenía capacidad ociosa. Con el tarifazo pasamos a ser casi neutros en carbono pero sin industrializar. Tener un 60% de capacidad ociosa con el tarifazo del gobierno anterior solo trajo despidos, parálisis económica e incremento de la pobreza.
La transición energética apunta a la electrificación de la matriz y la generación de hidrógeno como vector energético. ¿En qué lugar quedaría Vaca Muerta, que es un yacimiento que necesita muchísimas inversiones?
Lo que se está llevando adelante en Vaca Muerta es una forma de bombeo que es más agresivo con el ambiente que un pozo petrolero convencional, pero no da un salto en calidad. Lo que se busca es avanzar a una transición energética que descarbonice, que permita desarrollos tecnológicos y de industrialización. En ese sentido, tendríamos que poner más el foco en el hidrógeno como vector para desarrollar energías renovables asociadas. En celdas de combustible de óxido sólido para aprovechamiento del hidrógeno hay mucho desarrollo científico tecnológico básico y, en algunos casos, se llegó a planta piloto.
En eso hay que invertir, para que pueda tener una producción masiva industrial y poder incorporarnos en lo que se conoce como el hidrógeno como vector de energía. Tenemos capacidades que nos permitirían diversificar la matriz incorporando al vector hidrógeno pero con soberanía tecnológica y con la capacidad de escalar un proyecto desde el conocimiento básico a la planta piloto, y luego un entramado industrial. Yo pondría el financiamiento ahí. Al mismo tiempo, y en ese mismo sentido, iría con el desarrollo de la cadena del litio. Nuestro país tiene gran cantidad de investigadores e investigadoras en el área electroquímica, en el área de baterías, y tenemos que industrializar en el territorio de origen. Hay que industrializar el noroeste argentino y dar trabajo y calificación para un trabajo digno, como se hizo con el mineral de hierro y Altos Hornos Zapla. La planta piloto de Y-TEC se podría llevar a escala industrial en Salta, Jujuy o Catamarca, lo que nos falta es el complejo tecnológico industrial en el propio territorio de origen y no solo concentrado en el AMBA.
¿Hay que seguir invirtiendo en Vaca Muerta para producir hidrógeno azul o hay que ir directo al hidrógeno verde?
Hay que ir por una diversificación. Vaca Muerta nos permite tener el conocimiento de la tecnología del fracking. Yo preservaría recursos y hay que mantenerlo para poder tener seguridad energética. Tenemos que tener acceso al gas y ampliar la red troncal, para satisfacer las necesidades nacionales y regionales, pero hasta ahí. El peso del financiamiento hay que ponerlo en las cadenas que vienen después, tanto en el hidrógeno como en el litio.
Kempf es doctor en Ciencias de los Materiales, investigador principal en el Departamento de Combustibles Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y miembro del consejo directivo de ATE-CNEA.
La Argentina tiene una historia de desarrollo nuclear asociada a la tecnología CANDU pero en estos momentos se está encarando un proyecto con una nueva tecnología, la Hua Long. Deberíamos seguir apostando a CANDU para lograr una planta con diseño propio o se deberían apuntar todos los esfuerzos al CAREM?
Podemos considerar a todos como proyectos complementarios. En el caso de la Hua Long, hay que apostar fuerte para que se haga la transferencia de tecnología en el ciclo de combustible, para que no sea como comprar una impresora y después tener que comprar los cartuchos. A la CANDU está planteada mantenerla y reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP). Hay otros ciclos de combustible en el mundo como el de India, adonde se combina la PWR (reactor de agua presurizada, como el Hua Long) con CANDU. Es un ciclo de combustible que podemos usar en nuestro caso. No hay un antagonismo entre el CAREM, como reactor de diseño nacional, la transferencia de tecnología en el ciclo de combustible de la Hua Long y el proyecto nacional CANDU con la PIAP y los elementos estructurales de los tubos de presión. De hecho, la Argentina ya ha exportado tubos de presión a la India. Nos inscribimos en la transición energética para dejar la dependencia del carbono y eso combina la energía nuclear con fuentes renovables: la nuclear como energía de base para suplir la intermitencia de las renovables. También con almacenamiento energético que nos permitiría tener al litio y al hidrógeno como vectores de energía. Eso sería una matriz energética diversa. En ese sentido, la energía nuclear debe poder integrar los conocimientos de tecnología que venimos aplicando en el CAREM y fortalecerlo como estratégico.
Las obras del sector nuclear vienen con mucho retraso, tanto el CAREM, la Hua Long, que ya debería estar en construcción, y el almacenamiento en seco de combustibles gastados. ¿A qué se debe?
Eso está claro que fue por la desidia de la gestión anterior de Energía. Lo que se intentó hacer con el CAREM fue un negociado con la empresa española IECSA, que terminó quebrando. Fue una mala opción y por eso quedaron paralizadas gran parte de las obras del CAREM. Con la nueva CNEA eso se viene reactivando. Había un conflicto latente con la UOCRA y las nuevas autoridades pudieron desactivarlo. El ASECU II (el almacenamiento en seco de combustibles usados), se coordinó entre NASA y CNEA, y se está avanzando. Entiendo que eso tiene que ver con que tuvimos un año y medio de macrismo dentro la CNEA y de la propia NASA. Se mantuvo esa desidia. Con las nuevas autoridades nombradas en CNEA y NASA hay vientos de avance en el CAREM y también en el almacenamiento en seco de los combustibles en el predio de Lima.
¿Es posible recuperar a los trabajadores que tienen una calificación difícil de conseguir y quedaron muchos años postergados, como en el caso de la PIAP?
En la PIAP quedaron algo menos de 100 trabajadores y trabajadoras y hubo una política fuerte de despido, encubierto como retiro voluntario. Eso es lo que hay que retomar, fundamentalmente, porque son trabajadores calificados, conocen la planta y pueden hacer la puesta en marcha rápidamente, no hay que volver a formar a la gente. A pesar del año y medio perdido estamos a tiempo de reincorporarlos y volver a armar un plantel preparado para la producción. También hay que destacar que en la unidad de gestión de NASA hubo centenares de despidos. Era el área que estaba preparada para hacer la Hua Long. Esa recuperación del primer conjunto que se estaba armando para esa etapa es un proceso que tenemos por delante.
Fuente: Agencia TSS