Un tercio de origen renovable para la nueva “ nafta azul”
La nueva nafta Blue Gasoline (en español, Nafta Azul) desarrollada por Bosch, Shell y Volkswagen para el mercado de Alemania aumenta el porcentaje de origen renovable y promete reducir la emisión de gases contaminantes al medioambiente. Cuenta con un 33 por ciento de origen renovable, muy por encima de los combustibles actuales, que cuentan con un 90 por ciento de nafta refinada de origen fósil y el resto de biocombustible y se obtiene a partir de biomasa o etanol de origen sostenible, incluso a través de residuos.
Este nuevo combustible cumple con la norma estándar EN 228/E10 que rige actualmente, por lo que se puede utilizar en cualquier auto naftero convencional sin necesidad de llevar a cabo modificaciones mecánicas. Además, incluye aditivos de alta calidad que conservan el motor limpio y lo protegen de la corrosión. Según aseguran, la flamante nafta es mejor para el almacenamiento prolongado, un aspecto clave pensando en los autos híbridos enchufables (con el paso del tiempo, funcionarán cada vez más con energía eléctrica y la nafta se mantendrá más tiempo en el depósito), que cada vez son más. Y que tiene un punto de ebullición (líquido-gas) más alto.
Mil Volkswagen Golf 1.5 TSI de séptima generación que recorren 10 mil kilómetros por año cada uno, dice el informe, bajarían las emisiones en 230 toneladas de CO2 por año. Eso significa que ahorran alrededor del 20 por ciento las emisiones de CO2 del pozo a la rueda. Estará disponible en Alemania y luego se expandiria más mercados en Europa. Todavía no se sabe si en algún momento llegará a las estaciones de servicio de Sudamérica.
Para los vehículos a gas, híbridos enchufables y eléctricos con extensores de autonomía, esta tecnología puede ser muy útil ya que cargan nafta cada seis meses o un año, por lo que se vuelve clave contar con una nafta que resista sin problemas el paso del tiempo dentro del tanque.
Bosch reemplazará la nafta E10 por la nueva Blue Gasoline, tal como hizo con el R33 Blue Diésel. Y Shell acabará haciendo lo mismo, en buena parte también para bajar las emisiones de gases ligadas a la compañía y, así, ahorrar dinero. En Europa existe una regla que obliga a las empresas a pagar un impuesto según sus niveles de contaminación.