Vaca Muerta 2.0: hacia una mejor asignación de recursos
(Por Juan Eduardo Barrera Ex secretario de Minería de la Nación)
La histórica y extraordinaria oportunidad del presidente Alberto Fernández de poder reunirse cara a cara en las próximas semanas con los presidentes de las dos economías más poderosas del mundo, en un momento de grandes replanteos políticos y económicos, podría tener un considerable y muy positivo impacto para la economía argentina, si se consigue sintonizar bien con la ambiciosa agenda medioambiental que ambos líderes están promoviendo, particularmente en lo que se refiere a la transición energética y la decidida apuesta por las energías renovables.
La convocatoria del presidente Joe Biden del próximo 22 de abril no es un simple gesto diplomático sino la constatación de que la lucha por el Cambio Climático será un signo distintivo de su política exterior. Y refleja su firme voluntad de apostar decididamente por las energías limpias no solo para cumplir con las metas del Acuerdo de París, abandonadas en su momento por Donald Trump, sino que ha trascendido que podría anunciar su voluntad de duplicar esos compromisos, en los días previos a la cumbre.
La apuesta de Biden es, a su vez, permanentemente empardada por el Presidente Xi Jinping de China. No hay que olvidar que China tiene ya una posición dominante en la mayoría de las tecnologías, cadenas de valor y materias primas críticas para esta transición energética. Controla el 80% del mercado mundial de Tierras Raras, 75% del de baterías de litio, 70% del de paneles solares y 50% del de vehículos eléctricos.
Por tanto, alinear las agendas en el tema medioambiental con China no solo podría dar un impulso a grandes proyectos en energía renovables, sino que podría servir para quitar de la agenda del Presidente Fernández el tema de la cuarta central nuclear, que es una apuesta que va a contramano de nuestros intereses por su elevadísimo costo, incompatibilidad tecnológica, alto riesgo, ruido diplomático y, por sobre todas las cosas, por carecer de sentido económico. Argentina tiene en las renovables una opción mucho más inteligente, económica, flexible, asequible y sustentable.
El caso de Vaca Muerta
En mérito a la brevedad y a riesgo de una necesaria, pero muy atrevida simplificación, dado el alcance, sensibilidad y complejidad de esas agendas de tan alto nivel, haré un zoom aquí al caso concreto de Vaca Muerta, presentado como tabla de salvación en gobiernos anteriores y conservada en el actual, como si a fuerza de insistir se pudiesen cambiar unos números que simplemente hoy no dan, y menos aún darán mañana.
En efecto, la inevitable transición energética que estamos observando a escala global implica un cambio económico tectónico, particularmente para la industria del gas y el petróleo, que presenta un declive estructural más profundo y sostenido desde su último ciclo descendente, que contrasta fuertemente con el apetito de los inversores por las energías renovables que ofrecen mejores y más duraderos retornos en el horizonte previsible. De allí que las grandes petroleras están acelerando su transición a las energías limpias mediante el desarrollo de nuevos proyectos eólicos y solares complementados con grandes fuentes de almacenaje, particularmente hidrógeno. Esto es puro realismo económico.
Si esto es cierto hasta para las líderes a nivel mundial, incluidas las empresas del golfo que disponen de recursos mucho más competitivos en cantidad y calidad, como no va a serlo para Vaca Muerta, que solo se sostiene con cuantiosos y no sostenibles subsidios del Estado.
Negar esta realidad sólo perpetuaría una mala asignación de recursos. Reconocerla, sin embargo, podría ser el primer paso para empezar a evaluar seriamente otras opciones con más y mejores perspectivas de futuro. En particular, la de la energía eólica off-shore.
Este es el camino que ya han empezado a recorrer las grandes petroleras europeas, particularmente las nórdicas e inglesas, especializadas en explotar los yacimientos off-shore del Mar del Norte. Y más recientemente las chinas y ahora, las americanas, consorciadas con sus pares europeas. En el caso de EE.UU., hay un enorme pipeline de proyectos que fueron frenados por Trump, pero que ahora recibirán un nuevo impulso por parte de la administración Biden.
Estados Unidos
En efecto el pasado 29 de marzo, durante el anuncio de su Plan de Infraestructuras, el Presidente Biden se refirió de forma muy destacada a la energía eólica off-shore, a la que se le asignarán miles de millones de dólares en préstamos y subvenciones y se la favorecerá con políticas que aceleren la instalación de nuevos parques eólicos en todas las costas del País.
Biden incluso referenció a uno de los grandes astilleros de Brownsville, Texas, especializado en la construcción de plataformas petrolíferas marinas que estaba prácticamente parado y que ahora está trabajando a pleno en nuevos barcos, modificados para perforar el lecho marino donde anclar las bases de gigantes turbinas eólicas. Su intención era mostrar que la industria de la energía eólica marina “generaría nuevas cadenas de suministro” que se extenderían desde las costas hacia todo el interior de Estados Unidos, generando nuevas oportunidades de empleo, progreso y crecimiento económico.
China
Con todo, los 30 GW de capacidad eólica marina anunciados por Biden para el final de esta década representan menos de la mitad de lo que se prevé que instale China para entonces (2030). Solo el año pasado, China instaló más de la mitad de todos los nuevos parques eólicos offshore que se instalaron en el mundo, posicionando a la empresa China Xanjiang Goldwind como nuevo líder mundial.
El papel de China en esta industria, como en el resto de las renovables, es muy destacado porque hay que tener en cuenta que tan o más relevante que los avances tecnológicos en cuanto a diseño y eficiencia de las nuevas turbinas, lo son los tamaños y las escalas de producción. Y en esto China lleva mucha ventaja por el tamaño de su propio mercado interno.
La energía eólica marina está llamada a jugar un papel importante en el mix energético porque a diferencia de otras renovables que son más intermitentes en su generación tiene factores de capacidad del 40% al 50%, que la iguala a las plantas de energía eficientes de gas o carbón, supera a la energía eólica terrestre y es aproximadamente el doble de la solar fotovoltaica. Esto es así porque la energía eólica marina normalmente fluctúa dentro de una banda más estrecha, hasta 20% de una hora a otra, que, en el caso de la energía solar fotovoltaica es de hasta 40% de una hora a otra.
La suma de las capacidades de China, Estados Unidos y Europa todavía se queda muy corta frente a las necesidades que impone el Cambio Climático. Según los escenarios que han sido establecidos por organismos energéticos internacionales, como IRENA y la AIE, el mundo necesita instalar anualmente un mínimo de 280 GW (7 veces toda la capacidad instalada actual de Argentina) para mantener un camino que cumpla con el objetivo de carbono cero para 2050.
Más de Vaca Muerta
Aunque no todas las empresas petroleras operando en Vaca Muerta tienen la misma experiencia en la construcción y operación de plataformas petrolíferas marinas, sí tienen, en conjunto, suficiente capacidad industrial e inversora para encarar una exitosa transición a la eólica marina. Amén de su considerable experiencia en grandes perforaciones, manejo de tecnologías complejas, gestión de grandes contratos e integración de diferentes proveedores nacionales e internacionales, y en la gestión y transporte del gas.
Esta capacidad de gestión gasífera además podría ser muy relevante si se plantea utilizar la energía generada offshore para producir hidrógeno verde. Hidrógeno que no solo puede ser almacenado y transportado una vez presurizado, sino también inyectado a la red de gas natural. Esta tecnología, llamada “coupling” (acoplamiento), es muy relevante para un país como el nuestro con una extensa red de gas natural de gran capilaridad y capacidad de almacenaje.
Las capacidades de almacenaje de las celdas de hidrógeno más el “coupling”, a su vez, son muy importantes por su interacción con la red eléctrica, ya que ayudarían a reducir los picos optimizando el uso de la capacidad instalada y eliminando la necesidad de cubrir esos picos con un exceso de capacidad (usualmente plantas de ciclo combinado que encarecen el precio final de la energía).
La capacidad industrial e inversora y la considerable experiencia en el manejo de grandes proyectos de las empresas operando en Vaca Muerta, a las que se podrían sumar sus pares chinos, más el considerable potencial eólico de las costas de la Patagonia para generar energía abundante y barata que se podría usar para producir hidrógeno verde, más las enorme sinergias que podrían resultar de utilizar la red gasífera actual para el almacenaje y transporte de ese hidrógeno, separado o mezclado, podría constituir una apuesta ganadora para el futuro. Eso es lo que pretendo decir con Vaca Muerta 2.0.