Vaca Muerta: las razones detrás del gasoducto que se volvió una obra fundamental
La construcción del gasoducto que permita transportar el gas que genera Vaca Muerta requiere esfuerzos sectoriales compartidos, asegura el autor, pero sobre todo, una visión común, Estado-privados, de que se trata de una obra estratégica para el país y hasta una forma de ahorrar dólares.
Director de Energía en Ecolatina, Ex Secretario de Planeamiento Energético y Director Académico en UTDT
El expresidente de los Estados Unidos Dwight Eisenhower acuñó la frase: «Lo urgente pocas veces es importante, y lo importante pocas veces es urgente». Por ahí no consideró que en países sin planificación, existen problemas importantes y urgentes a la vez.
Éste es el caso de nuestro país y la falta de capacidad de evacuación del gas de Vaca Muerta. De esta forma nos urge construir un gasoducto para liberar parte de este potencial que se encuentra debajo de la tierra.
La segunda cuestión podría ser quién lo debe construir. Un exjefe, muy estratega, me dijo una vez: «Si querés que algo salga, lo importante es alinear los intereses». ¿Quién estaría interesado en esta gran obra? La lista parece infinita:
Las productoras de gas que van a poder producir más.
Las actuales transportistas podrían ampliar sus negocios.
Las empresas de servicios petroleros van a perforar más pozos.
Nos urge construir un gasoducto para liberar parte de este potencial que se encuentra debajo de la tierra en Vaca Muerta
Los sindicatos van a tener más trabajo para sus afiliados.
Los grandes consumidores de gas (industriales/eléctricas) van a ver bajar sus costos de energía, gracias a poder acceder a esta fuente abundante.
Empresas de ingeniería, constructoras de ductos.
Empresas fabricantes de tubos.
Empresas/Países importadores de gas que quieran licuar el gas argentino y exportarlo.
La provincia de Neuquén va a recibir más regalías de la mayor producción.
Y finalmente:
El Estado (la sociedad en general) que gracias al gasoducto va a reducir sus importaciones de gas licuado y líquidos para generación eléctrica.
Sin embargo, en el país de la carambola todos nos miramos y nadie lo quiere hacer. Un negocio que dada la inmensa necesidad, justificaría una tarifa rentable.
Pero nadie quiere ser el que literalmente hunda el dinero bajo la tierra porque huele que puede ser traicionada. El famoso riesgo país o mejor dicho «desconfianza argentina» lamentablemente. Nadie quiere ser el tonto de la sala.
Entonces aparece el Estado, casi sin dólares de reservas, con inflación del 50% y déficits crónicos y decide hacerlo.
Y en mi opinión es una buena decisión porque aunque nos cueste u$s 1579 millones la primera etapa y u$s 1905 millones la segunda, solamente en este año 2021 las importaciones de gas en estado gaseoso y licuado cerrarán en u$s 2000 millones, aproximadamente.
Dólares que salen del BCRA. Y esto sin tener en cuenta que el precio del gas licuado internacional sigue alrededor de 30 u$s/MBtu, más de 3 veces lo que nos costó importar en el invierno 2021 (8 u$s/MBtu).
Con lo cual, la cuenta puede ser mucho peor en los próximos años. Dado el déficit que tiene el Estado y la clara falta de financiamiento, este gasoducto será financiado con emisión (o inflación), como los subsidios energéticos que el año 2021 llegarán a la friolera cifra de 10 mil millones de dólares.
Esperemos que la obra se realice en tiempo y forma y que la licitación sea transparente. Habremos hecho algo para desarrollar algo del inconmensurable potencial que nos dio la naturaleza.
Fuente: El Cronista