Vaca Muerta: se necesita una inversión base de US$7000 millones y al menos cinco años de trabajo para exportar gas fuera de la región
Sin gasoducto y sin plantas de licuefacción, no hay posibilidades de salir al mundo; además podría vender afuera butano y propano y agregarle valor al etano
Este año la Argentina importará gas por unos US$7000 millones; en 2021 fueron US$1000 millones. Aunque el país cuenta con reservas en Vaca Muerta que equivalen a seis veces todo el gas que necesita en los próximos 20 años, los expertos advierten que todos los exportadores también importan porque es la dinámica que permite operaciones de largo plazo y sostenibles. La explotación del yacimiento, además, permitiría vender butano y propano, con alto precio internacional.
La Argentina consume 84% de gas de producción nacional y 16% importado, cifra que alcanza alrededor de 27% en invierno. De las compras en el extranjero, casi 60% es de GNL. Hace unos días el Gobierno anunció que el país exportará 300.000 metros cúbicos de gas diarios a la región chilena del BioBío entre el 1 de junio y el 30 de septiembre; la operación aportará US$590 millones.
En paralelo, funcionarios nacionales vienen planteando que negocian exportar gas a Europa, que busca oferentes alternativos por la alta dependencia de Rusia que tiene. Ernesto López Anadon, presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas, plantea que “nunca se planificaron” exportaciones permanentes, más allá de las puntuales a Chile o al sur de Brasil. Mandar gas a otras regiones implica, como base, una inversión de US$7000 millones y entre cinco y seis años.
“A medida que se posterga cada vez se hará más difícil -añade-. En el mundo hay gas, sino arrancamos rápido no vamos a estar dentro de los posibles suministradores Europa. Vaca Muerta es un proyecto que podría llegar a funcionar con un pensamiento de largo plazo, con los políticos, en su conjunto, apostando al futuro”. Aclara que la seguridad de suministro no se da con las reservas locales, se consigue con proveedores de energía “confiables”.
López Anadon ratifica que, si la Argentina “exporta mucho no tendrá problemas en importar. Siempre esa es la solución más barata”. De no importar en momentos puntuales, se debería construir un gasoducto para “tenerlo lleno unos diez días salteados al año y, el resto del tiempo, vacío”. La “abundancia” de gas dará “precios bajos” dice y grafica con lo sucedido en Estados Unidos con la explotación del shale gas.
Gerardo Rabinovich, vicepresidente del Instituto Argentino de Energía, subraya: “Cómo vamos a tener una ‘oportunidad’ con algo que no podemos sacar; sino tenemos el producto no tenemos ‘oportunidad’. Desarrollar la ‘oportunidad’ lleva tiempo”. Indica que no hay que confundir “recursos” con “reservas”; en esa línea señala que aun pasando todo a “reservas” la Argentina no es un país que esté al nivel de los grandes del mundo como Rusia, Irán, Qatar, Australia o Estados Unidos.
Respecto de la actual coyuntura -altos precios por la guerra entre Rusia y Ucrania-, Rabinovich apunta que no hay certeza de cuánto se extenderá y enfatiza que en energía los negocios son “de largo plazo, de 15 a 20 años, un tiempo que permite recuperar lo invertido. Hoy hay una oportunidad para el que está instalado y aprovecha una coyuntura”.
Para el especialista, desarrollar Vaca Muerta requiere inversiones anuales de entre US$7000 millones y US$8000 millones, además de lo que se requiere para el transporte. “En condiciones macroeconómicas normales se pueden realizar y empezar por recuperar el autoconsumo”, detalla.
Qué se necesita
La mayoría de los especialistas coinciden en que la Argentina tiene el gas y la potencialidad para explotarlo y exportar pero que, en la actualidad, no están dadas las condiciones para las mega inversiones que se requieren. Desde Quantum América, Fernando Damonte grafica que, en condiciones de libre mercado en 1997, el país tenía 20 años de reservas sin descubrir nuevos pozos pero cuando el Estado intervino, cayeron a menos de diez años. “Vaca Muerta está, lo que no está es el contexto”, resume.
El director del área Energía de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral, Roberto Carnicer, enfatiza que Vaca Muerta es para el mercado internacional para lo que hay que construir el gasoducto y la planta de licuefacción. A su criterio no debería ejecutarse un gasoducto a Brasil porque ese país en menos de una década podrá autoabastecerse y, en el mientras tanto, se puede atender vía Bolivia.
Para que las inversiones necesarias lleguen Carnicer dice que hay que “blindar” los proyectos: garantizar que se podrá exportar a precio internacional, que no tendrán cepo, que no habrá intervención estatal en el precio. “El riesgo que deben afrontar es el derivado de cualquier inversión, no un extra”, indica y, a modo de ejemplo, repasa el Mega, un emprendimiento petroquímico del 2001 conjunto participado por YPF, Petrobras y la química norteamericana Dow Chemical. Se diseñó para exportar GLP y gasolina a Brasil desde la terminal portuaria de Bahía Blanca.
Para Damonte y César Yori, de Quantum, la “oportunidad” de exportar de la Argentina no solo está con el millón de BTU a US$25 sino incluso con los precios pre pandemia, de US$10 u US$ 11. “El shale es viable a US$4 el millón de BTU; ahora hay una oportunidad exacerbada por los buenos precios internacionales. El esquema funciona mejor cuando hay condiciones de libre competencia; cuando el Estado interviene el productor ve un alto riesgo. Exportar más también hace menos onerosa la inversión en el gasoducto”.
La estabilidad jurídica y económica, concensua, el consultor y director de la Especialización en Petróleo de la UBA, Eduardo Fernández, son ineludibles para atraer inversores. “Es un negocio a largo plazo, no se trata de exportar algunos días al año, sino de tener contratos en firme por años -añade-. El país tiene varios cuellos de botella; la construcción del gasoducto lleva casi cinco años, no hay planta de licuefacción…Se está demorando el aprovechar operaciones que ingresarían divisas al país”.
El consultor Carlos Casares estima que la Argentina, si se explotan sus reservas gasíferas, podría estar al nivel de Canadá, Australia y Malasia. “Tenemos que aprovechar las posibilidades porque nos daría otra posición en nuestra balanza comercial; hay que dejar de pensar puramente en el autoabastecimiento, ese es el concepto que hay que cambiar. Exportar no implica que no haya que importar en algunos momentos del año; hasta Arabia Saudita lo hace en momentos críticos”.
Sobre los contratos de exportación, describe que en el mundo hay inversiones que se comienzan a ejecutar con negocios cerrados por el 70% o 75% de lo que producirán y el resto va al mercado spot, que es de oportunidad. Hay herramientas, explica, que permiten garantizar volumen para el consumo doméstico. “No se prohíbe exportar pero se debe tener un backup obligado”, apunta.
El gas es rico en butano y propano, comodities internacionales de alto valor y alta demanda en el mundo. “Cuando se extrae el gas para exportar se le deben quitar los líquidos que valen millones; es un ‘ganar-ganar’”, manifiesta Carnicer. Su colega Fernández, añade que, el etano -que se separa del gas- es la “piedra angular” de la gasoquímica. Se puede transformar, por ejemplo, en polietileno “agregando valor y generando mano de obra”.
Por cuánto tiempo
Entre cinco y seis años le podría llevar a la Argentina estar lista para empezar a exportar gas fuera de la región. La demanda mundial del combustible seguirá porque el mundo avanza en la transición energética. Incluso los países más avanzados en energías renovables, todavía tienen 60% de fósiles.
Casares duda de que los objetivos de reemplazar fósiles por renovables se cumplan dentro de los próximos 30 años, como proyectan los acuerdos mundiales: “No solo es reemplazar una fuente de energía sino toda la infraestructura; el gas natural es un hidrocarburo con infraestructura preexistente y eso le da ventajas en esta carrera hasta tanto las energías eólica y solar logren masificarse y reducir costos”.
En ese contexto analiza que la petroquímica tiene derivados cuyos usos exceden el de la movilidad. Hay insumos, subraya, que solo se obtienen con hidrocarburos, “si pensamos en fósiles cero tenemos que pensar en otra cadena de producción. Si usamos los hidrocarburos solo para esos productos, la demanda sería el 10% de la actual y los precios saltarían por las nubes”.
“Nos despertamos con la bendición de que tenemos gas para 200 años y los avances en Estados Unidos permitieron contar con la tecnología para extraer esos activos -sostiene Fernández-. Si no aceleramos es muy probable que ya el gas no se use como energía; hay que aprovecharlo lo antes posible; hay que monetizar rápido las reservas”.
Yori es más optimista y confía en que hay un período extenso en el que el gas se usará para sustituir otras energías fósiles porque es menos contaminante y porque las renovables todavía deben hacer un recorrido largo hasta masificarse. Claro que si no se superan los cuellos de botella vigentes, la Argentina puede desperdiciar, una vez más, una posibilidad.
Fuente: La Nación